Para materializar los cambios, “debemos insistir en lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa”, proclamaba el sacerdote Camilo Torres Restrepo, figura emblemática de la izquierda latinoamericana, en referencia a la necesidad de la convergencia de todos los actores y las fuerzas progresistas. Hoy sus proposiciones muestran singular actualidad, lo que más allá del homenaje vacío de contenido convoca a revisitar su pensamiento.
Camilo Torres llegó al mundo el 3 de febrero de 1929, hace 90 años, y el 15 de febrero de 1966 su vida fue arrancada. Toda su vida estuvo marcada por una idea–fuerza básica: el amor eficaz por el prójimo, una postura que lo llevo a ser uno de los precursores de la Teología de la Liberación, a impulsar la unidad de las izquierdas en el Frente Unido y, finalmente, a sumarse al Ejército de Liberación Nacional (ELN) cuando se convenció que se cerraban los caminos legales.
En su “Mensaje a los Cristianos” recuerda que lo principal del cristianismo es el amor al prójimo y precisa: “Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado ‘la caridad’, no alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías”.
Y puntualiza: “La Revolución (…) es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de (…) amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria”. Concluye: “Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos (…) Después de la Revolución los cristianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que está orientado por el amor al prójimo”.
De esa convicción ética fluyó su compromiso con la unidad más amplia de las izquierdas y los progresistas, como un componente indispensable de su idea del “amor eficaz”. En su “Mensaje a los Comunistas”, señalaba con énfasis: “He dicho que soy revolucionario como colombiano, como sociólogo, como cristiano y como sacerdote. Considero que el Partido Comunista tiene elementos auténticamente revolucionarios y, por lo tanto, no puedo ser anticomunista ni como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano y sacerdote”. Entre otras cosas, explicaba que “no soy anticomunista como sociólogo, porque en los planteamientos comunistas para combatir la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la falta de vivienda y de servicios para el pueblo, se encuentran soluciones eficaces y científicas”.
Y precisaba: “Los comunistas deben saber muy bien que yo tampoco ingresaré a sus filas, que no soy ni seré comunista, ni como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano y sacerdote. Pero estoy dispuesto a luchar con ellos por objetivos comunes”, indicando que la enseñanza del Papa Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in Terris”, “me autoriza para marchar en unidad de acción con los comunistas”.
En defensa de la construcción de la Unidad Popular, Camilo afirmaba: “Mientras los líderes populares no acuerden un frente unido que descarte los personalismos que los hacen tan sospechosos ante el pueblo, la clase popular no marchará si no se acaba con la palabrería izquierdista tan fatua como la de nuestra clase dirigente”. Señalaba que era esencial que los movimientos populares presionaran en los hechos para hacer entender a los dirigentes de las izquierdas “lo que no han podido captar por falta de realismo, de técnica, de responsabilidad y, sobre todo, falta de diálogo”.
Son numerosas las reflexiones de Camilo Torres respecto de la unidad popular, progresista y revolucionaria: “Nosotros tenemos que lograr la unión revolucionaria por encima de las ideologías que nos separan, Los colombianos hemos sido muy dados a las discusiones filosóficas y a las divergencias especulativas. Nos perdemos en discusiones que, aunque desde el punto de vista teórico son muy valiosas, en las condiciones actuales del país resultan completamente bizantinas (…) Cuando se nos tachaba de que colaborábamos con los comunistas, yo les contestaba a nuestros acusadores que era absurdo pensar que comunistas y cristianos no pudieran trabajar juntos por el bien de la humanidad y que nos poníamos a discutir sobre si el alma es mortal o inmortal y dejamos sin resolver un punto en que si estamos todos de acuerdo y es que la miseria sí es mortal”.
Más claro aún, manifestó en forma categórica: “Necesitamos la unión por encima de los grupos. Es lastimoso el espectáculo que da la izquierda colombiana. Mientras la clase dirigente se unifica, mientras la minoría que tiene todos los poderes en su mano lograr superar sus diferencias filosóficas y políticas para defender sus intereses, la clase popular que no cuenta sino con la superioridad numérica es pulverizada por los dirigentes de los diferentes grupos progresistas que, muchas veces, ponen más énfasis en las peleas que tienen entre sí que en su lucha contra la clase dirigente”.
Un reciente trabajo del intelectual argentino Miguel Mazzeo sobre el concepto de “amor eficaz” en Camilo Torres, señala: “El amor eficaz también es la expresión de la vocación de poder de Camilo (…) El amor eficaz es el amor con poder. Para realizar el amor hace falta poder: para desestructurar a las clases dominantes, para despojarlas sus privilegios, para enfrentarla en los terrenos que ella misma impone, para que la clase popular pueda hacer y ser. Y para eso era fundamental que esta se unifique”.
Añade: “Esa vocación de poder se manifestó en Camilo en varios aspectos, primero en su posición y su vocación antisectaria. En el marco de la historia de los movimientos políticos populares de Nuestra América (…) la propuesta del Frente Unido (FU) constituye un modelo bien definido de antisectarismo y un intento valiosísimo de construcción de una cultura política unitaria de los y las de abajo (…) Sus saberes teóricos y la experiencia práctica le hacían ver, por un lado los automatismos y rutinas sistémicas que producían y reproducían la unidad en las clases dominantes y por el otro las enormes dificultades de producir y reproducir la unidad en las clases subalternas y oprimidas. Por lo tanto, para la clase popular, la unidad en la diversidad era indispensable. Por eso el FU no persiguió la homogenización de sus componentes”.
En ese contexto, Camilo estaba en oposición abierta a “las posiciones ideologicistas”, que “que inspiradoras de acciones, proyectos e identidades colectivas, se convierten en la justificación de sectas que no hacen más que reforzar la dispersión de los y las de abajo que el capitalismo produce y reproduce”.
Luego que Camilo Torres partió de este mundo, Daniel Viglietti escribió una impresionante canción de homenaje, bautizada “Cruz de Luz”, que Víctor Jara se encargó de popularizar en su disco “Pongo en tus manos abiertas”. Allí se proclama que “Camilo Torres muere para vivir”. Así sea.
Víctor Osorio
El autor es periodista y ex Ministro de Estado
Santiago de Chile, 5 de febrero 2019
Crónica Digital