También participarán el primer ministro António Costa, el líder de la Asamblea Eduardo Ferro, 46 diputados de los partidos con representación parlamentaria y otros invitados.
Los asistentes deberán respetar las normas de higiene y distanciamiento y el himno nacional se escuchará mediante una grabación y no en la voz de un artista invitado.
Tampoco tendrá lugar la habitual guardia de honor en el Palacio de San Bento ni ninguna otra iniciativa.
No obstante, pese a las limitaciones por la pandemia, el país recordará los sucesos de 1974, cuando tuvo lugar un levantamiento sin precedentes, organizado por oficiales descontentos y respaldado por miles de ciudadanos explotados por la dictadura fascista de António de Oliveira Salazar y su sucesor Marcelo Caetano.
En aquel entonces, esta nación se encontraba al borde de un abismo debido a las políticas defendidas durante el llamado Estado Novo por Salazar, quien en 1926 había sido nombrado titular de Finanzas y desde 1932 se desempeñaba como primer ministro.
Su largo período al frente del país se caracterizó por el autoritarismo, la represión y el asesinato de los contrarios a su administración, la prohibición del sindicalismo, de la militancia en formaciones opositoras y de las libertades fundamentales.
Desde su llegada al poder, defendió un régimen totalitarista, que mantenía vínculos con la Alemania nazi y el franquismo, pero también coqueteaba con Estados Unidos y los aliados e ingresó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949.
Pese al rechazo de la población portuguesa y de la comunidad internacional, insistía en mantener el colonialismo y optó por la guerra como vía para acabar con los movimientos independentistas en naciones como Guinea Bissau, Angola y Mozambique. Incapacitado por problemas de salud, Salazar fue sustituido por Marcelo Caetano, quien asumió el poder en 1968.
Luego de 48 años de dictadura, en Portugal predominaba la desigualdad social, la pobreza y el descontento por las guerras en el continente africano.
En ese contexto, el 25 de abril de 1974, oficiales portugueses agrupados en el Movimiento de las Fuerzas Armadas decidieron poner fin al Estado Novo y tomaron las principales calles e instituciones del país.
Pese a la petición realizada a los ciudadanos de permanecer en sus hogares, miles de ellos respaldaron la sublevación militar y el golpe se convirtió en Revolución.
Durante las acciones de ese día, la joven Celeste Caeiro regaló los claveles que llevaba a varios oficiales, quienes los colocaron en sus fusiles.
El gesto fue repetido por otras personas y se convirtió en símbolo de las intenciones de paz de la movilización que puso fin a la dictadura y a la guerra colonial en África, restauró la democracia en Portugal y dio paso a un importante proceso de transformación social.
Pese a su corta duración y a las crisis enfrentadas posteriormente, la Revolución de los Claveles es considerada un ejemplo de patriotismo y una muestra de lo que pueden llegar a conseguir los pueblos cuando luchan.
Lisboa, 25 de abril 2020
Crónica Digital/PL