Por Pablo Monje-Reyes: Retorno a lo político; la movilización popular en Chile

Pablo Monje-Reyes

Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas

Magister en Gestión y Políticas Públicas 

Cada vez que escuchamos opiniones en medios de comunicación, ya sea en televisión o de radio en vivo de ciudadanos o ciudadanas típicos que caminan por cualquiera de nuestras calles acerca de la “crisis” que se vive en nuestro país, nos sorprendemos por la lúcida claridad de sus ideas, argumentos y demandas. Muchas de esas opiniones -la inmensa mayoría- no condenan para nada las movilizaciones, pese a periodistas que inducen abiertamente con sus preguntas a condenar la violencia y la movilización con el objetivo obvio de comenzar a construir la deslegitimización política de la protesta. Pero, esto será muy difícil, el pueblo retornó a lo político, retornó al debate, retornó a la lucha. Un dato relevante, en la última encuesta Pulso Ciudadano, el 70,6% de las y los encuestados manifiestan que no terminarán las manifestaciones con la implementación del “acuerdo por la paz social” que propuso el gobierno de Piñera. Está claro que quién intente por un medio u otro incidir negativamente en las posiciones logradas hasta hoy por las manifestaciones no le irá nada de bien.

¿Qué ha sucedido con los chilenos y chilenas? El modelo político chileno sustentado en un neoliberalismo extremo, exigía a las personas sacrificarse todo lo que pudieran a cambio de la promesa de terminar siendo ricos en las últimas etapas de sus vidas. Después de 40 años, las personas se dieron cuenta que solo algunos, unos muy pocos privilegiados recibían a manos llenas los beneficios del modelo, y esa minoría ha acumulado y sigue acumulando riquezas escandalosamente obscenas. En cambio, los de abajo, el pueblo, la inmensa mayoría de la población, comienza a hacer conciencia y certeza de que lo único que ha logrado acumular son deudas, sacrificios y más deudas, y que la tierra prometida de las riquezas, del buen pasar y de la prosperidad, era un espejismo definitivamente inalcanzable.

Los núcleos familiares a la vuelta de varios años se enorgullecían de que uno de sus hijos o hijas asistían por primera vez a la universidad, pero al pasar del tiempo, esos títulos y diplomas no le han sido útiles para llegar a la cúspide social como se lo prometieron, por el contrario, se dieron cuenta amargamente que en esta sociedad de clases como la chilena lo que verdaderamente importa no es el estudio, sino el nombre, el apellido, las redes sociales y familiares, el “colegio” desde donde se proviene. Lo peor de todo, es que esa juventud ingenuamente ilusionada terminó endeudada por 20 o más años para pagar los estudios realizados, y quedar hipotecados de por vida al haber adquirido una escala al éxitos que terminaba siendo a la hora de la verdad, una vulgar estafa.

A los trabajadores y trabajadoras de los años ochenta les prometieron que jubilarían con su mismo sueldo y que no tendrían de qué preocuparse, las AFP eran una maravilla, un invento mágico, la fórmula perfecta. La gente forzadamente tuvo que creer y no tuvo otra alternativa, hoy día, las jubilaciones que perciben son una miseria que no les alcanza para vivir y ni siquiera para llegar a fin de mes digna y decentemente. Los jubilados pasan a ser carga de sus hijos, que a su vez, están sobreendeudados por sus propios estudios  y sus propios dramas familiares.

Los abusos sistemáticos y permanentes de las grandes empresas de servicios como salud, educación, productores de bienes de primera necesidad y distribuidores como supermercados (confort, pañales, medicamentos), trajeron consigo que las personas se dieran cuenta que el Estado en nada las protegía de los abusos groseros de estos dueños del poder económico. Consorcios que se benefician del capital y que colocan en sus AFP en un tejido perverso de negocios que, además, crean universidades privadas y se compran canales de televisión y periódicos, como estrategia cultural global para dominar a las personas para que no perciban el abuso permanente del modelo neoliberal que les afecta y los usa. Así, dejamos de ser ciudadanos para sólo ser consumidores.

De la misma manera, las personas percibieron los abusos y la sobreexplotación laboral, todos y todas saben en la práctica cómo las empresas ganaban ocultando las ganancias o la rentabilidad omnipotente que obtenían para no pagar y escamotear pequeñas gratificaciones, o que maquillaban sus resultados para que en las negociaciones colectivas en vez de ganar un poco más, los trabajadores salieran para atrás nuevamente. No es casualidad que los empresarios siempre han querido no tener sindicatos en sus empresas y han influido financiando campañas políticas de parlamentarios y presidentes, con el objetivo claro de detener las presiones por legislación en pro del fortalecimiento de la sindicalización y el derecho a huelga. De esta y muchas otras maneras, detener cualquier atisbo de redistribución de la riqueza.

En síntesis, las personas, el pueblo de Chile, tomó conciencia de que el modelo socio político y económico chileno de carácter neoliberal los ha perjudicado grave y fatalmente en sus expectativas de avanzar socialmente por medio de la educación; en las proyecciones de su legítimo y necesario  descanso después de haber entregado una vida al quehacer laboral; víctimas permanentes como consumidores sin protección ante el abuso de las grandes empresas; como trabajadores y trabajadoras que han sido humillados y explotados laboralmente durante los últimos 40 años.

Esto es lo que hoy el pueblo chileno, el ciudadano común tiene nítidamente claro en su conciencia y en su hablar. También tiene claro quienes han sido los responsables, por un lado los empresarios que han amplificado su riqueza a partir de estos abusos, y los políticos, primero los de derecha que fundaron el modelo y, posteriormente, los socialdemócratas que lo administraron. Esta es la verdad que se ha cristalizado en la conciencia del pueblo chileno hoy y que claramente no parará de protestar hasta ver que todo cambie. Esto es retornar a lo político desde el pueblo, desde los desposeídos que están dejando definitivamente atrás la pesadilla del neoliberalismo en Chile.

Santiago de Chile, 21 de noviembre 2019
Crónica Digital /PL

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