Hace 48 años: la ruptura de la Democracia Cristiana y el desafío de la unidad del pueblo

Cuando el Presidente Salvador Allende aún no cumplía un año en La Moneda, el Partido Demócrata Cristiano (PDC) se vio enfrentado a un dilema político que tuvo efectos de enorme envergadura histórica: asumir, coherentemente, la perspectiva de “unidad social y política del pueblo” o, con la excusa de un “camino propio”, pavimentar el camino de la derecha.

El PDC había proclamado, en la Junta Nacional del 15 de agosto de 1969, la candidatura de Radomiro Tomic a la Presidencia de la República, para dar continuidad a la administración de Eduardo Frei Montalva. Una de las proposiciones fundamentales de la postulación de Tomic era la necesidad de “unidad social y política del pueblo” (es decir: una convergencia del centro y la izquierda) como condición para los cambios estructurales que consideraba necesarios: “No me tiembla la voz para decirlo: o la Revolución Democrática y Popular dando forma a un inmenso esfuerzo de participación del pueblo para que Chile alcance otro horizonte y un nuevo destino, o el colapso institucional dividirá gravemente a los chilenos”.

El programa de Tomic, “Tarea del Pueblo”, consideraba agotado el capitalismo y planteaba una “revolución chilena, democrática y popular”, mediante un proceso de participación de trabajadores, pobladores, campesinos, mujeres y jóvenes. Proponía nacionalizar el cobre, estimular a la empresa estatal y comunitaria como ejes del sistema productivo, y una reforma al sistema bancario y financiero. Según el propio Tomic, era “un esquema tajante de sustitución del capitalismo”, con “más de un 90 por ciento de coincidencias con el de Salvador Allende”.

Tras la elección de Allende en las urnas el 4 de septiembre de 1970, era imprescindible que fuera ratificado por el Congreso Pleno, para lo que era determinante el respaldo del PDC. La Junta Nacional de la colectividad se desarrolló a comienzos de octubre con la presencia de más de 500 delegados del país. Por 271 votos contra 191 y 91 abstenciones, se impuso la propuesta de apoyar a Allende sobre la base de un Estatuto de Garantías, lo que permitió que fuera proclamado oficial y formalmente Presidente de la República. El 4 de noviembre, se celebró el traspaso de mando.

Luego de las elecciones municipales de abril de 1971, en el Consejo Plenario Nacional del PDC que fue efectuado en Cartagena el 8 y 9 de mayo de ese año, la colectividad reafirmó su carácter “revolucionario” e indicó que luchaba por una sociedad socialista comunitaria.

No obstante, el PDC sufrió un viraje definitivo hacia la derecha luego del asesinato del ex ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic, el 8 de junio. La primera expresión visible del cambio de orientación fue la elección complementaria de un diputado por Valparaíso, el 18 de julio, en la cual la derecha respaldó al candidato del PDC, Oscar Marín, quien logró 141.450 votos (50,16%), contra 136.813 (48,5%) del socialista Hernán del Canto.

Muy poco después, el 24 de julio, se realizaría una reunión ampliada del Consejo Nacional en Las Vertientes, con el propósito de examinar el período transcurrido entre el Plenario de Cartagena y las elecciones de Valparaíso. Bosco Parra Alderete, entonces director del Departamento Técnico, formuló el siguiente voto político:

La Democracia Cristiana, después de haber analizado la situación política actual, llega a la conclusión de que adquiere un nuevo y urgente vigor la tesis de la completa unidad social y política del pueblo. Para llevarla a cabo, el partido:

  1. Asegura al país que no tendrá más alianzas directas o indirectas, tácitas o explícitas, con el Partido Nacional y con las otras fuerzas de derecha.
  2. Prohíbe a sus militantes, a partir de ahora, tomar iniciativas que puedan dar origen a acciones comunes con la derecha.
  3. Tiene confianza en que las masas populares, frente a la claridad de nuestra decisión, condenarán cualquier actitud sectaria que haga difícil alcanzar los objetivos unitarios.

El debate continuó en Santiago el día 27. La votación final se produjo en torno a dos votos políticos: uno presentado por Renán Fuentealba y el formulado por Bosco Parra. Fuentealba sostenía que se respetarían los acuerdos de Cartagena, pero al mismo tiempo rechazaba “el espíritu absorbente, totalitario y excluyente” de la UP. Junto a ratificar el espíritu de la tesis del “camino propio”, con ambigüedad sostenía que las coincidencias “eventuales” con la derecha no tenían ninguna proyección política más allá de los hechos que las habían provocado.

Fuentealba obtuvo diez votos, mientras que Parra sólo cuatro.

Bosco Parra decidió entonces renunciar al PDC, colectividad en la que era considerado uno de los principales ideólogos, junto a su amigo Jaime Castillo Velasco. “No fue aceptada nuestra proposición. Ello significa que la Democracia Cristiana rehúsa enfrentar un proceso de derechización creciente de su base de apoyo”, señaló al comunicar su decisión. Ello provocó una sucesión de renuncias a la colectividad falangista, generándose las bases para la creación de la Izquierda Cristiana de Chile.

En una entrevista a revista “Punto Final”, Parra manifestó que la perspectiva del cambio radical de la sociedad “no puede construirse sino con la completa unidad social y política del pueblo trabajador y de todas sus familias de pensamiento”.

El 6 de agosto se sumaron a la nueva fuerza importantes cuadros del MAPU, entre ellos el senador Rafael Agustín Gumucio y Jacques Chonchol, uno de los promotores clave de la reforma agraria, además de precandidato presidencial de la UP en 1969. Tiempo después, Chonchol explicó a la revista “Chile Hoy” que “el proceso de construcción del socialismo en Chile obliga a la unidad del pueblo”, asumiendo que la Izquierda Cristiana era un aporte a ese propósito. En el libro “Apuntes de Medio Siglo”, Gumucio aseveró: “La tarea que se impuso (la Izquierda Cristiana) fue más realista: trabajar por superar el problema político que significaba la división del pueblo provocada por el sectarismo”…

Luego de esta división del PDC, la Izquierda Cristiana se incorporó a la Unidad Popular, en consistencia con su opción por el camino de la “unidad social y política del pueblo”. La Democracia Cristiana, en cambio, pasó del discurso del alegato por el “camino propio” a la convergencia con la derecha a finales de 1972 en la Confederación Democrática (CODE), para concluir respaldando institucionalmente, su mesa directiva y principales portavoces, al golpe de Estado y a la dictadura que se impuso sobre las cenizas de la democracia en Chile.

Raúl Reyes Suzarte fue uno de los fundadores de la Izquierda Cristiana en 1971 y que había sido un destacado cuadro del PDC y su Juventud. Me contó que el día del golpe de Estado, luego de los postreros intentos de organizar la resistencia en la industria Fensa del Cordón Cerrillos en Maipú, recordó la lapidaria frase de Tomic: “Cuando se gana con la derecha, la que gana es la derecha”. Es bueno hoy recordarlo. Como también es positivo recordar que la Izquierda Cristiana nació para aportar a la unidad social y política del pueblo.

Imagen: Memorias del Siglo XX.

Por Víctor Osorio. El autor fue presidente de la Izquierda Ciudadana.

Santiago, 15 de Julio 2019.

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