La manifestación nacional del Día Internacional de la Mujer, es sin duda el hecho político que inició el año 2019, opacando los festejos que tenía preparado La Moneda, para resaltar los supuestos éxitos del primer año del segundo gobierno del presidente Sebastián Piñera.
La magnitud de la participación femenina y popular en las marchas, y la denominada huelga, constituyó una sorprendente (para algunos) muestra de la capacidad de convocatoria y de organización de las entidades femeninas agrupadas en la Coordinadora 8M, y de la justicia, actualidad y perspectiva de la plataforma que expresaron las y los manifestantes.
Se trata, qué duda cabe, de una fuerza social y política en marcha, de rechazo del modelo y por lo mismo, un factor de cambio.
Claramente, las demandas de fin a la violencia de género, el derecho al aborto libre, el fin de las AFP, una nueva ley de migración, una educación no sexista y “desmercantilizada”, “construir memoria feminista, antirracista, antipatriarcal, anticolonial, anti capitalista, una nueva ley de medios, ·”desmilitarización del Wallmapu” (territorio mapuche), motivaron el medio millón de chilenas y chilenos que salieron a las calles de todo Chile a manifestar demandas democráticas y de género y señalar su determinación a organizarse y luchar por ellas.
Así, este 8 de marzo de 2019 marcó un punto de inflexión no solo en las luchas del feminismo nacional, cuyo desarrollo es parte de la historia política del país y del mundo, sino que en la conciencia y lucha democrática general de la ciudadanía.
Ello explica, tanto la desacreditación que se intentó por el gobierno y la derecha, como el burdo y hasta patético intento de tergiversar el carácter de su expresión, suponerle aviesas intenciones conspirativas, y por otro lado ante la contundente realidad, pretender manipular y poco menos que apoderarse de su magnitud y demandas.
No se podía esperar otra actitud a quienes como el propio presidente ha dado muestras de su verdadero rostro machista y reaccionario, como se recuerda con dos episodios cuando era candidato presidencial, en 2017, y aún antes, en 2011, cuando ocupaba el sillón presidencial en La Moneda.
En junio de 2017, durante un acto proselitista en Linares, Piñera se quiso lucir ante su público, mostrando un burdo sentido del humor, haciendo referencia a un chiste que supuestamente le habían relatado recién. Dijo: “Bueno muchachos, me acaban de sugerir un juego muy entretenido. Es muy sencillo. Todas las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas y todos nosotros nos tiramos encima y nos hacemos los vivos”.
Y para que se constate que ese “humor” es parte de su carácter misógino (desprecio por las mujeres, o aversión, según el diccionario Larousse)los medios recordaron cuando lanzó en 2011, siendo presidente, otra frase “ingeniosa”: “¿Sabe Usted cual es la diferencia entre un político y una dama?. Cuando el político dice que ‘sí’, quiere decir, ‘tal vez’ y cuando dice ‘tal vez’ quiere decir que ‘nó’, y cuando dice que ‘nó’, no es político. Cuando una dama dice que nó’, quiere decir ‘tal vez’, cuando dice ‘tal vez’, quiere decir que ‘sí’ y cuando dice que ‘sí’, no es una dama”.
Por ello, cuando hoy desde La Moneda se sigue hablando de “la politización” de las demandas, de una supuesta “instrumentalización”, y “aprovechamiento” de las demandas con oscuros fines “ideológicos» y además de manera oportunista buscan “descafeinar“ las demandas e incluso “apoderarse” de sus contenidos, asistimos a un espectáculo grotesco de simulación hipócrita.
Cada iniciativa, proyecto que sale del Gobierno tiene en cuenta, como lo hizo evidente el propio presidente con el lanzamiento de la campaña presidencial con vista a las elecciones de 2022, (además de las de gobernadores, alcaldes, concejales, cores y parlamentarios), un objetivo proselitista y político,
(“Los ladrones piensan que todos son de su condición”, dice un proverbio popular, y se agrega(… y el mentiroso, el hipócrita yel manipulador).
La Coordinadora 8M deberá entrar ahora en un profundo y creador proceso de análisis de la fuerza que han generado en la sociedad chilena.
Se trata de una fuerza social, política, de género, cultural, que debe convertirse en un hecho histórico, en un potencial social, contra el cual conspirarán como es de esperar las fuerzas políticas, culturales, mediáticas, y hasta religiosas que representan el integrismo, el conservadurismo, la derecha, el atraso, y en definitiva el machismo, la misoginia, y lo reaccionario.
Aunque debemos advertir, o reconocer, que el machismo tiene muy diversas formas de expresión en la sociedad, en la propaganda, en la educación, en el sistema de valores tanto como en la discriminación en las oportunidades, sueldos y derechos.
Los desafíos son indudables, pero no hay que caer en una caricatura del fenómeno que se está instalando en nuestra realidad, en la desfiguración, la banalización, o la farandulización de un hecho social y político, cultural e ideológico que la manifestación de este 8 de marzo de 2019 ha instalado en el escenario nacional, en sus contenidos y perspectivas, que pueden ser calificados como fundacionales de una nueva etapa política y social del país.
No entender esta proyección histórica, estratégica, sería rebajar el acontecimiento a una situación coyuntural, a una casualidad histórica, a una manifestación humoral, un mero estado de ánimo estimulado por una agitación artificial.
Y mucho peor, pretender manipular, tergiversar o manipular sus contenidos y proyección histórica, sería más que un error de torpeza de análisis sociológico, político e histórico. Sería simplemente, una estupidez mayúscula.
Tampoco se trata, por supuesto, de una confrontación mujeres-hombres.
El 8 de marzo de 2019, es el resultado de décadas de lucha valiente, esforzada de generaciones de precursoras, de feministas, demócratas, patriotas que enarbolaron esas banderas de liberación. Y de los líderes sindicales, de intelectuales, de políticos, que acompañaron y entendieron la justicia de sus demandas, como parte inseparable de las aspiraciones y objetivos de los trabajadores y del pueblo, de la democracia, más allá de la diferenciación de género.
El rol subordinado, doméstico, reproductor, de las mujeres en las diversas civilizaciones o culturas, estadios del desarrollo de la humanidad, es una construcción histórica, que acompaña la conformación de la sociedad de clases, y el desarrollo de las formas de dominación social que luchan y expresan contradicciones políicas económicas y sociales, según lo expuso Friedrich Engels, en 1884, en su obra clave “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”.
La situación desmedrada, la violencia en su contra, la discriminación en todos los terrenos: laboral, profesional, ingresos, legal, sexual, educacional, familiar, cultural, religiosa tiene origen el desarrollo de la sociedad humana, de las leyes de la propiedad y el desarrollo de un modelo de explotación y apropiación capitalista, que genera intereses, un modelo ideológico, político y cultural dado. Y por lo consiguiente, la defensa de esos intereses creados en beneficio de herencias, riquezas, dominio del modelo de familia y organización de la sociedad.
Este es el origen profundo, sistémico de las contradicciones de género, de su historia y de expresión actual. Marca también la perspectiva, condiciones y formas de las luchas futuras.
De manera que cuando se ve a un Piñera o los artífices del modelo -desde la colonia, la sociedad rural y la dictadura hasta hoy- lamentarse por la violencia contra la mujer y anunciar medidas contra la violencia intrafamiliar- en particular hacia la mujer, no se puede olvidar ni dejar de lado que esa violencia es parte y consecuencia del modelo para el cual la mujer es meramente reproductora, guardadora del hogar, o el “refugio del guerrero” y cuando más, modelo u objeto de atracción mercantil o del deseo.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 17 de marzo 2019
Crónica Digital