Las sanciones impuestas por el gobierno de Donald Trump hacia Irán y su luz verde a entregar material fisionable a Arabia Saudita, reavivaron la carrera por la obtención de tecnología nuclear y su producto más temido, bombas atómicas.
Un informe del Comité de Supervisión del Congreso de Estados Unidos apunta que, con respecto a Riad, Washington eliminó las líneas de separación entre la política gubernamental y los intereses corporativos.
El texto plantea dudas sobre si la Casa Blanca está dispuesta a colocar las ganancias potenciales de los amigos del presidente por encima de la seguridad nacional del pueblo estadounidense y del mundo con la propagación de armas nucleares.
La Casa Blanca parece comprometida a permitir la transferencia de tecnología nuclear sensible sin exigir que Riad cumpla con los requisitos legales de no participar en actividades que puedan conducir a la proliferación nuclear, de acuerdo con el reporte.
Y de otro lado, Irán anunció que retrocederá en una serie de compromisos del Plan de Acción Integral Conjunto (Jcpoa) si el resto de los firmantes del también llamado acuerdo nuclear, del que se salió Estados Unidos, no asume la parte que le corresponde ante las medidas de Washington.
El país de los persas superó lo estipulado en el Jcpoa cuando comenzó a producir mayor cantidad de uranio enriquecido a 3.67 por ciento y de agua pesada, aunque con apego a los artículos 26 y 36 de la anuencia que le dan derecho a hacerlo si las otras partes reintroducen sanciones relacionadas con la energía nuclear.
De momento, las políticas erráticas sobre proliferación nuclear que ejecuta Trump están empujando a Medio Oriente hacia una peligrosa competencia nuclear entre Arabia Saudita e Irán.
Las aspiraciones nucleares de ambos países no son nuevas, en tanto que en el caso de Irán se remontan a 1967 durante el gobierno del Sha Mohammad Reza Pahlevi.
Mientras, Arabia Saudita comenzó en la década de 1960, pero con un potencial modesto hasta fines de la década de los años 70 del siglo pasado.
En 2017, bajo el liderazgo del rey Salman y su hijo, Mohammed bin Salman, Riad se tomó en serio la construcción de un reactor nuclear para lo cual puso una licitación que los estadounidenses ahora esperan ganar sobre Francia, Corea del Sur, China y Rusia.
Por acusaciones de adquisición ilegal de tecnología, a ambos países los han sometido a inspecciones que Teherán asumió en toda la línea, pero Riad, no.
Las instalaciones iraníes se han sometido a intenso escrutinio desde la década de los años 90 y mucho más después de la firma del Jcpoa en 2015.
El acuerdo sellado entre Irán y seis potencias mundiales tenía el objetivo de amortiguar las ambiciones nucleares de la República Islámica e indirectamente las del Reino saudita, de acuerdo con Al Jazeera, y aportar una solución a la controversia nuclear.
Empero, nunca convenció a Arabia Saudita de la desaparición de la presunta amenaza iraní.
Miembros de alto rango de la familia real saudita, entre ellos el príncipe Turki al Faisal, criticaron el acuerdo y advirtieron que podría desencadenar una carrera nuclear en la región, en la cual, por cierto, solo Israel posee esa arma destructiva, pero nadie lo inspecciona ni critica.
La controversia ahora se ve reforzada con la política exterior de Trump, al legitimar las aspiraciones de Riad por conseguir un programa nuclear completo al abrir puertas para la obtención de tecnología sensible que podría usarse para producir armas.
Irán nunca mostró interés por fabricar ese tipo de armamento y no ha dirigido, como lo confirman una docena de inspecciones de la Organización Internacional de Energía Atómica, sus investigaciones hacia objetivos militares.
Sin embargo, es posible que la presión máxima estadounidense por una transferencia a Arabia Saudita de tal tecnología prenda la mecha de un polvorín del que nadie se va a salvar.
Con una política mal orientada y destinada a favorecer a sus socios, Trump alienta una carrera nuclear y socava el régimen internacional de no proliferación.
Desde que las potencias nucleares acordaron en la década de los años 60 del siglo XX frenar la propagación, varios países la violaron y pese a poseer una industria bélica atómica, ni Israel, India o Pakistán, los transgresores, enfrentaron graves consecuencias.
El doble rasero del jefe de la Casa Blanca es notorio con un acercamiento a la normalización de relaciones con la República Popular Democrática de Corea, que probó y detonó esos dispositivos, y al mismo tiempo que ordenó la retirada de un acuerdo nuclear con Irán que sí cumplió con todo lo acordado.
De tal manera que Washington destruyó un convenio apoyado con amplitud por la comunidad internacional y ahora favorecerá intereses comerciales de cercanos al magnate republicano y a un lado de los rivales de Medio Oriente.
*Corresponsal de Prensa Latina en El Líbano.
Beirut, 22 de agosto 2019
Crónica Digital /PL