Por Luis Cifuentes: La izquierda: Reflexiones en torno al artículo de Jorge Arrate

  1. Discrepancias y un toque de actualidad

Aunque no creo que a él le preocupe mucho, tengo profundas diferencias de visión del mundo con Jorge Arrate. Tanto así que, para mí, el inicio de un posible fin de la transición a la democracia, fundamentado en la generación de una nueva Constitución con participación de la ciudadanía, recién se hizo posible el 18 de octubre de 2019, cuando un grupo de niños saltó los torniquetes de entrada al metro protestando contra un alza de $30 de los pasajes. Pero no eran $30; eran 30 años; y tampoco eran 30 años; eran 46.

De allí se nos vino encima una avalancha de embarazosas verdades barridas bajo la alfombra, especialmente por quienes pactaron la manida transición con la oligarquía chilena bajo el ojo universal del imperio, teniendo como garantes a las FF.AA.

Una de estas verdades es simple: el sistema de AFP, que siempre fue una estafa para los cotizantes, era mejor en la versión de José Piñera que en la actual, generada por sucesivos gobiernos de la Concertación.

Arrate, ex ministro de Allende, Aylwn y Frei Ruiz-Tagle nos habla de la diversidad de la izquierda. Por cierto, esta existe y es notoria. Y la llama “biodiversidad” sin explicar el prefijo “bio”. Al parecer, la asimila a una heterogeneidad creativa, para luego definirla como “vida” y “bandera central” de la izquierda y, por fin, pareciera que la biodiversidad es, ni más ni menos que el socialismo.

En un párrafo reminiscente del soliloquio de Hamlet (“to be or not to be?”), el autor nos insta a “no vivir en un mar eterno de dudas”. El consejo del bardo de Stratford es: “to fight against a sea of troubles / and by opposing, end them” (pelear contra un mar de dificultades y, oponiéndonos a él, darles fin).

El resto del párrafo es de Pero Grullo, que forma extraña pareja con Shakespeare. La mención de Allende llega inevitable. Lo limpia todo. Tenemos que volver a Stratford-on-Avon para escuchar el grito desesperado de Lady MacBeth: “out, damned spot!” (¡fuera, mancha maldita!). La mancha era sangre del rey Duncan. En Chile, las manchas de las últimas tres décadas han tenido variados orígenes.

Para el ex ministro de Educación de la Concertación -coalición que nunca se preguntó acerca de la “intencionalidad del currículum” (ver maestra Viola Soto, Dr. h. c. http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/enfoques/07/Soto_ReflexionesTornoPerspectHolistica.pdf ) ni se propuso seriamente eliminar los perniciosos efectos sociales de un sistema educativo de dos pisos (pobres y ricos)-, todo habría cambiado menos la izquierda, que seguiría siendo “biodiversa”, es decir, proponiendo un socialismo sin modelo fijo al que ajustarse.

Los porfiados hechos parecieran apuntar hacia otro lado. La Concertación fue la mayor parte de la izquierda durante los últimos treinta años y se ajustó muy bien a un capitalismo salvaje construido sobre la desigualdad, los abusos y la corrupción. Aquel socialismo flexible y benévolo, sin mácula estalinista ni de otro tipo, sólo existió en un imaginario engañoso que fue, al mismo tiempo, opio y lubricante del discurso concertacionista. Ver Felipe Portales: https://radio.uchile.cl/2013/09/29/felipe-portales-la-concertacion-se-compro-todo-el-modelo-de-la-dictadura/ y otros libros y artículos de este autor.

Finalmente, Arrate llama a “entendimientos con fuerzas fuera del espacio de la izquierda”, generando “proyectos compartidos con las grandes mayorías que han emergido a la acción política durante el último decenio”. Este periodo incluiría, entre muchos otros, a los paladines del 2011 (Vallejo, Cariola, Jackson, Boric), que nacieron a la política dentro, y no fuera, del espacio de la izquierda, pero no incorpora a los pingüinos del 2006, uno de cuyos dirigentes es hoy ministro de Piñera. ¿Es justa esta exclusión o un mero descuido?

Y concluye “Reconstruir una fuerza potente de izquierda es un imperativo…con apertura a generar acuerdos…que no desfiguren los propósitos comunes”. Pero, allí está el problema: ¿cuáles son esos propósitos comunes?

Por cierto, no puede exigirse que un solo artículo contenga un planteamiento completo en todos los detalles, de modo que, en lo que viene, expondré mi propio descenso en slalom a lo largo de este resbaladizo plano inclinado.

Pero, antes de entrar en materia densa, un toque de actualidad. En el Chile de hoy, con una derecha que se auto derrota vapuleada por la calle (no por la fragmentada y confusa izquierda), pero que conserva las llaves del poder económico, comunicacional y de otros tipos fácticos, lo que las(os) izquierdistas podemos hacer es procurar derrotarla allí donde tengamos la oportunidad.

Y una se presentará luego: votando apruebo/ comisión constitucional en el plebiscito de entrada. Es posible (sólo posible) que obtengamos más de 2/3 de los votos. Esto abriría una puerta hacia otras puertas, que habría que ir golpeando una por una. Y en ese azaroso camino, los fragmentos de la izquierda deberían ir conversando. Como dijo un gringo, “lightning could strike” (podría caer un rayo).

2.- La izquierda en el siglo XXI

2.1.Los desafíos

El ocaso del siglo XX proclamó un cambio en la izquierda; toda forma de militancia carente de capacidad autocrítica, estructurada con mando vertical o basada en una ética relativa perdió poder de convocatoria y se convirtió en cosa del pasado.

Empero, la naturaleza humana no cambió. Los intentos por crear un «hombre nuevo» fracasaron de la manera más contundente.  Al cabo de 40 o 75 años de socialismo leninista, al colapsar los regímenes en Europa Oriental y la URSS rebrotaron de inmediato el chauvinismo, el racismo y el fascismo. La tendencia a la formación de camarillas de poder, de grupos de privilegio, control, manipulación y exclusión, abiertos o solapados, siguió y sigue presente en todo el mundo, en toda institución, en todo organismo social.

Tampoco cambió la naturaleza del sistema. Ante el dominio hasta hoy incontestado del capitalismo tardío (o salvaje), que ha demostrado su total incapacidad de resolver los mayores problemas de la humanidad, las antiguas tendencias mencionadas se potencian.

El desafío de la izquierda en el siglo XXI consiste en saber enfrentar problemas sociales, culturales y políticos en condiciones rápida e impredeciblemente cambiantes. Si ayer «ser de izquierda» era cuestionar el dominio de los poderosos, en un mundo en que las certezas se derrumban, «ser de izquierda» significa cuestionarlo todo, incluidas las propias convicciones, las propias obsesiones, las propias tribalidades.

También vemos un llamado a una mayor rigurosidad. En el presente es necesario analizar la situación histórica en toda su complejidad, por ejemplo, como un problema que comprende lo tecnológico, lo ambiental, el fin del patriarcado, la economía política y la ideología. Ver: https://www.cronicadigital.cl/2020/06/09/por-luis-cifuentes-seves-reflexiones-en-torno-a-una-entrevista-a-mirko-macari/

2.2.La muerte de la disciplina partidaria.

La disciplina partidaria nació como consecuencia de una convicción: la uniformidad de pensamiento y de acción de la izquierda eran necesarias para cambiar el mundo. Esta regimentación de las orgánicas izquierdistas llegó a su cumbre trágica e irracional en el terror del estalinismo, con la dificultad adicional de que la izquierda nunca pudo convivir plenamente con los grandes iconoclastas. Russell, Trotsky, Gramsci, Sartre, Lukacs, Koestler, Djilas, Marcuse, Dubcek, Althusser, Garaudy y tantos otros debieron, durante una parte o la totalidad de su vida pública, vivir en los márgenes de la izquierda institucional, apenas tolerados o en abierta confrontación con ella. El mejor pensamiento progresista se vio así separado de los grandes movimientos partidistas y sindicales.

Un golpeante resultado del siglo XX fue la prescindibilidad que las mayorías llegaron a demostrar ante la disciplina partidaria. Hasta los partidos comunistas sobrevivientes debieron aceptar un grado creciente de autonomía de sus bases. El centralismo democrático feneció; las viejas y férreas estructuras se transformaron lenta y casi imperceptiblemente en redes de comunicación; las comunidades obreras, mineras, campesinas, poblacionales e intelectuales que por decenios se identificaron con la tradición orgánico-ideológica del izquierdismo, llegaron a moverse aparentemente al azar, explorando caminos de esperanza al margen del bien hollado sendero de las fidelidades partidarias. La rapidez del cambio fue sorprendente.

Como contraparte pragmática a la disgregación de las orgánicas, aparecieron partidos progresistas de naturaleza cupular, que aspiraron a formar parte permanente de coaliciones gobernantes, procurando entenderse con el electorado a través de los medios de comunicación, abandonando aspiraciones tradicionales del izquierdismo. Ver:https://treputecha.cl/cultura/bye-bye-fukuyama/

Por su parte, la globalización de las comunicaciones y de numerosas formas culturales ha tendido a generar una abundancia de información que, a pesar de ser fragmentada, falsificada y mañosamente interpretada, entrega datos para un proceso continuo de integración de percepciones, conocimientos, intuiciones y subculturas. Al igual que el socialismo soviético, el mercantilismo corporativo contemporáneo (Chomsky, 2007) genera sus propias formas de lo que el teórico alemán Rudolf Bahro (1977), en su fase marxista, llamó Mehrbewusstsein (plus conciencia), es decir, un exceso de capacidad crítica que termina cuestionando al sistema reinante en todos sus puntos débiles. Tal como hoy es más difícil alinear a la gente, también es más difícil engañarla, venderle sumisión y acriticismo.

2.3 La utopía como imaginario colectivo.

Cuando la diversidad en el pensamiento y en la acción se abren paso, lo más factible y convocante parece ser un llamado a generar nuevas utopías.

¿Qué es una utopía? Esencialmente, una visión deseable del futuro, una convocatoria a desatar el imaginario colectivo, un llamado a los sueños y una búsqueda de caminos para su realización. A diferencia de la ideología, la utopía no tiene por qué incluir una visión compartida del pasado ni tampoco una noción de inevitabilidad de un futuro predefinido. La ideología (“una forma de falsa conciencia”, Marx) es una estructura de certezas adoptadas, mientras la utopía está hecha de aspiraciones. La búsqueda utópica es abierta, fundamentada sobre la diversidad y la complejidad del presente; no exige contenidos consensuados; caben en ella todo el rango de aspiraciones de comunidades e individuos, todas ellas, igualmente legítimas.

Un movimiento capaz de convocar a discutir el mundo que queremos gatillaría, indudablemente, una explosión de críticas al mundo actual y una avalancha de coincidencias. Esto fue precisamente lo que ocurrió a escala global durante los numerosos estallidos (o despertares) de 2019. La crisis del coronavirus ha agudizado este proceso.

Obviamente, en este terreno no hay ni habrá respuestas homogéneas, sino una amplísima diversidad. Quisiera proponer algunos ingredientes que pueden ayudar a la construcción de nuevas utopías izquierdistas:

– Continuidad doctrinaria. El izquierdismo de hoy es la puesta al día de la antigua posición contestataria, iconoclasta o anticonformista. Esta cuestiona las estructuras y mecanismos del poder; se opone a los privilegios de minoría; se niega a inclinarse ante «principios de autoridad»; rechaza moldes impuestos de pensamiento o comportamiento; impulsa el debate igualitario, libre y plural; condena la discriminación, dominación y marginación; exige procedimientos transparentes de gestión y convoca a la participación de todas(os) en el proceso político. La posición en pro de la diversidad cultural – en todos sus aspectos – y la defensa del medio ambiente son una consecuencia lógica de esa tradición.

– Prescindencia de paradigmas universales. Ya no es necesario adherir a una ideología particular, a un sistema social ni a un tipo definido de orgánica partidaria para ser izquierdista. El izquierdismo es hoy un compromiso que permite o exige asociación con personas de convicciones similares, pero esta asociación debe existir en la diversidad.

– Acción basal. Los mecanismos del poder están fuertemente sobre determinados por poderosos intereses globales. Por los canales existentes, parte de la izquierda puede llegar al gobierno, pero no a un gobierno de izquierda. La alternativa es la movilización, fortalecimiento y catalización de la sociedad civil con un intenso trabajo a nivel de base, que genere nuevos canales y abra nuevas grietas en la estructura del sistema dominante.

– Diversidad y libertad. La izquierda deberá desarrollar movimientos en torno a células de nuevo tipo, autónomas, abiertas hacia la sociedad civil, de accionar transparente, sin carácter conspiratorio ni verticalidad de mando, multi conectadas por redes locales, nacionales y globales que utilicen la tecnología más avanzada y las redes sociales que cabalgan sobre ellas. Tal reingeniería del izquierdismo alentaría la asociación libre y deliberante a nivel de base, el debate sin precondiciones, que permitiría tanto la acción común como la disidencia, fundamentado en la más absoluta voluntariedad y pluralismo, sin lazos permanentes sino periódicos y mutantes, generando hábitos sociales flexibles, permitiendo espacios para una gama de formas de expresión y movilización y para el desarrollo de variados proyectos de vida, tanto en lo individual como en lo comunitario.

– Cambio Cultural. Para generar cambios sociales perdurables, será necesario un cambio en las formas de convivencia y expresión. El cambio cultural pasa por atrevernos a pensar con cabeza propia, atrevernos a cuestionar lo establecido, incluido el patriarcado y su sangriento legado, atrevernos a vencer la autocensura para eliminar la censura, atrevernos a expresar, de todas las formas imaginables, nuestros sueños, ideales, amores, odios, temores, iras y pasiones. Pasa por dar rienda suelta a nuestra afectividad y a nuestra imaginación aprovechando todos los canales existentes de comunicación. Pasa por crear instancias de participación y expresión ciudadana, formas masivas de autocapacitación popular, redes locales, nacionales y globales de contacto propositivo que conciban y elaboren visiones de una convivencia libertaria, igualitaria, solidaria y creativa, posibilitando, así, su advenimiento.

– La cotidianeidad como criterio de consecuencia. Ante la ausencia de disciplina impuesta, las(os) izquierdistas deben ganar ascendiente por el convencimiento y guiar con su ejemplo. Hablar contra la discriminación y los prejuicios sólo tiene sentido si quien lo hace practica tales principios en su vida diaria. La pregunta, ya antigua, es: ¿cómo está tu metro cuadrado? Junto con exigir transparencia en la gestión estatal, la izquierda debe hacer transparente la gestión de sus propias orgánicas; junto con protestar contra la dominación, la izquierda debe erradicarla de su propia cotidianeidad. Esta profunda y radical transformación parte de la armonía en el desarrollo personal de los individuos y en el enriquecimiento de las relaciones interpersonales.

– Las armas de la izquierda. El capitalismo tardío es un sistema de inmenso poder militar, poder corruptor y poder manipulativo; la izquierda no tiene posibilidad alguna de derrotarlo en su propio terreno. Tal como hizo la burguesía siglos antes de conquistar el poder, la izquierda debe apropiarse de las más poderosas herramientas transformadoras del presente; estas son, a mi modesto entender, el mejor conocimiento, la ternura y la imaginación. Utilizando estas armas, los iconoclastas continuaremos nuestra difícil y onerosa carrera de relevos.

3.- Conclusión: el poder de los sueños.

En un mundo donde todos los canales oficiales llaman a la resignación y venden un modelo de sociedad que, se afirma, carece de alternativa, las(os) izquierdistas son quienes cuestionan tales «realismos» y creen que el futuro depende de la magnitud y trascendencia de los sueños de las mayorías. Y hay razones para pensar que eso es así. La vida de un destacado izquierdista, Nelson Mandela, el último gran héroe del siglo XX, es un ejemplo aleccionador. Por 27 años permaneció en prisión aferrado a un gran sueño y con una demanda inmutable; el mundo terminó por escucharlo.

En su último año de prisión, el Presidente de Estado de la poderosa Sudáfrica, país que controlaba sin contrapeso el juego político y militar en el África meridional (excepto durante la intervención cubana en Angola), se vio obligado por la presión internacional a negociar con Mandela. Empero, el líder africano jamás colocó entre sus demandas su propia libertad; el tema fue más amplio: de manera casi inconcebible, un estadista y un anciano presidiario, tratando de igual a igual, decidieron el destino de su país. La lección de Mandela es tan profunda como para causar una sensación de vértigo: después de él, nadie podrá ignorar que todo – literalmente todo – es posible cuando los sueños se afirman en la justicia, en una ética absoluta y en una consecuencia inquebrantable y vitalicia.

No hay garantía alguna de que el futuro previsible presencie históricos triunfos de la izquierda; no hay, tampoco, certeza de que se cumplan los presagios apocalípticos, pero estoy totalmente seguro de que seguirán naciendo las mujeres y hombres dispuestos al sacrificio de la propia vida en defensa de los más altos principios: la libertad, la igualdad, la solidaridad, los derechos humanos y civiles, la justicia y la verdad.

Mientras tanto, las izquierdas seguirán oscilando entre su punto de anclaje y sus sueños. Dado que la política es el arte de lo posible, deberán seguir tratando de comprender la realidad tal cual es, por horrenda que les parezca. Y teniendo en cuenta que el mundo no se acaba con las presentes generaciones, deberán seguir tratando de sentar las bases que permitan, a los que vendrán, la onerosa esperanza de, algún día, entrar por anchas alamedas en las espléndidas ciudades.

Por Dr. Luis Cifuentes Seves
Profesor Titular
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas
Universidad de Chile

Santiago de Chile, 28 de julio 2020
Crónica Digital

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