Por Pablo Salvat: DISTOPIA

Vivimos hoy en día en una sociedad distópica. La distopía refleja una situación contraria a la utopía. Como sabemos, buena parte de las utopías son también eu-topías, es decir, apuntan hacia un horizonte  donde se muestra una humanidad que vive de manera ejemplar. Por tanto,   distopía se opone a ambos términos, y apunta hacia un tipo hipotético  de sociedad pero, esta vez,  indeseable y negativa (como se relata en las novelas de Huxley, Orwell  o Bradbury). Se describe como algo que vendrá a futuro pero, lo cierto, es que al parecer ya está entre nosotros. Por una parte, tenemos  Las pretensiones de una racionalidad de la parte, fragmentaria, funcional, ocupada con el constante perfeccionamiento de los medios, pero que al mismo tiempo, deja en la penumbra el telos o finalidad hacia la cual se ordena, termina conduciendo a la irracionalidad del resultado de conjunto. Por la otra, se intenta poner  (desde los medios de comunicación y las elites) a las demandas,  reivindicaciones  y alternativas provenientes del ejercicio de una racionalidad material-sustantiva como irracionales; éstas son catalogadas ahora como inviables, imposibles, populistas, utópicas, izquierdistas, frente al  poder concentrado en el capital y el mercado.    

Es la lógica de la modernidad capitalista y su alianza con la tecnociencia en sus distintas expresiones y momentos. El último de ellos es el actual, la  neoliberalización global del mundo,  que se pretende el fin de la historia,  sin alternativas, y que hoy se asoma en su dominio a la posibilidad incluso del colapso global.

Pero qué le puede importar el colapso de la tierra y del ser humano como tal al poder de la elite del 1% dentro y fuera de Chile? Mientras se lucha contra el covid-19, el hambre, la nueva miseria, el desempleo o las guerras que aún continúan (contra Siria, Irak, el pueblo palestino o Libia y Yemen..), ese 1% está pensando en cómo hacerse más rico y en cómo aumentar su control sobre todos nosotros. Fíjese que desde el año 2015  el 1% de la población acumula más riqueza que el 99% restante. Tenemos unas 200 corporaciones transnacionales que controlan aproximadamente el 75% de la economía mundial. O, si usted quiere, 10 multinacionales mueven el mismo volumen de recursos que 184 países ¡¡  Ellos son los amos provisionales del mundo y por tanto, de nuestras condiciones de posibilidad de una vida digna, en lo material y en lo simbólico. Algo que por cierto, no se menciona ni en los noticiarios ni por los políticos de turno en el poder, y a veces tampoco por las elites intelectuales.

Una pequeña elite entonces controla el sistema socioeconómico a nivel global. Y, como sostienen algunos autores, su conciencia está regida por el individualismo narcisista, la codicia sin límites, una tendencia  enfermiza por expandir su poder a costa de lo que sea, lo que lleva a luchas internas entre ellos por el reparto y uso de ese poder.  Podemos prever que en medio de esta sociedad distópica,  esa elite querrá aumentar su dominio y control sobre el conjunto de la humanidad  sin consideración de excepciones. Al mismo tiempo, también es previsible una dinámica  de acumulación y control (no solo financiero, también de tecnología y de inteligencia) en cada vez menos manos.  Porque para el capital, la naturaleza y la sociedad  son materia prima a engullir y remodelar según su propio diseño y ambición. Por eso la distopía se hace presente  aquí y allá e instaura, a nuestra vista y paciencia,  lo que bien llamaba Jean Ziegler ( relator especial suizo de la ONU para el derecho a la alimentación) “el imperio de la vergüenza”.

En una entrevista concedida hace algunos años al periódico La Libre Belgique ( 2005),  decía “¿se puede medir la vergüenza que siente una madre ante sus hijos martirizados por el hambre, a los que no puede alimentar ( se refería a lo que sucedía en las favelas del norte de Brasil)¿   Y agregaba: “ Pero el orden asesino del mundo –que mata de hambre y epidemias a 100.000 personas por día – no provoca sólo vergüenza entre sus víctimas, sino también entre nosotros, occidentales, blancos, dominadores, que somos cómplices de esta hecatombe. Conscientes, informados, y sin embargo, silenciosos, cobardes y paralizados”.  Claro, no solo engulle y remodela la sociedad y sus habitantes, también lo pretende con la naturaleza tratada como cosa, como objeto a la mano, para manipularla y explotarla. En buena medida es por eso que las transferencias zoonóticas de virus de animales no humanos a humanos se han intensificado desde la década de los 60, desde la gripe de Hong-Kong (1968-1969), hasta el Covid-19, pasando por la gripe Aviar, el Zika,  Sars 1-2, el  Ébola, entre otros. Ese orden   y su violencia estructural, es decir, la dictadura del Capital,  es un sistema que tiene  en su cúspide – como bien dice un colega y político allende la Cordillera de los Andes- una plutocracia que   delega y administra los subsistemas en todos los países, incluidos aquellos en apariencia  “democráticos”.  Se acompaña también de toda una institucionalidad y sus burocracias cuya cara visible son  las NNUU, el FMI, el Banco Mundial, el Bid  y la misma OEA. Todo este entramado se sostiene en dos pilares: el patrón dólar por un lado, y la supuesta superioridad militar de los USA, todo ello, como no,  en nombre de la “civilización occidental”.

El dominio del 1% -dentro y fuera de Chile- no puede darse, claro está, sin la complicidad de ciertas  prácticas y liderazgos. Entre esas prácticas, destaca  la corrupción de la vida humana, de las personas, de su vida en común y sus expresiones sociales, jurídicas y políticas.  De allí el malestar social reiterado en nuestros países y el consiguiente desencanto con sus gobiernos.

Como bien dice el médico psiquiatra José Luis Padilla “ El ser humano vive hoy en día como un animal en cautiverio: entre la hipoteca, el auto, las vacaciones y todas las necesidades que se nos han ido creando (…). Y agrega : “ (…) la vida cotidiana es un estado de guerra (…) A las infecciones se les declara la guerra y se las ataca con antibióticos. Y está la multinacional correspondiente que hace antibióticos… Al cáncer se le declara la guerra y se le ataca con quimioterapia..es decir todo el modelo está basado en una lógica de guerra. Y eso afecta a nuestra percepción del mundo y lo condiciona”.  Y claro que condiciona toda nuestra vida, la personal y la social en todos sus ámbitos, incluyendo por cierto, la cultura, la educación, sus instituciones, los medios de comunicación.  Y, sin embargo, a pesar de la creciente consciencia de estas situaciones, este 1% – comenzando por nuestro país, laboratorio ejemplar  de neoliberalismo-, insiste en el engaño, la manipulación, la represión y el reforzamiento de las labores de las agencias de “inteligencia”, contra su propio pueblo. Es decir, la lógica de guerra y privatización  como política disfrazada de palabras vacías.

El utopismo neoliberal es guerrerista y conduce a la autodestrucción. Por eso es tan importante el despertar de la conciencia colectiva. Porque, como bien dice R. Kurz “ Una sociedad que no puede reflexionar sobre sí misma y compuesta únicamente de pintura y vendedores impertinentes es social y económicamente intolerable “.

Pablo Salvat
Pablo Salvat es Licenciado en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Doctor en Filosofía Política de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.

Santiago de Chile, 12 de julio 2020
Crónica Digital

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Tras varios meses de controversia sobre su renuencia a cumplir las directrices de salud pública, el presidente estadounidense, Donald Trump, apareció por primera vez en público con una máscara facial.   Cuando Estados Unidos acumula más de tres millones 200 mil contagios y cerca de 135 mil fallecidos por la Covid-19, Trump usó una. Lo hizo este sábado durante un viaje al Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en Bethesda, Maryland. El hecho, por supuesto, no pasa inadvertido. El principal cargo del país ignoró hasta ahora la sugerencia de expertos sanitarios y hasta a los líderes del Partido Republicano, quienes le aconsejaron -más allá de cuestiones de salud- dar el ejemplo porque sus mensajes políticos son erróneos en medio de la pandemia. Desde el pasado 3 de abril los Centros de Control y Prevención de Enfermedades y expertos recomendaron a todos los estadounidenses que se cubrieran el rostro para prevenir el coronavirus SARS-Cov-2 si el distanciamiento social no fuese posible. En ese momento expresó que no llevaría nasobuco porque ‘me siento bien’ y además afirmó que no le gustaba estar saludando con una máscara puesta. Es que antes de ponerse la máscara color azul marino, con el sello presidencial bordado en dorado en un lateral, el mandatario había menospreciado a su rival demócrata, Joseph Biden, por llevarla y restó importancia públicamente a esta medida como una vía de contención del virus. El 21 de mayo Trump usó un cubre boca cuando estuvo en una planta de Ford en Michigan, pero fue en una parte de la visita cerrada a los medios. ‘No quería dar a la prensa el placer de verlo’ con la cara cubierta, dijo luego en su estilo, aunque en época de teléfonos inteligentes y redes sociales siempre se filtró una foto. Trump se resistió y el concepto de llevar una máscara pasó a formar parte de las batallas políticas partidistas a medida que el SARS-Cov-2 se propagaba rápidamente en Estados Unidos y otros países lograban controlar la pandemia, publicó el diario The Washington Post. El gobernante optó por dar un ejemplo negativo. Celebró varias reuniones masivas en las últimas semanas en las que la mayoría de los participantes no llevaban protección y desafió las ordenanzas y directrices locales en Michigan, Oklahoma, Florida, Arizona y otros lugares mientras viajaba por el territorio nacional sin nasobuco. ‘Donald Trump pasó meses ignorando los consejos de los expertos médicos y politizando el uso de una máscara, una de las cosas más importantes que podemos hacer para prevenir la propagación del virus’, dijo el portavoz de la campaña de Biden, Andrew Bates. En lugar de asumir la responsabilidad y liderar -señaló-, desperdició cuatro meses en los que los estadounidenses hicieron sacrificios, avivando las divisiones y desalentando activamente a la gente a tomar un paso muy básico para protegerse. Al menos 25 estados de los 50 del país, así como esta capital y Puerto Rico, obligan ya por orden ejecutiva el uso de la mascarilla. El último en sumarse fue la víspera Luisiana. […]

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