Por (Dr.) Luis Cifuentes Seves, Profesor Titular, FCFM, Universidad de Chile
Poco antes del estallido asistí a un almuerzo de una organización llamada Corporación Solidaria UTE-USACH. A decir verdad, de USACH no tiene nada. Somos viejos ex alumnos de la Universidad Técnica del Estado, mi alma mater fenecida. La mayoría militamos en la Jota de la UTE en nuestros años mozos, aunque también hay personas procedentes de otros rincones de la vieja izquierda. Aquellos que estuvimos en la Jota no estamos necesariamente hoy en el PC. Historia conocida.
Pasé una grata tarde de reencuentros y conversaciones que fueron desde lo afectuoso y risueño hasta lo extremadamente serio. Buena comida, buena compañía, muchos abrazos, mucha conversa. ¿Qué más se puede pedir?
Me acerqué inocentemente a mi viejo amigo Chemo, hombre de extracción proletaria, a diferencia de mí, que soy un pequeño burgués sin remedio. Chemo es técnico eléctrico e ingeniero civil eléctrico de la UTE, que se ganó la vida por decenios diseñando rectificadores grandes para la minería. Es algo más joven que yo y se niega a jubilar.
Después de un rato de charla trivial, me sugirió respetuosamente leer a Zygmunt Bauman, filósofo-sociólogo polaco recientemente fallecido. Me dijo que el concepto de “modernidad líquida” me iba a encantar. Me conoce.
Esto sólo me pasa cuando converso con gente de la vieja Jota de la UTE, entre los que abundan los lectores duros, que no le hacen el quite a ningún tema. Leí el artículo de Wikipedia sobre Bauman y un par de escritos breves en la Web y quedé listo para empezar a leer de fuentes originales. En eso estuve.
Bueno: ¿qué tiene que ver la antigua Jota UTE con Bauman? No me queda otra que contarles que, en mis gloriosos años de estudiante, había jóvenes que estudiaban concienzudamente los temas del debate intelectual de entonces, que estaban anclados en el conjunto de escuelas de pensamiento que se auto calificaban de marxistas.
Así por ejemplo, se hablaba mucho de dialéctica hegeliana, de los Cuadernos filosóficos de Lenin, del corte epistemológico discutido por Althusser en Pour Marx, que conllevaba a los Manuscritos económico-filosóficos de 1944, de Marx; a la Ideología alemana, de Marx y Engels; a las Tesis sobre Feuerbach, de Marx; y al Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, de Engels; de los Cuadernos de la cárcel, de Gramsci, sin olvidar que Roger Garaudy, Georg Lukacs, Herbert Marcuse y otros eran bestsellers por esos días.
¿Cómo se metían estos jóvenes en esa densa temática? Simple. Apoyándonos en nuestros cursos de filosofía, historia y economía política de la escuela secundaria (en aquellos años estos ramos eran obligatorios), leíamos todo el tiempo.
Empezábamos con los manuales de Afanásiev, Nikitin y Kuusinen para desembarcar luego en los textos clásicos y modernos recién mencionados. Conversábamos estos temas con nuestros compañeros. Hacíamos reuniones de trasnoche en que se discutía capítulos o asuntos específicos durante varias horas. Cuando quedaban dudas (es decir, siempre) acudíamos a los “viejos del Partido”: Osvaldo Fernández, Armando Cisternas, Sergio Vuskovic, quienes estaban dispuestos a regalarnos su tiempo y nos asombraban, iluminaban y acostumbraban a una miríada de referencias a temas y autores que nunca habíamos oído mencionar.
Esta disciplina sistemática de estudio político-filosófico, con este grado de masividad no la he vuelto a ver en ninguna parte, ni en Chile ni en el extranjero.
Recuerdo, a modo de ejemplo, una noche en que un grupo de jóvenes -mujeres y hombres- nos habíamos quedado a conversar sentados en el suelo de la amplia cocina de la Escuela de Artes y Oficios. Un mechón preguntó si alguien entendía el conflicto chino-soviético. Uno de los presentes, estudiante de ingeniería mecánica, dijo que él podía explicarlo.
Este hombre había leído el informe de Mijaíl Súslov ante el pleno del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) del 14 de febrero de 1964 que, al publicarse, había ocupado siete páginas enteras de Pravda. Era larguísimo. Allí estaba toda la posición del PCUS. Hasta hoy se puede encontrar en la Web. Con aperramiento comunacho, el informante se había estudiado el documento hasta aprenderse partes de memoria. Varios de los asistentes aportaron detalles adicionales. El tema quedó clarísimo para los 40 o más asistentes.
Reuniones similares ocurrían para profundizar en otros temas. Se formó así una generación entera de jóvenes que no temían al debate y que desafiaban pertinazmente la noción de que éste debía darse sólo entre intelectuales con doctorados. Como signo de los tiempos, a menudo tales temas surgían en las asambleas estudiantiles y allí la Jota UTE contaba con al menos 20 o 30 cuadros capaces de destrozar a sus adversarios en el debate, simplemente debido a su estado de preparación teórica.
El nivel de debate y de pronunciamiento público entre pares tuvo, para dar otro ejemplo, una manifestación espectacular en 1967 cuando, ante un violento apaleo policial a estudiantes de la U. Católica de Valparaíso, se convocó a una asamblea de estudiantes de las tres universidades de Santiago (U. Chile, UTE y UC, no había más en aquel tiempo) en el teatro Continental, que quedaba frente a La Moneda, y allí los únicos oradores fueron los presidentes de las tres federaciones (FECH, FEUT y FEUC), el Tuco Cavalla, Alejandro Yáñez y Miguel Ángel Solar.
Para sorpresa de la gran multitud de asistentes, el orador más aplaudido, acaso por un factor de cuatro o cinco sobre los otros, fue Alejandro Yáñez de la modesta UTE.
Nuestro líder político era Alberto Ríos (“El Lobo”), el mejor constructor de orgánica partidaria que tuve en suerte conocer, pero la máquina político-gremial-ideológica de la Jota UTE funcionaba de manera extrañamente espontánea, teniendo como combustibles un optimismo histórico y un gusto por la vida cuya combinación parecía todopoderosa.
Estos hechos ayudan a explicar las circunstancias en que la DC dominaba siete de las ocho federaciones universitarias chilenas, la Jota conquistó la dirección de la Federación de Estudiantes de la UTE (FEUT) en forma ininterrumpida entre 1965 y 1973. Explican también otros sucesos trascendentes de la historia de la UTE, tales como la creación de la primera Comisión de Reforma con participación estudiantil en Chile (octubre de 1967), la elección de don Enrique Kirberg como rector en claustro pleno de académicos y estudiantes (agosto de 1968) y sus dos reelecciones en claustro triestamental (1969, 1972).
Volviendo entonces a Bauman, uno de aquellos cabritos jotosos, es decir yo, a instancias de otro de aquellos cabritos, es decir el Chemo, medio siglo después, leyó y leyó por varios días y llegó a dos conclusiones:
- Que Bauman advierte, en varios libros fruto de su amplio e inteligentísimo trabajo, que en la sociedad contemporánea todo ha perdido solidez y ha pasado al estado líquido, luego ya no es posible apoyarse en ninguna institución ni en relaciones sociales previamente significativas, so pena de irse de hocico al suelo. Esto es claramente desalentador para la izquierda, de la que Bauman afirma ser miembro.
- Que, sin embargo, en En busca de la política (2015), Bauman contradice al pesimismo de otros escritos suyos y se manifiesta a favor de un modelo republicano de Estado, la ciudadanía, el establecimiento de un ingreso básico universal y la ampliación de las instituciones para incrementar su capacidad de acción y colocarlas en condición de competir con poderes extra territoriales que operan al margen de escrutinio público.
Este libro, en lugar de apuntar hacia el pesimismo o el desencanto, conduce a una revalorización de la acción política para llevar a cabo cambios necesarios y urgentes. Esto resulta interesante y alentador.
Comenté estas conclusiones en mi antiguo grupo Jota UTE, y casi todos me dijeron que el análisis de Bauman, tanto en sus versiones pesimista como propositiva, puede ser válido, pero sigue habiendo gente que se apoya en sus propias y pequeñas agrupaciones sin irse de bruces, que sigue creyendo en el poder de la organización, de la unidad y del trabajo de hormiga, que aún entra en el estudio sistemático de todo un rango de autores sin perder optimismo, que está convencida de que no hay enemigo tan grande como para rendirnos ante él sin enfrentarlo.
¿Pareciera que estamos llegando a cierto acuerdo, camarada Bauman? Porque si no, venga y explíquenos usted, por ejemplo, a los chalecos amarillos franceses, o a los persistentes iconoclastas de la Plaza de la Dignidad o a las feministas de todos lados. ¿En qué se apoyan que no se caen?
Y díganos también cómo nos entiende a nosotros, viejas y viejos porfiados que en nuestros aquelarres seguimos agitando la bandera negra y anaranjada de la UTE y que no estamos dispuestos a ceder un milímetro de aquel pasado del que aún nos sentimos orgullosos. Somos los duros de mate, lo que sólo significa que nuestras esperanzas nos sobrevivirán.
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Quienes deseen estudiar la experiencia de la UTE harían bien en comenzar por:
https://corporacionute-usach.cl/wp/libros/
Santiago de Chile, 20 de junio 2020
Crónica Digital