Rusia celebra este 9 de mayo el aniversario 75 de la victoria en la Gran Guerra Patria (1941-1945), lograda en gran medida gracias a la valentía y el heroísmo del pueblo soviético.
El triunfo le costó mucha sangre a numerosas naciones, sobre todo a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuyas pérdidas humanas superaron las 27 millones de personas.
En el país, los fascistas destruyeron y quemaron mil 710 ciudades, 70 mil aldeas y poblados, causaron daños incalculables a la industria y agricultura de la URSS.
Las hazañas en el frente y en la retaguardia siempre se quedarán en nuestra memoria como la mayor manifestación del patriotismo y abnegado servicio a la Patria, y están inscritas para la eternidad en el destino de cada familia de Rusia.
El profundo respeto a los héroes-libertadores, quienes derrotaron el nazismo, es compartido en diferentes partes del mundo.
La victoria fue posible gracias a los esfuerzos conjuntos de los países de la coalición antihitleriana, cuya contribución es altamente valorada, porque no solo apoyó a la URSS con suministros de armas, municiones y productos alimenticios, sino también con la apertura del tan esperado segundo frente en Normandía, en junio de 1944.
Fue la cohesión de fuerzas y recursos de todos los estados que luchaban contra Alemania nazi, lo que permitió, pese a las diferencias políticas e ideológicas, liberar Europa y todo el mundo de la ‘peste marrón’.
El espíritu de esta unidad debemos mantenerlo nosotros, los descendientes, ante las nuevas amenazas del siglo XXI.
En este contexto son absolutamente inadmisibles las tentativas de tergiversar los acontecimientos de aquella guerra y de convertir en ídolos a quienes, echando al olvido el honor y la dignidad humana, sirvieron a los nazis, y ahora mienten descaradamente a sus hijos y traicionan a sus antepasados.
Tales acciones crean un ambiente favorable para el auge de la xenofobia, el nacionalismo agresivo y de otras manifestaciones de intolerancia, provocando conflictos interétnicos y el surgimiento de organizaciones y movimientos terroristas y extremistas.
El objetivo de los falsificadores de la historia es influir en las personas poco informadas e ignorantes con falsedades inverosímiles sobre los motivos de la Segunda Guerra Mundial, su desarrollo y resultados.
A la vez apuestan por engañar a la generación joven que en muchos países, a menudo, desconocen sobre la lucha de la URSS contra el nazismo y acerca de las victimas incalculables que sufrió en esta confrontación.
Los resultados de tales acciones ya se divisan. En el Parlamento Europeo se aprueban resoluciones en las cuales se igualan Alemania nazi y la URSS como promotores del conflicto bélico.
Nos cargan la responsabilidad sobre el estallido de la guerra, olvidando que fue el Ejército hitleriano el que atacó a Polonia el 1 de septiembre de 1939, y a la Unión Soviética el 22 de junio de 1941.
Iosif Stalin no se manchó por los contactos directos con Adolf Hitler, mientras que los líderes de otros países se encontraron con él y firmaron documentos.
Es cierto que la URSS concluyó con Alemania el Pacto Mólotov-Ribbentrop. Pero la Unión Soviética fue la última que acordó con Berlín el Tratado de No Agresión. ¿Qué podría hacer nuestro país, quedándose a solas con el régimen nazi?
A la vez se olvida la hazaña de los combatientes soviéticos, quienes dieron sus vidas por la salvación de Europa. Solamente en batallas por la liberación de Polonia fallecieron 600 mil 212 soldados y oficiales del Ejército Rojo.
En tierras de la entonces Checoslovaquia perdieron la vida 139 mil 918 soviéticos, en Hungría 140 mil 004, en Alemania 101 mil 961, en Rumania 68 mil 993, en Austria 26 mil 006, en Yugoslavia siete mil 995, en Noruega tres mil 436 y en Bulgaria 977.
Los soldados soviéticos salvaron a los prisioneros de los campos de concentración en Polonia (Majdanek, Auschwitz, Stutthof), Alemania (Sachsenhausen, Ravensbrück), y en otros de los países del Báltico.
No podemos permitir de ninguna manera que alguien falsee la historia y blanquee a los verdaderos culpables de la tragedia de escala global. Es imprescindible guardar en la memoria los acontecimientos del pasado para entender mejor el presente.
En tal sentido, estamos agradecidos al pueblo cubano, solidarizado con nosotros en la protección de la verdad ante los falsificadores de la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Cuba hizo su aporte significativo en la victoria común sobre el nazismo: los jóvenes cubanos Aldo Vivó Laurent, Jorge Vivó Laurent y Enrique Vilar Figueredo lucharon en el Ejército Rojo.
La marina cubana hundió un submarino alemán que pretendía destruir un barco que transportaba azúcar a la URSS; más de 100 Comités de Apoyo recogieron y enviaron a la Unión Soviética productos alimenticios y tabaco.
Todos los años los cubanos copatrocinan la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la lucha contra la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia.
El espíritu de solidaridad demostrado por Cuba en los años de aquella guerra nos sirve de ejemplo, en estos momentos, para el fortalecimiento de nuestra amistad.
Ahora la humanidad se ha encarado con la nueva amenaza global, la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2. Todo el mundo está en plena lucha contra este mal. La nueva crisis mostró una vez más, de manera clara, la interdependencia de todos los países sin exclusión.
Es la hora de consolidar la cooperación internacional en la lucha contra este grave desafío, dejando a un lado, nuevamente, las discrepancias de los años 40 del siglo pasado, para volver a ganar una batalla más de envergadura global.
* Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia en la República de Cuba.
La Habana, 8 de mayo 2020
Crónica Digital/PL