Por Marcel Garcés Muñoz
La lectura por cadena nacional de TV de la segunda cuenta del Presidente Sebastián Piñera sobre el estado de la Nación, se convirtió, como era de esperar, en un nuevo paso del verdadero proyecto político del gobernante, de su coalición y una especie de Santa Alianza de poderes fácticos, medios empresariales, y algunos “iluminados” instalados en el Segundo Piso de La Moneda: refundar el país bajo las banderas del totalitarismo, el populismo, la represión, el libre mercado, la dictadura del libre mercado, es decir una versión 2.0 del neofacismo.
Lo que busca la derecha política y económica es instalar un modelo económico y social, en cuya cúspide comandará el país, una corte de oligarcas, en el mejor sentido de los mecanismos antidemocráticos del poder, sin contrapeso alguno, sin las molestias de parlamentos representativos de los ciudadanos,, sin ese ejercicio de recoger la opinión resultante de la discusión y aprobación parlamentaria, enriquecida por la opinión de especialistas, el conocimiento y la experiencia de los colectivos ciudadanos, del pueblo, de los trabajadores, de los estudiantes o las organizaciones sociales, que aportan aunque sea por el mero hecho de disentir de la verdad oficial.
Es decir lo que esta en riesgo es el respeto a la institucionalidad democrática que tan caro ha costado a los ciudadanos, en Chile y en el mundo.
La intención totalitaria que se evidencia en cada párrafo del Mensaje, junto con la criminalización y la caricaturización de la oposición política y social, y de las expresiones de protesta y legítimas demandas de la ciudadanía, no es un simple recurso demagógico de un caudillo que se cree ungido por la Divina Providencia para cumplir la supuesta misión de conducir a un país y sus ciudadanos a los famosos, pero cada día más lejanos “tiempos mejores”.
Como elemento insoslayable de dicha estrategia están las amenazas a la sociedad, a los que se descalifica como interlocutores válidos.
A los mapuches que reclaman por sus tierras ancestrales y sus derechos, se les criminaliza como “terroristas”, o se proyecta una imagen de “insurgentes”. A los estudiantes se les trata de “delincuentes”, “violentistas”, “encapuchados”, a los huelguistas y manifestantes se trata de “saboteadores” de la economía nacional o del orden público y se amenaza constantemente a los chilenos con una “tolerancia cero” o la aplicación de la “todo el rigor de la fuerza de la ley”.
La intolerancia, la soberbia, el desprecio por el pueblo deliberante, asoman en la retórica, las decisiones y hasta en los gestos de los gobernantes y de la derecha y de unos cuantos líderes empresariales.
Chile, según el Mensaje, se ha convertido entonces en una sociedad amenazada por la sospecha, por la descalificación, la vigilancia policíaca, una dictadura totalitaria en ciernes.
El riesgo va en serio. El desprecio a las instituciones y prácticas de la Democracia es más que evidente. Y el espíritu y la letra de la retórica presidencial es una especia de “voz de orden”, para esta etapa de guerra sicológica, que como sabemos por la experiencia, precede a la guerra en serio, prepara, ablanda, machaca a la Opinión Pública y perfila la represión que también Chile conoció en su rostro más criminal, de 1973 a 1990.
El libreto de los propagandistas de Palacio contempló como una maniobra distractora o como un caramelo envenenado, la propuesta de rebajar el número de senadores a 40 y de los diputados a 120, reviviendo el añorado parlamento del sistema binominal, ideado por los “constitucionalistas” de la dictadura del pinochetismo para garantizar la unanimidad y el sistema de orden y mando del tutelaje dictatorial.
Se trata de una nueva fase de la operación iniciada por la propaganda de Pinochet de descalificar a los “señores políticos”, para eliminar del escenario a la democracia representativa, participativa, es decir instalar a unos diputados y senadores designados a dedo por los servicios de inteligencia militar y los secuaces serviles, perdón quise decir “civiles”, como legisladores de pacotilla para un Congreso irrelevante.
Resultaron por ello patéticas las muecas de entusiasmo de los diputados y senadores derechistas en actual ejercicio, que se sienten y son en los hechos, herederos de esos ”designados”, por los torturadores de la dictadura y por los grupos económicos nacionales y extranjeros que se sirvieron de las fuerzas Armadas y los verdugos, para restablecer el orden económico y su poder político, y que aplaudieron con “Vivas” y “Hurras”, su virtual velorio.
Pero hay más, a propósito del Mensaje.
No se puede entender el tono redentorista y autocomplaciente acerca de los supuestos éxitos de los 15 meses de gobierno piñerista, sin un contraste con la realidad, sin la pretensión revanchista de la contrareforma neoliberal, sin el ataque a los avances no solo del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet- una constante en su propaganda y su retórica- sino de los logros de la recuperación democrática antidictatorial.
Pero tampoco se puede eludir en el análisis, el inocultable y creciente rechazo ciudadano a la gestión del Gobierno Piñera y de la derecha política y económica, que surge objetivamente en la base social. En los ciudadanos, en la calle, en el estado de ánimo nacional.
Y esto, sea dicho no de paso, debiera constituirse en incentivo más que como un insumo, en las dirigencias de la oposición, para la elaboración de sus estrategias y prácticas políticas.
Claramente la opinión pública, los ciudadanos, la gente de a pié, han dado también su veredicto.
El segundo mensaje presidencial, con toda la parafernalia televisiva, la búsqueda de un horario “prime” y una puesta en escena que contempló incluso una claque en las tribunas, se dio y con razón, en medio de un generalizado rechazo ciudadano, estampado en las peores cifras de confianza al presidente, al gobierno y a las instituciones del Estado.
De acuerdo a un sondeo de la encuestadora CERC-Mori, correspondiente al mes de mayo 2019 la aprobación al Ejecutivo se situó en un 27 por ciento, registrando una caída de 17 puntos porcentuales respecto a abril de 2018, en tanto la desaprobación al Gobierno, en el mismo periodo, aumentó de un 38 a un 63 por ciento.
La encuestadora constata un desplome de la confianza en las instituciones entre abril 2018 y mayo 2019, “como no había sucedido desde que empezamos a medir en 1990”.
“La confianza se desploma entre 2018 y 2019, en el primer año de la segunda Presidencia de Sebastián Piñera, registrando su momento más negro desde que comenzáramos a medir en 1990”, establece el estudio.
Estas cifras “negras”, también pueden estar entre los fundamentos del nerviosismo que comienza a aquejar a La moneda y sus mandantes- los intereses de los grupos económicos nacionales y extranjeros, el poder imperial, la derecha internacional- pueden estimular la tentación totalitaria que parece estar afectando al Gobierno, y podría explicar su apresuramiento en desarrollar su estrategia populista y totalitaria.
La oposición, todos los sectores democráticos y organizaciones sociales, los ciudadanos, la calle, deberán tener en cuenta esta crítica situación para la democracia y desarrollar una política, en conjunto con la sociedad, para prevenirla y frustrarla.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 6 de junio 2019
Crónica Digital