En el umbral del 2019 se evidencian en el escenario chileno, peligrosas amenazas a la institucionalidad democrática y evidentes síntomas de agresividad en la derecha política y económica, tanto desde el gobierno como en los poderes empresariales y fácticos.
Pero al mismo tiempo, se perfila un reordenamiento político de la Derecha empresarial y política, en busca de un poder total, que se perpetúe en el tiempo.
Los estrategas del proyecto de refundación derechista del país, liderado hasta ahora por el presidente-empresario, Sebastián Piñera, y tras la experiencia de divisiones, rivalidades, fraccionamiento del campo propio, y la incapacidad de superar las contradicciones de sus intereses políticos, económicos y electorales, ensayan una nueva línea política estratégica.
Hay quienes entienden en el territorio de la Derecha, que el esquema empresarial populista, que representa Piñera, no estaría garantizando plenamente la defensa de sus intereses estratégicos e ideológicos.
Se impone en el campo de una derecha cada vez más agresiva, la nostalgia por el pinochetismo, en una versión neofacista, alentados por el triunfo de Trump en Estados Unidos o de Bolsonaro, en Brasil, y la involución de la democracia en Argentina, Colombia o Ecuador.
En la agenda de las Derechas de la región, también en Chile, se evidencia la tentación totalitaria de un orden policial- tolerancia cero- sobre la sociedad civil, del fascismo corriente en que se combina populismo ramplón, bufonadas, represión, criminalización de las demandas populares, represión brutal, montajes para acusar de terrorismo a los sectores populares, y el aplastamiento de las manifestación de demandas democráticas y libertarias, de todo orden.
En este cuadro, y movido, por una suerte de mesianismo y sueños de grandeza y de refundacionismo el Gobierno del presidente Sebastián Piñera ha notificado al país – a través de un impulso mediático, traducido en un slogan propagandístico- que este año 2019 se transitará del momento de la “instalación” (2018) a un segundo impulso de su gobierno, el de la “puesta en Marcha”, pero cada vez más hacia un modelo pinochetista ultra neoliberal y populista.
En resumidas cuentas y sin ningún disimulo, desde La Moneda se buscará este año 2019, una brutal “refundación” del Estado, del modelo económico e institucional del país, de la seguridad y la previsión social, del modelo laboral, de las conquistas democráticas.
El significado del mensaje no puede ser más evidente.
La agenda tiene como prioridades el desmontaje a todo lo avanzado en los gobiernos post dictadura de Pinochet, incluso en lo que corresponde a la institucionalidad democrática y la justicia y el castigo a la violación de los Derechos Humanos y el genocidio desatado por el aparato represivo militar y de seguridad de la dictadura derechista-militar (1973-1990).
En la derecha gubernamental, política, empresarial y militar han estimado que ha llegado el momento de la venganza por los procesos, las condenas y la prisión de los violadores de Derechos Humanos, los torturadores, y los degolladores.
Y han levantado la voz, incluso desde el Parlamento, pero también en la prensa, y hasta en recintos militares individuos que no vacilan en proclamarse defensores, propagandistas de Pinochet y sus crímenes.
En los partidos de gobierno, ministerios y poderes regionales o locales, levantan la voz, impúdicamente, quienes se proclaman pinochetistas, y defensores y propagandistas de sus “logros”, el robo de las riquezas del Estado, de los fondos de pensiones de los funcionarios públicos y trabajadores en general, de los crímenes y violaciones de los derechos humanos bajo la dictadura, de los prisioneros en campos de concentración y de la persecución y el exilio.
Una reunión directiva de Renovación Nacional, el partido del presidente Sebastián Piñera, fue escenario, de la proclamación de “yo soy pinochetista” de la diputada Camila Flores, lo que fue recibido por una ovación por los congregados.
La reacción de La Moneda fue simplemente insólita o quizás condescendiente. Y lo peor, cómplice, Pero a lo mejor, solidaria, demasiado comprensiva.
El ministro del Interior, Andrés Chadwick dijo en declaraciones del 19 de diciembre pasado: “Es la declaración de una diputada, que lo hace en su Consejo General y es parte del debate político”.
Además argumentó que “ella busca fortalecer ciertas identidades, buscar ciertos posicionamientos, qué duda cabe que al interior de los partidos, como la UDI o RN hay sectores que buscan posicionar con más fuerza situaciones de identidad dentro de lo que es la derecha”.
Previamente ya había señalado la posición del presidente Piñera la ministra vocera Cecilia Pérez argumentando el 17 de diciembre, ante la prensa acreditada en La Moneda, que “cuando uno cree en la diversidad, en el respeto a la diferencia, como lo cree nuestro gobierno y coalición, no puede existir incomodidad”.
Incluso el presidente de la República, que en este segundo periodo olvidó sus enjuiciamientos a los “cómplices activos” de la dictadura de Pinochet, mucho de los cuales pasaron a ser socios, altos funcionarios o legisladores oficialistas, incluyendo a furibundos y descarados propagandistas de Pinochet y de sus crímenes y latrocinios.
En definitiva la Moneda legitima y avala la presencia y actividad del pinochetismo, del neofacismo, no solo en su coalición de gobierno, sino en el país, abriéndole irresponsablemente el camino hacia el poder.
En la tormenta política abierta con las declaraciones pro dictatoriales de la diputada Camila Flores y de otros altos dirigentes de RN y de la UDI, sumadas a protagonismo castrense de defensores de criminales violadores de los derechos humanos, y condenados por el genocidio desatado en 1973, con la sedición y el golpe empresarial-derechista- militar, intervino también el propio Piñera, aunque con un retraso evidente, para elaborar una cuidadosa y deslavada retórica. Piñera sostuvo que “haber apoyado el gobierno militar “no es un delito”, pero matizando que ello tiene “límites”.
El mandatario sostuvo que, el que no cree en la democracia o en el respeto irrestricto a los DD.HH. no tiene espacio en Chile Vamos, añadiendo que bajo la dictadura de Pinochet, “se cometieron graves y reiterados atropellos a los DD.HH. que tienen que ser condenados siempre”.
Para corolario, El Mercurio entrevistó a José Antonio Kast, quien busco poner punto final a la “polémica”, enfilando sus envenenados darnos, al Gobierno, a una Derecha, que caracteriza como “más liviana”, ”acomplejada”. Y busca su división, exigiendo se respete a quienes en el interior de Chile Vamos, se pronuncian por su nombre como candidato presidencial.
En un documento titulado 2019, “Hacia una derecha sin complejos”, Kast se dirige a ministros del gobierno Piñera, a los parlamentarios de “Chile Vamos”, y a los dirigentes de la coalición oficialista, para que “les den libertad a sus militantes y adherentes y no los persigan por apoyar distintas posiciones”, claro, su candidatura presidencial ya proclamada y en marcha.
Afirma Kast que hay militantes de la UDI, RN, Evópoli y el PRI, que respaldan a su partido, Acción Republicana, entre ellos, los diputados RN, Camila Flores, Harry Jurguensen, Cristobal Urruticoechea y Miguel Mellado.
El Mercurio le ayuda mostrando una foto de Kast, entusiasmado hasta el éxtasis, junto al legislador brasileño Eduardo Bolsonaro, tan fascistoide como su padre, elegido presidente de Brasil, junto al renunciado diputado de la UDI, Ignacio Urrutia, y a los RN, Aracely Leuquén, Camilia Flores y Eduardo Durán.
A ello se suma la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberge, que derrochó entusiasmo calcetinero por Bolsonaro, al visitarlo en Brasil, convertido en una especie de “gurú” de la extrema derecha regional y referente de los pinochetistas locales.
Y también admirado por el presidente Piñera, que ha demostrado su entusiasmo por el brasileño, sin darse cuenta del rol subordinado al que se le destina y sin recordar el viejo dicho popular de, “no darse cuenta de la chichita con que se está curando”.
En este escenario no es una sorpresa que el “factor José Antonio Kast”, emerja como un riesgo para la institucionalidad democrática, la institucionalidad y el clima social.
Y que ya empiece- no ya solo su campaña electoral presidencial- sino que a corroer la estructura de la coalición que llevó al poder a Piñera, y hasta manejar la agenda política del sector, erosionando sin ningún escrúpulo las bases orgánicas de Chile Vamos, intentando transformar en parte de su fuerza política a los evangélicos y, sobre todo, a la “familia militar”, y en definitiva a la derecha empresarial chilena.
La advertencia, por cierto, no es solo para el presidente Sebastián Piñera, a quién la derecha tradicional chilena parece estarle tirando el mantel o moviéndole el piso, sino que sobre todo para los líderes y partidos de la centro izquierda, que aún no parecen entender la gravedad de la situación política que se configura para el futuro y de la magnitud de la crisis que amenaza a Chile y su institucionalidad democrática.
Así que, Feliz Año Nuevo 2019, pero definitivamente no es posible eludir las señales y síntomas de la tormenta que nos amenaza.
Estamos notificados: se perfila un reordenamiento político de la Derecha empresarial y política, en busca de un poder total, que se perpetúe en el tiempo.
Y no podemos quedarnos con los brazos cruzados.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 6 de enero 2019
Crónica Digital