Lecturas de cuarentena: Pinochet, biografía militar y política

Por Omar Cid*

Mario Amorós, trae consigo un poderoso caudal de referencias. Nos presenta un perfil amplio y riguroso sobre el dictador. En 832 páginas, el periodista y doctor en historia, indaga, compara, contrasta información, como diría Bolaño, se transforma en un detective salvaje, implacable.

Se trata de un texto escrito con tenacidad, dividido en tres partes: un militar chileno en el siglo XX, la guerra de Pinochet y la sombra del dictador. La investigación aporta datos relevantes, sobre su infancia, su cotidianidad en el regimiento, las responsabilidades que fue asumiendo, sus compañeros de promoción, su hoja de vida, los comentarios de sus superiores, nos instala en la lógica castrense, en la idea de un conjunto de personas que a partir de la asimilación prusiana, por parte del ejército, considera a la oficialidad de la institución, una élite separada de la sociedad civil, destinada a custodiar los intereses de la patria (Amorós, 2019. Pág.139).

La pretensión del autor, es la de una biografía total. Cuyo aporte radica en las referencias citadas, 400 libros concernientes al tema, archivos nacionales e internacionales no consultados. Amorós comenta, la existencia de un vacío con relación a Pinochet, porque lo escrito sobre él, considerado serio, carecía de fuentes confiables y se basaba solo en juicios personales y en la propia semblanza del dictador, como el trabajo de Gonzalo Vial.

En sus páginas, queda muy claro el papel de los civiles durante el periodo. La frialdad de Jaime Guzmán, al recomendar que la dictadura sea consecuente con su accionar represivo. Se demuestra con documentos, como el «Plan de Recuperación Económica» que trajo consigo las políticas neoliberales, se analizaron e implementaron en conjunto con la DINA, dichas reuniones se realizaron en Viña del Mar (Pág. 366). Shock económico y terror, son las fórmulas utilizadas; economistas y torturadores son los artífices de un modelo que con los años, ha pretendido tener características impolutas, en su diseño técnico.

El acuerdo, se tradujo en la disminución de puestos de trabajo, persecución sindical, alzas de precios, saqueo de las propiedades del Estado y con ello, el asesinato selectivo de las dirigencias de las organizaciones de izquierda y sus militantes. Por momentos estremece. De los variados testimonios de crueldades e infamias que existen, hay uno que quise rescatar en este breve comentario. Sucedió en el cuartel Simón Bolívar, lugar de exterminio destinado a integrantes del Partido Comunista, del que se supo hace muy pocos años, allí se vivieron como en muchos otros sitios destinados al mismo objetivo, situaciones que superan lo imaginable. Carmen Pereira, militante de dicha organización, murió en ese sitio. Tenía seis meses de embarazo. La torturaron sin misericordia. Enterados que estaba embarazada: continuaron. El capitán Barriga y la teniente Gladys Calderón, la asesinaron sin mostrar un dejo de clemencia. Esta última, para certificar su bestialidad, inyectó cianuro en sus venas. Luego, quemaron sus huellas dactilares con soplete. (Pág.419)

La estrategia del texto, busca una armonía entre la crónica controlada y la investigación historiográfica. Digo, controlada porque no permite que los hechos se perciban desde la subjetividad de quien relata. Expone la historia, con una estructura lineal. Usa en forma sutil las fuentes, para no caer en un excesivo tono académico. Lo hace, sin perder seriedad y facilitando la vida de los lectores.

El Chile del 2020, todavía vive bajo la sombra del fallecido dictador. Su arquitectura política, subsiste en lo fundamental de la constitución de 1980. El modelo económico excluyente -generado en ese entonces- ha sido maquillado y muestra en el contexto de la pandemia: su faceta más dramática. En tanto, los tribunales de justicia abren paso a la impunidad, rebajando penas a criminales por casos vinculados a crímenes de lesa humanidad. Impulsados, por un gobierno que encarcela a estudiantes y menores 18 años. Estimulados, por una administración que cerró los ojos, ante los mutilados y asesinados del levantamiento social. Efectivamente, la tenebrosa figura de Pinochet, habita en nuestro territorio. Una forma de exorcizar su legado de traición y muerte, es conocer la historia reciente del país.

*Escritor
Subdirector Crónica Digital
Santiago de Chile, 14 de abril 2020

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Mar Abr 14 , 2020
Por Carlos Ernesto Sánchez* Ante la bofetada espantosa recibida de parte del poder judicial, al dejar libre en sus casas cómodamente a un grupo de asesinos violadores de derechos humanos, no queda solo el camino de recursos o denuncias ante organismos internacionales denunciando por abrir caminos para la impunidad. Hoy, fue un grupo de ancianos asesinos, mañana tendremos en las calles a feroces y sádicos criminales como Krassnoff, el Fanta u otros cuyos nombres jamás podremos ni debemos olvidar. Todas las formas de luchas, hoy son permitidas, en esta guerra en contra de la impunidad. Una -entre varias- seria reactivar las funas, no dando espacio para que estos criminales caminen tranquilamente por las calles o vivan en nuestros barrios. Debemos estar presente donde haya uno de ellos, y no debe ser la mal llamada misericordia quien impida que se haga justicia; Si no hay Justicia, Hay Funa. La causa de la justicia, no es venganza ni odio. Es  señal potente que jamás se perdonará y aceptará que agentes del estado, con recursos de todos los chilenos, violen derechos humanos, y esto es válido no solamente para represores de ayer: sino para los de hoy. Todos queremos una sociedad sana, educadora para las nuevas generaciones en verdad y justicia, lo cual no es posible dejando libre a estos criminales, que además gozan de privilegios que otros condenados no tienen, recibiendo altas pensiones y beneficios, por su trabajo de delinquir, violar, asesinar, hacer desaparecer a ciudadanos, solo por pensar distinto. Los que levantan su voz clamando misericordia, piedad e invocando edad y estado de salud de los criminales, no hablan por estos últimos, sino por sí, tienen claro que fueron los instigadores y cómplices del golpe y de las violaciones cometidas. Nunca, estos cómplices han pisado una cárcel o han sido juzgados, por el contrario, algunos ejercen cargos de elección popular, lo que demuestra que nuestro pueblo olvida con rapidez. Hoy por medio de las redes sociales, debemos funar a cada uno de  estos criminales, no pueden tener descanso en paz. Sus  nombres, como letanía funesta deben sociabilizarse para que todos sepan quién es quién y qué hicieron en contra de indefensos ciudadanos. Así, como un dia lo hizo el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, debemos colocarnos en la puerta de los Tribunales de Justicia, denunciando a jueces y magistrados que avalan la impunidad. Hoy, no es momento de silencio, menos de perdón y olvido. Si no queremos y repudiamos la represión en contra de nuestros jóvenes ciegos y mutilados, exigiendo la renuncia del general director de carabineros, tampoco debemos permitir que lo sucedido en dictadura quede archivado. La Funa no es lo que deseamos como expresión de justicia, pero ante la ausencia de esta, es herramienta eficaz para condenar socialmente a estos criminales. En nuestras redes sociales, difundamos direcciones, teléfonos, nombres, fotos actuales y todo aquello que pacíficamente denuncie, donde hay un criminal viviendo, porque nada ni nadie está olvidado. *Poeta Crónica Digital Santiago de Chile, 14 de abril 2020

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