Durante los últimos meses hemos sido sorprendidos por la decisión del Papa Francisco, de remover de sus cargos a altos dignatarios de la Iglesia Católica chilena, luego de una serie de investigaciones tanto eclesiales como judiciales que se venían realizando desde hace bastante tiempo, motivadas por una cada vez mayor cantidad de denuncias por abusos sexuales de parte de algunos miembros del clero nacional.
Esta situación, que cubrió de vergüenza a los católicos de Chile, fue la culminación de un proceso de menoscabo de esta fe que se venía desarrollando a lo largo de varios años, provocada paradójicamente, por el propio clero de esta Iglesia. Si bien es cierto que esta situación no se ha dado exclusivamente en Chile, sino también en varios otros países del orbe, lo vivido en el nuestro fue muy penoso para los católicos nacionales al ver que sus líderes espirituales fueron duramente sancionados por sus repudiables actos, ya sea por participación directa o por encubrimiento.
Las encuestas de los últimos meses han mostrado una disminución de la feligresía católica en la asistencia y participación de sus actividades religiosas. Frente a esto, cabe hacerse la pregunta: La fe católica ¿está en decadencia?
No creo que exista tal disminución, pues la inasistencia a participar de las actividades religiosas no implica, necesariamente, una disminución de esa fe, sino que se ve más bien como un castigo por parte de los católicos profesantes a la iglesia de la que ellos forman parte. En otras palabras, la feligresía católica sigue intacta, solo que una parte de ella al margen de los templos que la cobija, hasta que se haga la “limpieza” que esperan.
Se podría suponer que esta disminución de los miembros profesos de la Iglesia Católica, hubiese provocado un aumento de fieles en otras iglesias cristianas, principalmente las evangélicas o protestantes. Pero las encuestas indican que el porcentaje de disminución de miembros en el catolicismo criollo no es equivalente al aumento de miembros en el mundo evangélico del país. Ante esta realidad, nace la pregunta: ¿Por qué no han migrado al mundo evangélico los católicos profesantes que se alejaron de su iglesia madre?
Desde el mundo evangélico se acusa a la Iglesia Católica de corrupta, podrida, e idólatra, sindicándola como la “gran ramera” mencionada en la Biblia. Pero ¿están las iglesias evangélicas y protestantes libres de pecado? Sin duda que no, ya que constantemente vemos a través de los medios de comunicación a líderes espirituales evangélicos acusados de abusos sexuales, sectarismos esclavizantes o estafas por dineros mal habidos. Así, pecados que la fe cristiana enseña y exige cumplimiento, vemos que los están realizando quienes debieran dar testimonio vivo de lo que profesan.
Esta contaminación y corrupción del cristianismo ha salpicado a las principales iglesias que profesan esta fe, siendo esta inconsecuencia entre lo que predican y lo que practican, la principal causa de la disminución de la fe cristiana en el país.
No deja de ser notable que uno de los países con mayor disminución del cristianismo, en todas sus corrientes de expresión, sea precisamente nuestro Chile, y la culpa de ello no viene de religiones no cristianas o de corrientes filosóficas, políticas o existenciales que se estuvieran expandiendo, sino que la culpa está en los propios líderes cristianos que se han corrompido moral y materialmente.
Por Juan Carlos Favreau.
Santiago, 19 de abril 2019.
Crónica Digital.