La Revolución Cultural y el miedo. Notas de la relación entre lo más grande y lo más pequeño

Lo concreto es tal porque síntesis de múltiples determinaciones y así unidad de lo diverso” (Karl Marx).

Si antes dijimos con la fuerza del pueblo en la calle, que no era de cambio climático, sino de cambio de sistema que se trataba, es aún más fácil que nos entendamos, cuando decimos ahora que el problema no es la enfermedad que provoca el virus, sino el sistema, que ha generado ambos desastres, el más grande y el más pequeño.

Estamos en medio de una revolución cultural. Pero como estamos en el medio y como es revolución, no nos damos cuenta. Durante siglos hemos exiliado al cielo a la metafísica. Ha hecho irrupción entre nosotros, con toda la fuerza que en los sistemas de pensamiento ha caracterizado al cielo, iracundo con truenos y rayos, invisible vino Zeus. 2020, el cielo ha caído sobre nuestras cabezas. Asistimos a la coronación del capitalismo.

Una clara característica de la época del Antropoceno –término en el que la ciencia está enmarcando su discurso en la política para dar cuenta reconocible de los efectos abrumadores del sistema económico que llamamos Capitalismo– es la inesperada velocidad y masividad de la información, que procedente de diferentes fuentes, genera incertidumbre y –descubrimos– interminables formas de control y de malestar.  Al cabo, la alienación o alejamiento de sí mismo, del resto de los humanos y de la naturaleza, siempre ha sido considerada como una enfermedad. Aunque hoy ella se haya entronizado de manera particular, e inmediatamente visible en la sociedad toda.

Con noticias que ocurren a una velocidad nunca antes vista y que provienen de múltiples fuentes, la existencia de organismos universalmente reconocidos por todos los países, como los que dependen de la ONU, que conjugan ciencia, política y economía, nos dan un serio punto de referencia para enmarcar nuestro entendimiento.  Aunque cometeríamos un error si pensáramos que ellos no han sufrido con la ola neoliberal de disminución de recursos que nos afecta ya a todos.

Más allá de sus capacidades para intervenir realmente en los canales que podrían materializar la política internacional a nivel local, los diálogos que tienen lugar en las instancias de trabajo de estos organismos, actúan como momentos fiables para comprender los intentos de política internacional multipolar y nos ayudan a organizar nuestra visión sobre los movimientos sociales que reflejan y cuya dinámica expresan.

Sin embargo, cuando nos golpea la paradoja del ser que no es ser, hasta que no es recibido por tus células, a las cuales convencerá que no son parte de tu organismo, es inevitable que pasemos a un nivel de conciencia superior. Así fuera porque nos estamos acercando a la extinción.

Nos hemos dado cuenta que necesitamos una transformación profunda y que es lógico que un sistema en que el 1% más rico, posee el 80% de los recursos, como resultado de décadas de neoliberalismo y de políticas fiscales que privatizan todo, la educación, la salud, el trabajo, el agua, el aire y el sol, se encuentre al fin de su carrera.

No deja de ser digno de señalar, el cómo frente a los efectos del virus, igual que con los del caos climático, inmediatamente se le haya atribuido, una categoría de “hecho natural”, que como nos afecta a todos, unos más, otros menos, todos nos hayamos visto obligados a suscribir. Como un “desastre natural”, sin ningún problema se introdujo en la conciencia práctica de todos, mientras resulta absurdo que nos preocupemos de los temas políticos, que sin embargo son los que debimos modificar hace tiempo, para que estos fenómenos no ocurrieran.

Luego de un silencio, por demás perfectamente entendible, hemos visto como desde hace un par de semanas, tímidamente, pero con alguna fuerza, empiezan a emerger en las publicaciones nacionales e internacionales, la necesidad de establecer una relación entre la Crisis Climática y lo que bien entendido, es su expresión puntual, la pandemia que mundialmente nos afecta. Si hubiéramos entendido a tiempo que no podemos aumentar las temperaturas del planeta, provocar deforestaciones masivas, encerrar a los animales con criterios industriales, polucionar los mares, generar migraciones, viajes masivos y guerras sin fin, causando transformaciones profundas en los sistemas ecológico sociales, probablemente no tendríamos que afrontar esta realidad.

Aunque el Boletín de los Científicos Atómicos, publicación científica que cada año desde 1947, evalúa cuan cerca estamos todos de la catástrofe global, con el Doomsday Clock, y ha mantenido su línea editorial en que nos informa de la hibridación de militarismo, Cambio Climático y Tecnologías Disruptivas, incorporando a esa problemática general la irrupción de la pandemia (The Bulletin), en nuestro país, hemos vuelto rápidamente al olvido y sólo recientemente, hemos visto algunas referencias a la relación intrínseca que hay entre el Cambio Climático y la irrupción del virus. Sin otro ánimo que el de marcar precedencia, señalemos la publicación en éste mismo medio, digital de un artículo que lo menciona, la declaración de la Mesa Ciudadana de Cambio Climático (CCC), que reacciona a la postergación de la COP26, planteando los temas Medio Ambientales.

El 1° de Abril, la comunidad internacional volvió a sufrir un atraso en sus exigencias de llevar a cabo una acción inmediata y donde nadie quede atrás, en los acuerdos de Cambio Climático, con la postergación de la COP26, y aunque no se ha insistido sobre ello lo suficiente, esto significa también que se retarde el inicio de los acuerdos de Paris, en la reducción de emisiones efecto invernadero, que no sólo debía comenzar este año, (2020-2030), sino que se retarden asimismo los temas que dejó pendientes la presidencia de COP25 de Chile, sobre el libro de reglas al que han de ceñirse los mercados de carbono, que no pudo llevarse a la luz en Madrid, por la oposición de los países que sirven los intereses del petróleo y sus negocios, de incorporar los derechos humanos.

Agua, energía y KC, están inextricablemente vinculados. Así como la extinción de las especies por la modificación de sus hábitats. Entender sus relaciones, así como hacer frente a sus efectos, requiere de una visión holística. Esto se dice fácil y casi se entiende, el problema, es que hemos sido educados, desde nuestra más tierna infancia y hasta los niveles superiores, en una perspectiva disciplinaria que construye sus saberes de manera específica, disciplinaria, separatista y no integrada y como lo decíamos en publicación reciente, poniendo la educación, a las órdenes de un mercado que sirve a la industria tecno militar.

El Caos Climático, ha sido el invitado de piedra a nuestra “pequeña revolución”. En efecto, el haber machacado en los media desde fines de marzo del año pasado, con los efectos desastrosos del Cambio Climático en todo el mundo, tuvo un efecto multiplificador, que está a la base de nuestra Revolución de Octubre. La que recién acaba de dar por terminada oficialmente el presidente, yendo a hacerse una foto a los pies del asesino del Pacífico. Con ayuda del virus (que creó el necesario consenso) y de los militares que volvieron a tomarse el poder so pretexto de emergencia sanitaria, los movimientos sociales fueron derrotados.

Y con ellos, la consciencia que habíamos adquirido del Caos Climático, en el corto período del año pasado… desde marzo a noviembre, cuando el gobierno se vio obligado a llevarse la COP25 a Madrid, marcando definitivamente, el fracaso que no podía sino tener. Hasta que renació en la enfermedad.

El exilio cultural

Por una parte, tenemos que recordar que el Cambio Climático se mantuvo fuera del alcance de la gente durante muchos años. Fuera de las noticias y los media, pero, sobre todo, excluido de la educación, porque ella, al servicio del mercado y sus valores (de muy lógica manera, las humanidades fueron sistemáticamente expulsadas de la educación, reduciendo de manera absoluta los presupuestos destinados a desarrollar una visión que permitiera la posición crítica, que está en la base de una visión sistémica), se hizo eco del negacionismo que promovían las mega corporaciones de HCF. Esta ausencia de conciencia acerca del Caos Climático, se vio en efecto determinada por diversos factores científicos, políticos y económicos.

Me atrevo a postular que una razón de base, que dividió nuestras opiniones, fue que las izquierdas, históricamente derivadas de corrientes racionalistas y mayoritariamente influidas por las orientaciones “evolucionistas”, que sin contrapeso dominaron el siglo XIX y XX, sin gran trabajo, pudieron proyectar los rasgos de la evolución biológica, a los de la sociedad, hasta que hemos llegado a creer que funcionan igual, como agregados de elementos, que en ambos casos forman un “organismo”. Debemos al sociólogo francés Emile Durkheim a principios del siglo XX esa idea, devenida un dogma, que una sociedad es un grupo de individuos, como si fueran células de un cuerpo.

Y nos parece perfectamente normal, precisamente, porque hemos aprendido a pensar que esa es la forma correcta y, además, la única manera de concebirlo, algo así como una idea hegemónica que conceptualizó Gramsci, algo después, olvidando como bien dice el antropólogo francés Levi-Strauss, que “si bien el caballo actual, es sucesor de hiposcaballus, un hacha, jamás engendra un hacha”. Estamos convencidos que las sociedades nunca alcanzan un momento de transformación cualitativa, cuando las dinámicas lineales se transforman en dinámicas disipativas, un punto en el cual, dejan de ser lo que eran, para convertirse en otra cosa y así la concepción del progreso, a la vez como un hecho inevitable y deseado, junto a la creencia renacentista que la naturaleza es un medio que entrega recursos para la realización del “desarrollo”, se instaló, inamovible, en las conciencias de izquierdas y derechas.

Luego, consideremos que  la ciencia no tenía seguridad absoluta del Cambio Climático producido por la industria capitalista, en rigor, hasta tan tarde como el año 2007, cuando el AR4 del IPCC, demostró (con un 67% de certeza) que el alza del nivel de los mares y su acidificación, las alteraciones atmosféricas, la alternancia de períodos secos y pluviosos, el derretimiento de las calotas polares y los glaciares, y la desertificación era una realidad que solo iría en aumento de frecuencia e intensidad, con el correr del tiempo.

El surgimiento de los ecologistas y los verdes, la conciencia medioambiental, y la “ecología” a la que aun hasta ahora, se asocia el Caos Climático en nuestro país, durante los años 80 y que asimiló a los hippies y fenómenos de conciencia emergentes, a una elite, privándola de lo que podía tener de correcto su discurso, produjo una suerte de enquistamiento de la izquierda chilena, en la negación del fenómeno. Y así los que paradojalmente, habrían sido más que nunca correctos análisis de clases si se hubiera incluido como su producto el Cambio Climático, fue llevada a actuar dentro de los indiscutibles parámetros desarrollistas, de los gobiernos post dictadura, quienes fácilmente interpretaron que la “verdad incómoda” de Al Gore, y la ya tardía conciencia del desastre planetario que inauguró, era una nueva artimaña de los USA y sus incontestables formas de dominación.

Como además, la educación de mercado, que se ha instaurado en Chile a todos los niveles educativos y el escaso aporte del estado para I+D, o Investigación y Desarrollo (0,4% de PIB), ha producido que la ideología del crecimiento, insista en el conocimiento disciplinario, sin incorporar visiones sistémicas, y donde cada vez más se privilegia la dependencia a una industria técnico-militar, en desmedro de las disciplinas históricas y humanistas, que son las únicas que desarrollan formas de pensamiento crítico, la situación cultural del país, alimentada por un monopolio de los medios de comunicación, hacía imposible que pudiéramos tener comprensión del fenómeno que encierra el cambio de paradigma.

Agreguemos a ese sombrío panorama de desinformación, en provecho de las grandes empresas generadoras de energías fósiles, sobre las que todo el crecimiento de nuestra industria se ha basado, que cientos de millones de dólares al año, se invertían en distintos programas de educación universitario y de noticias en todo el mundo, para difundir información que negaba la ciencia del clima. Anotemos que aún hoy en YouTube y otras “redes antisociales”, hay millones de videos que niegan las bases científicas del conocimiento, como todos sabemos.

Hasta que el gobierno de la derecha, en marzo del año pasado, luego de tener bien seguro adonde irían esos recursos, anunció la inversión de US$100 M para la realización de la COP25. En un momento histórico en que más allá de las distintas lecturas que se pudiere tener, la realidad misma, en sus dinámicas no lineales, transformó cuestiones que luego de cuarenta años ya nos habíamos acostumbrado, a aceptar, como, por ejemplo, que el agua sea privada, a ser reconsideradas, con la sequía y la desaparición de los glaciares, lo que hace que, a nivel de la percepción primaria, ya no le quede a nadie dudas, acerca de la existencia del Caos Climático.

Así, el Caos Climático tiene la virtud de producir transformaciones en distintas dimensiones. Por de pronto, es un fenómeno de dimensiones internacionales, que sobrepasa ampliamente las medidas que cada uno de los países pueda tomar. De allí, no solo la preocupación por el cumplimiento de los Acuerdos de Paris, el 2015, sino también, el que hayamos tenido en Chile mucha información distinta a la que habitualmente habíamos tenido, lo que vino ciertamente a llenar el vacío, provocado por un media comunicacional, orientado a resaltar valores nacionalistas y autorreferentes.

Se estaba produciendo así un tratamiento diferencial de temas y contenidos. Que paradojalmente, correspondían a lo que la gente estaba viviendo. Sin duda que un elemento fundamental que explica el que durante los cinco meses, día por día que pasaron desde el 18 de octubre del 2019 hasta la declaración del “estado de catástrofe”, que vio inmediatamente la devolución del poder a los militares, iniciando esta nueva etapa, de la enfermedad, se hubiera perdido el miedo a la represión y se resaltara la importancia de la dignidad, y valores como la solidaridad y la generosidad, que también tuvo que ver con la difusión masiva de noticias, vehiculadas a través de las redes sociales, pero que inició esta Revolución Cultural, que por el miedo, no ha terminado y que más allá de opiniones, en el Caos Climático encuentra su fuente planetaria.

Por Rainer María Hauser Molina. El autor es Sociólogo de la Universidad de Chile. Es parte de la Red de Profesionales de la Fundación Progresa.

Santiago, 9 de abril 2020.

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