Sáb Mar 14 , 2020
Han trascurrido 35 años. Un destartalado bus, atestado de miembros de las comunidades cristianas de Pudahuel, se desplazaba rumbo hacia el sector poniente de Santiago desde la Población La Victoria. La mayoría eran jóvenes. Un sacerdote los acompañaba. “¡Mariano, muestra el óbolo de San Pedro!”, le gritó el Quique desde un extremo a otro del vehículo. “¡Muéstralo tú, pues huevón!”, fue la inmediata respuesta del aludido, muerto de la risa. El diálogo fue acompañado por sonoras y generalizadas carcajadas. Era comienzos de abril de 1985, era un Viernes Santo. El interpelado era, por cierto, el sacerdote Mariano Puga Concha. Por entonces, estaba a cargo del trabajo pastoral en la Población Digna Rosa de la entonces comuna de Pudahuel. Así recuerdo hoy a Mariano: irreverente y deslenguado, siempre sonriente y derrochando optimismo pese al terror que había tomado por asalto el país, estableciendo relaciones de horizontalidad y rompiendo toda solemnidad jerárquica. Además, irradiaba bondad desde el momento mismo de conocerlo: tenía un aura que los cristianos bien pueden identificar como santidad. El autor de la insolente y herética broma era Moisés Mancilla, el Quique, un joven de la Población Sara Gajardo que desde que nació había tenido la pobreza extrema por escenario de vida, que en 1983 había salido del submundo marginal de la pequeña delincuencia y se había convertido al cristianismo de liberación que descubrió en la Parroquia de su barrio y en la Izquierda Cristiana. Unos cuatro meses después, el Quique se arrancó la vida en su casa, en Sara Gajardo con Neptuno, agobiado por el hambre e inmediatamente después que fuera una vez más detenido por la Central Nacional de Informaciones (CNI). El bus transportaba a una parte de los que ese Viernes Santo habían participado en el Vía Crucis que todos los años, desde 1980, desarrollaba en una de las zonas de Santiago la Coordinadora de Comunidades Cristianas Populares, que había nacido un año antes. En esta oportunidad correspondió la Población La Victoria, pues allí había sido asesinado en 1984 el sacerdote André Jarlan. A cargo de la Parroquia Nuestra Señora de La Victoria estaba otro cura que también se transformó en un símbolo de la Iglesia que resistió a la tiranía, Pierre Dubois, que además era cercano amigo de Mariano Puga. Los Vía Crucis Populares se fueron haciendo crecientemente masivos, pues se convirtieron en un hito del enfrentamiento a la dictadura. Cuando el bus con Mariano comenzó a partir desde el centro de La Victoria hacia Pudahuel, una multitud de pobladores del lugar los despidió cantando: “¡Hasta pronto, compañeros / en la lucha nos veremos!”. En verdad, fue emotivo e impactante. Mariano Puga jugó un papel clave en el nacimiento de la Coordinadora y en el desarrollo de los Vías Crucis Populares. Más tarde, compartió sus recuerdos en dos textos que aportó al libro “Crónicas de una Iglesia Liberadora” (2000). Respecto de los orígenes de la Coordinadora, escribió: “¡Que distante! Hasta yo diría: ¡Que escandaloso! (después de nuestra vuelta a la autoridad verticalista, a la falta […]