La institucionalidad democrática chilena, está sometida, en estos días, a una evidente prueba de fuego. Y el desafío viene de una derecha y un pinochetismo recalcitrante, amparado en el poder económico y los sectores más cavernarios y conservadores, los que han desatado una riesgosa ofensiva contra la democracia.
Ello proviene de dos ámbitos de la sociedad: el de un estamento militar, en servicio y en retiro, que escenificaron un acto de deliberación sediciosa, que raya en la insubordinación y el desacato institucional, la agresión ( por ahora verbal) a los Altos Mandos y a las autoridades constitucionales , judiciales y políticas del país, y por otro lado, desde el propio campo del gobierno del presidente, Sebastián Piñera, a través del principal partido de su bloque de gobierno, devenido en populista y simpatizante del neofacismo, la Unión Democrática Independiente ( UDI), los que han pasado a la ofensiva política antidemocrática, en un ambiente enrarecido por las peores muestras de corrupción (Carabineros y el Ejercito, en sus más altos niveles) de que se tenga historia en instituciones del Estado.
El mitin político desarrollado el 6 de octubre en el recinto de la Escuela Militar, destinado a realzar y justificar el terrorismo de Estado de la dictadura militar derechista de Augusto Pinochet, las violaciones a los Derechos Humanos, el genocidio, los asesinatos , la prisión y el exilio, junto con realzar a los esbirros, torturadores, violadores , es obviamente más que un acto de provocación inaceptable y altanero. Y no puede ser caracterizado como casual, o un “incidente” aislado.
El fue autorizado por al mando de la Escuela Militar, ente formador de los oficiales del Ejército, tanto en el plano profesional como ideológico, y por lo mismo, político. No se puede alegar entonces ingenuidad, desconocimiento y eludir las correspondientes responsabilidades..
Se trató de una notificación, al Mando del Ejército y las instituciones armadas en general tanto como al Gobierno y el Poder Judicial y el Poder Legislativo, pero sobre todo a la civilidad, a la ciudadanía, de que hay fuerzas oscuras que están dispuestos a sacar la voz, y dar un “grito” sedicioso, desde un recinto militar simbólico, a vista y paciencia de ciertos políticos y oficiales y con aplausos de los militares en retiro participantes en la cita.
No podían ignorar los convocantes al mitin castrense, que habría consecuencias de su insubordinación, Y por ello, realizaron manifestaciones frente a la Escuela Militar.
La determinación del Ejército de dar de baja a Villarroel y a Krassnov Bassa, por el acto de insubordinación y provocación, convocado supuestamente como un acto deportivo, dijo el abogado de procesados y condenados por violación de derechos humanos, Raúl Meza , es una “vergonzosa señal que muestra como se debilita el Ejército de Chile y como el Alto Mando desampara y abandona a funcionarios de su propia institución frente a actos que significan el legítimo derecho a expresar y reconocer el pasado de su propia institución”.
Se supone que Meza es un abogado civil, pero aquí se comporta como un juez del comportamiento institucional del Comandante en Jede del Ejército y su alto Mando, pero también como un provocador de primera línea, al enrostrarles que “entregarán” a los oficiales dados de baja, como “verdaderos cordero al matadero”.
El abogado agitador agregó en su arenga que “es verdaderamente inaceptable que el Alto Mando del Ejército de Chile ceda a las presiones de la extrema izquierda , con la complicidad del gobierno de Sebastián Piñera. Esa señal es extraordinariamente grave no sólo para el país, sino también para la soberanía y sus ciudadanos”.
Meza, abogado de Miguel Krassnov Martchenko ejecuta así, una estrategia de guerra sicológica y provocaciones como la que se orquestó en Chile en los años 70, contra el gobierno de la Unidad Popular y el presidente Salvador Allende.
El objetivo de la que se llamó “ campaña del terror”, combinada con agresiones verbales, ofensivas para el honor militar (también en esa época se tiró maíz en los alrededores de la Escuela Militar y se trató de “gallinas”, a los Altos Mandos institucionales, ), buscando ofender, desacreditar, corroer la moral institucional. Estas fueron algunas de las armas ofrecidas por los manuales de la guerra sicológica, que dieron paso posteriormente a la “guerra interna en forma”, desatada por Pinochet y sus cómplices y mandantes, con las consecuencias que la historia testimonia.
Y no se deben olvidar las experiencias porque se corre el riesgo de volver a vivirlas. Las páginas de la historia son claras.
Ahí están las provocaciones al entonces Comandante en Jefe del Ejército, general Carlos Prats, en 1973, por parte de esposas de generales y altos oficiales sediciosos, que mostraron así deslealtad con su jefe y de su insubordinación a su mando, forzando su renuncia, lo que culminó con el golpe, el genocidio, y después con su asesinato y el de su esposa- en Buenos Aires, a manos de un comando asesino de la policía secreta de Pinochet, y encabezado por un agente de la CIA, Michael Townley, protegido posteriormente por Estados Unidos.
No se puede olvidar tampoco el asesinato, en 1970, del anterior Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, ejecutado por un comando derechista, bajo el mando, financiamiento y armamento de la CIA, algunos de cuyos miembros pasaron luego a servir en la Dictadura de Pinochet y en la DINA, uno de los cuales, Juan Luiz Bulnes Cerda. Fue protegido en la Iglesia de El Bosque por el cura abusador sexual de menores, Fernando Karadima, hoy expulsado de su función sacerdotal.
Otras “expresiones “ de la práctica conspirativa castrense, fueron el motín del general Roberto Viaux Marambio, conocido como el “tacnazo” (21 de octubre de 1969), la sublevación del teniente coronel, Roberto Souper Onfray, y del movimiento terrorista de ultraderecha, Patria y Libertad , conocido como el “tanquetazo” (29 junio 1973), y que fue una especie de “ensayo general” o “reconocimiento en combate” del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, dos meses y medio más tarde, y yá en la etapa final de la conspiración golpista, el alevoso asesinato del Capitán de Navío, Arturo Araya Peeters (27 de julio 2973, ordenado por la inteligencia naval a un comando derechista para eliminar un obstáculo en la estrategia sediciosa. Del almirante José Toribio Merino Castro y el Comando Sur de Estados Unidos. etc.
Se trata de episodios dramáticos de la historia de Chile y de sus Fuerzas Armadas, que nadie quisiera revivir, y que constatan que la derecha, y sus extremistas, con el largo brazo de Washington, no trepidan en nada.
No resulta extraño que estos desplantes militares coincidan con las expresiones de simpatía, admiración y entusiastas declaraciones de adhesión de políticos de la gobernante Alianza por Chile, que no ocultan su raigambre pinochetista, como la presidenta del principal partido de gobierno (UDI), senadora Jacqueline van Rysselberghe y del ultraderechista , José Antonio Kast , también cercano al presidente Sebastián Piñera, que han peregrinado a Brasil para manifestar su identificación con el francamente neofacista político ( ex capitán del ejército brasileño y admirador de las dictaduras militares de su país), Jair Bolsonaro.
Asi la derecha, hoy en el Gobierno, muestra su rostro más cavernario y siniestro, y es cuestión de conocer los discursos, racistas, misóginos, antidemocráticos y valóricos del nuevo ídolo o mesías político que inspira a los políticos reaccionarios locales.
Lo evidente es que la institucionalidad democrática de Chile, la estabilidad del país, la convivencia nacional están en riesgo.
No se trata de un desplante más de algunos mentecatos, se trata de un posicionamiento de fuerzas políticas y sociales que pretenden agudizar la tensión social, en busca de una política de mano dura, de un pronunciamiento de sectores castrenses y caudillos populistas. En la práctica se está dando una alianza objetiva entre los propósitos y provocaciones de elementos del llamado “partido militar”, y los apoyos de la Derecha y de círculos o individuos en servicio activo.
El asedio a la democracia es evidente y no hace falta demasiada agudeza en el análisis como para no darse cuenta de los pasos que están dando los conspiradores.
No sirve aquí la condescendencia, el dejar hacer, el relativizar el peligro, el tomar a la ligera la amenaza,. No se trata de una bravata retórica y demagógica simple, de una mera expresión de mal humor. Aquí hay una línea política, una ofensiva que busca “juntar Rabia”, provocar una situación de ingobernabilidad, con una exigencia de “poner orden”, de “tolerancia cero” contra quienes protesten, demandan reivindicaciones, a los que con tanta facilidad se acusa de “antipatriotas”, “extremistas”, “terroristas”, desde La Moneda.
Más vale la pena que se preocupen de estas otras amenazas reales.
Y a los ciudadanos, a los partidos, las organizaciones sociales les cabe una responsabilidad política de primera magnitud. Y una actitud permanente de alerta.
Santiago de Chile, 23 de octubre 2018
Crónica Digital