Mujer indígena: Acción y reivindicación.

A un año de la muerte de María Pinda Peye y en conmemoración del Día Internacional de la Mujer

Indígena.

Tras la llegada de los españoles a América se inició un proceso que marcó a sangre y fuego la historia del continente y las personas que aquí habitaban. Comenzaba el exterminio masivo de los pueblos indígenas, el que terminará destruyendo gran parte de nuestras culturas ancestrales. Mientras seguían esas campañas de exploración y conquista nacían los primeros pueblos, los que más adelante se transformarán en urbes de diferentes dimensiones. Sucede que pasaron los siglos, consigo generaciones completas que perdieron sus orígenes, recalando sus futuros (presente), en ciudades infértiles, rodeadas de polvo y cemento, perdiendo parte de sus memorias en el proceso. En tiempos actuales, el mundo indígena se encuentra realizando un férreo trabajo de resistencia, en pos de recuperar estas culturas ancestrales, recayendo parte de esta labor en la mujer, quien ha sabido desarrollar un trabajo que ha sobrevivido a todos los embates del tiempo y el espacio.

Desde un comienzo no fueron pocas las personas que hicieron frente a la invasión a América, siendo un ejemplo de aquello Bartolina Sisa, mujer aymara, símbolo de la resistencia de los pueblos nativos, quien luchó contra el ejército realista, demostrando un liderazgo heroico. Organizó batallones indígenas, los que pelearon en una seguidilla de batallas ocurridas en el Alto Perú. Finalmente Sisa Fue tomada prisionera, torturada, para posteriormente ser asesinada un 5 de septiembre de 1782. Esta fecha desde el año 1983 se prestará para la conmemoración del día internacional de la mujer indígena, siendo un recordatorio de la inmortalidad lograda por Bartolina Sisa y todas las mujeres víctimas de la invasión colonialista, las que perecieron en el olvido, al igual que sus relatos, pocas veces reproducidos por la historiografía patriarcal. Es bajo estas circunstancias que se hace vital tomar en cuenta el actual escenario del mundo indígena, el que se ha visto revitalizado por la presencia de la mujer.

“En las mujeres está la fuerza, está la resistencia, está la existencia cultural. Creo que es muy importante resaltar lo que pensarnos entre las mujeres, para así ir tejiendo la defensa de la vida, del territorio y de la existencia digna de nuestros pueblos, en el tiempo y en el espacio”.

Luz Mery Panche.
Defensora de los DDHH y ambientales.
Coordinación Étnica Nacional de Paz (CENPAZ), Colombia.

La circunstancia en que muere Bartolina Sisa no hace pensar en cuanto ha durado la resistencia indígena. Vigente hasta nuestros días, en respuesta al deterioro de su cultura y retroceso de sus territorios, en consecuencia del avance de las ciudades, siendo parte de la  denominada modernidad, dentro del lenguaje de los Estados modernos, respondiendo a intereses económicos  de las clases más acomodadas. Esto es un sesgo abominable del capitalismo en América, el que ha destruido los cimientos de las sociedades nativas, al punto de hacerlas desaparecer. Este fenómeno de retracción forzada de la población indígena, ha estado acompañado desde sus orígenes por procesos sistemáticos de violencia y represión, perpetuados por parte de diferentes Estados americanos,  tal como lo vemos en Chile en la región de La Araucanía, donde se han llegado a restringir los derechos de la población habitante de este sector, siendo una cuestión que ha tenido un avance exponencial en el tiempo desde el término de la dictadura militar. Este tipo de actos son reiterativos, no sólo en Chile. En Argentina también encontramos signos de perpetuación de la violencia desde tiempos coloniales, con la diferencia que ahora existe un amparo estatal. Así lo señala Laura Benadiba, señalando que el origen del germen discriminativo y destructor de nuestros pueblos originarios no sería algo actual, sino algo de carácter mucho más pretérito.

“Desde la conquista de América y luego con la organización del Estado Nacional Argentino, la política con respecto a los pueblos originarios se ha caracterizado por el sometimiento y la exclusión, cuyo objetivo determinante fue la expulsión de sus tierras ancestrales y la explotación de su fuerza de trabajo.

Muchas son las acciones perpetradas a lo largo de los años por las fuerzas represoras del Estado y varias de ellas se realizaron en un pasado muy reciente. Todas fueron silenciadas por el poder de turno”.

El avance de la modernidad se tradujo en la retracción de los diferentes pueblos nativos americanos, los que vieron cómo se reducían sus territorios, en contraste a lo que ocurría con el concreto y las ciudades. Es frente a esto que se comenzaron a organizar diferentes organizaciones indígenas en la ciudad, cuyo fin es proteger las culturas ancestrales.

A mediados del siglo XX se hacían evidentes las tensiones entre el mundo urbano y el rural. Los crecientes procesos de industrialización provocaban que el segundo fuera absorbido por el primero, intensificando con el tiempo una migración campo – ciudad. Se instala el denominado colonialismo interno como estructura de dominación. Este fenómeno provocó un deterioro significativo en la vida de quienes habitaban por fuera de los márgenes urbanos, quienes en su condición de habitantes de las áreas rurales comenzaron a ser estigmatizados por su marginalidad y pobreza. Los indígenas habían quedado relegados a estos sectores, por lo que además de ser segregados por sus condiciones socioeconómicas serán discriminados por cuestiones raciales.

Los pueblos nativos en Chile, poseen una pobreza estructural, cuyos orígenes  están en la ocupación territorial ocurrida durante el XIX, como parte del proyecto de colonización impulsado por los gobiernos de turno. Esto afectará especialmente a los mapuche, quienes vieron en la industria agrícola y forestal el motivo de la destrucción de sus territorios ancestrales. Esta situación provocó que miles de nativos del sur del país iniciaran un proceso migratorio al mundo urbano. Acá fueron tratados como parias, extranjeros dentro del país que les daba la nacionalidad, por lo que se vieron forzados a hacer parte de sus vidas una diáspora, la que podía tener dos horizontes: A) la organización de los suyos fuera de sus orígenes territoriales, haciendo viable la persistencia de su cultura y B)  desaparecer, olvidar sus orígenes. Este último camino fue tomado por quienes cedieron frente al racismo, cortando todo vínculo con su cultura y su cosmovisión. Los que tomaron la primera opción trabajaron incansablemente para cohesionar a los mapuche en la urbanidad, manteniendo el contacto con su pueblo de origen a la distancia, complementando su lucha, en pos de mejorar las condiciones de vida de quienes se quedaron en tierras ancestrales. Desde hace algún tiempo esta diáspora política ha comenzado a florecer con propuestas en muchos ámbitos de la cultura, ocupando espacios y enseñando su cosmovisión, sus estructuras y formas de relacionarse entre sí, tema que no ha sido fácil, debido al evidente desentendimiento estatal

Para el pueblo mapuche su núcleo familiar es algo fundamental. Es en parte gracias a este elemento que la etnia se mantiene viva, nutriendo una identidad colectiva y una memoria histórica inquebrantable, en razón de su  territorio, cultura y cosmovisión. En gran medida es por esto que sus costumbres se mantienen vigentes, a pesar de la constante invisibilizacion de sus rasgos identitarios, al punto de ser vulnerada parte de su historia  y orígenes, mediante el uso explícito del sistema educativo, político y social. Es por esto que en la actualidad estamos frente a una emergencia: se ha extendido un desplazamiento poblacional desde los territorios ancestrales, debiendo reubicarse forzosamente en la warria (ciudad), donde vive la mayoría del pueblo indígena en la actualidad, llegados a las urbes por dificultades económicas, por falta de políticas públicas en sus lugares de origen, las que debiesen estar enfocadas en el correcto desarrollo de nuestros pueblos originarios. Es por esto, que en la Araucanía – también conocida con el nombre de gulumapu –, hay un conflicto que se ha extendido por décadas, asociado a temas territoriales y malas políticas gubernamentales, las que han terminado profundizando la pobreza en el lugar. Desde luego, leyes como la del código de aguas, donde se reglamenta el uso de los recursos hídricos y otras, donde abiertamente se da el visto bueno a la destrucción del bosque nativo, han terminado por marginar y privar el desarrollo de los pueblos originarios, siendo ese el motivo de los recientes procesos migratorios.

En la warria urbana hoy reside el 70% de la población indígena nacional, la que se reconoce y auto identifica con alguno de los pueblos originarios reconocidos en la ley 19.253, sucediendo esto mayoritariamente con el pueblo mapuche. En la warrialof (lugar o comunidad en la ciudad) Cerro Navia este fenómeno queda ejemplificado. En esta comuna coinciden en la actualidad diferentes organizaciones indígenas (mapuche), haciendo un trabajo colectivo, con el fin de mantener sus tradiciones espirituales y culturales, como ocurre con la lengua,  incluso en temas de salud y vivienda. Este es el motivo por el que entendemos que el nacimiento del mapuche urbano, no es más  que una consecuencia de fenómenos migratorios forzados, los que hacen necesario la perpetuación de la conciencia y la identidad colectiva, desde la cultura y cosmovisión mapuche, mediante la organización de quienes por alguna razón llegaron a los centros urbanos. Este trabajo ha rendido frutos desde hace algún tiempo, mediante la creación de programas y políticas públicas, en las cuales se ha buscado potenciar nuestras culturas ancestrales, siendo un claro ejemplo la labor desarrollada por PESPI (Programa Especial de Salud y Pueblos Indígenas), donde se evidencia la presencia de un rescate cultural, desde el ámbito de la salud, temática ligada al rol ancestral de la mujer, al alero del significado de la machi, como entidad conocedora de los saberes y uso de la medicina indígena.

“El rol de la mujer indígena en la salud, ha sido fundamental para la sobrevivencia de los saberes de nuestro pueblo y cultura. La mujer mapuche ha sido principalmente responsable de mantener el kimun ancestral, el sistema curativo que actualmente persiste vivo, parte del pueblo mapuche e indígena en general. En la salud, principalmente somos nosotras las facilitadoras que estamos entregando el conocimiento a las personas mapuche, que están viviendo en la ciudad y se atienden en los CESFAM”.

María Carolina Acum.

Lamngen Facilitadora de salud intercultural

Partícipe del PESPI (Programa Especial de Salud y Pueblos Indígenas).

La labor de la mujer indígena en el mundo urbano es innegable, su presencia no pasa desapercibida a la hora de hablar del rescate cultural de nuestros pueblos originarios. Durante décadas Cerro Navia ha sido un lugar importante en la organización indígena nacional, trabajo que fue abordado por María Pinda Peye, mujer huilliche, quien luchó incansablemente por los derechos y reconocimiento de los pueblos indígenas en Chile, hasta el día de su muerte el año recién pasado, el 4 de septiembre. Su labor, en pos del cuidado de las tradiciones y costumbres mapuche, las desarrolló desde la colectividad junto a su asociación indígena Katriwala, siempre con las limitaciones que predispone el espacio urbano.

Es por todo lo anterior que se hace necesario destacar el legado de María Pinda Peye, quien contribuyó al reconocimiento de la cultura mapuche, destacando los efectos de la hegemonía occidental sobre esta  y su coexistencia al interior de la warria. Es gracias a su trabajo que conocemos al mapuche de la mapurbe, habitante de las ciudades, efecto residual de las constantes migraciones campo – ciudad, símbolo de la resistencia indígena en la urbe. Esto nos hace pensar en la persistencia de nuestras culturas nativas, aún más cuando estas ocurren tan cerca, pudiendo inclusive hacerse nuestras, implicando su reinterpretación.  María Pinda, nuestra lamngen destaca estos valores, contribuyendo al conocimiento del mundo mapuche, poniendo el kimun (conocimiento) en práctica.  Así la recuerdan entre sus cercanos. Su hijo, quien además destaca su  fuerte convicción social.

“Ella fue  una luchadora por los derechos del prójimo, sobretodo de los pueblos originarios, principalmente de Chile (…). Fue una mujer fiel a sus ideales y defendió lo justo”.

Jorge Iván Gaete Pinda.

María Pinda hizo un trabajo que estremece al revisarlo. Supo unir los pueblos, ayudando a generar debate respecto al presente y provenir de estos. Trabajó contantemente en la comuna de Cerro Navia, mediante la mencionada asociación Katriwala, la que impulsó gracias a los conocimientos adquiridos desde su cosmovisión y cultura, ambas heredadas desde sus antepasados. La máxima autoridad comunal, Mauro Tamayo, reconoce el trabajo de María Pinda en favor del pueblo mapuche y la mujer indígena, señalando que recuerda muy bien el aporte de nuestra lamngen  a la comunidad, cuya influencias serían bastante más amplias, entendiendo que su labor unificadora estaría vinculada a todos nuestros pueblos originarios, haciendo notar la falta de compromiso estatal respecto a políticas en favor del mundo indígena.

“Como no recordar a María Pinda, una de nuestras más grandes mujeres, que luchó por la nación mapuche, que luchó por una patria que reconozca a todos y todas, por un Estado plurinacional y multicultural”.

Mauro Tamayo.
Alcalde de Cerro Navia.

Maria Pinda nos entregó bastante, como lamngen ayudó a generar discusiones respecto al reconocimiento del pueblo mapuche, su significado y aportes, tanto en la warria (ciudad) como en el gulumapu (territorio ancestral mapuche, dentro de los límites actuales del Estado de Chile), destacando el trabajo que desarrolló en pos de acercar la cosmovisión mapuche, tan vinculada a la naturaleza y el universo. Su historia fue similar a la de muchas mujeres que llegaron a los centros urbanos, donde tuvo que adaptarse a la ciudad y no perecer junto a su cultura en el intento. Es justamente por esas cualidades que se debe hoy en día tomar conciencia respecto a la importancia de la mujer indígena en las sociedades actuales.

“María, la Pinda o la Kinchawal, la mujer-pájaro, la mujer-picaflor que con su canto siempre supo hacer brotar la vida, la mujer mapuche-pequeña-fuerte huilliche, mapuche, de ancestros machis, la mujer campesina que aprende con astucia a vivir en la urbe ―ese monstruo llamada ciudad― así, sostenida por una estrella fue capaz de superarlo todo.”

Gisela Sanhueza, Historiadora y Magíster en Literatura ©.

Columnista chilena en la Revista Ophelia, Buenos Aires – Argentina.

Hoy nos encontramos en un escenario complejo, puesto que nos hemos entregado a los actuales cánones de la modernidad. Son tiempos difíciles en los que nuestras culturas originarias se encuentran agonizando, en el campo, producto de la industria agrícola y forestal, o en nuestras ciudades, en alguna esquina producto del avance de estas inmensas bestias de cemento. Es frente a estas circunstancias que cualquier muestra de resistencia es agradecida, tal como lo viene haciendo el pueblo indígena latinoamericano desde hace más de quinientos años, donde la mujer ha mostrado una labor destacable, la que ha sabido encausar, siempre en búsqueda del porvenir de las generaciones presentes y las del futuro.

“Somos las mujeres, las idas, presentes y futuras la verdadera fuerza poderosa del universo.

Más que nunca es hora de las mujeres, ellas y todas nosotras, las mujeres de pueblos originarios, fuertes y mágicas desde Alaska a la Antártida somos las auténticas reinas y señoras capaces de leer los signos de los tiempos, escuchar los mensajes de las aguas, leer las palabras del viento, establecer comunicación con animales y plantas.”

Gisela Sanhueza, Historiadora y Magíster en Literatura ©.

Columnista chilena en la Revista Ophelia, Buenos Aires – Argentina.

La mujer indígena ha demostrado con creces su sabiduría y capacidad de enfrentarse con esta sociedad, la que los últimos años ha avanzado desmereciendo los distintos símbolos de resistencia que ha demostrado la cultura nativa, problemática que se ha sabido sobrellevar, mediante experiencias de organización, solventadas en las propias características de la población que se ha visto perjudicada. Al parecer no está todo perdido, puesto que las nuevas generaciones han aprendido a respetar y cuidar  estas culturas en peligro de extinción, tomando el peso sobre la importancia que tienen en las sociedades actuales, además generando conciencia respecto al rol de la mujer en estos grandes procesos actuales.

“Es  el símbolo de la resistencia con el cual me puedo identificar. Es la resistencia de más de quinientos años. Es la lucha, es la guía, es mi compañera, es mi hermana. Es la que permite que su cultura siga existiendo y se siga transmitiendo a través de las generaciones, a través de una nana, de una canción de cuna, de una historia, de un cuento. Es la que permite que las lenguas originarias no mueran, que sigan existiendo. Es sinónimo de reivindicación. Es todo, para mí es todo lo que una mujer debería representar y representa”.

Laura Benadiba, Historiadora, presidenta de la Asociación “Otras Memorias”

Buenos Aires – Argentina.

Por estos días se cumple un año de la muerte de María Pinda, símbolo de la resistencia mapuche, casi coincidiendo con una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer Indígena, por lo que esta fecha ha adquirido un nuevo significado, en base al simbolismo de todos aquellos que han participado en la resistencia de los pueblos americanos, los del pasado y presente, también aquellos que se encuentran construyendo el futuro.

Son tiempos difíciles, en los que se hace necesario recurrir a los conocimientos ancestrales para mantener la calma frente a la violencia amenazante, la que cada cierta cantidad de tiempo azota con pólvora a algún pueblo indígena. En Chile, específicamente en La Araucanía conocemos sobre esto. En esta región con cierta regularidad ocurren actos vejatorios en territorio mapuche, eventos traumáticos para toda su población. Es por aquello que se torna relevante en esta zona la presencia de la mujer, la machi, quien desde tiempos inmemoriales se ha encargado de cuidar la cultura y cosmovisión de este pueblo, conociendo el curso de los ríos, los ciclos del agua, las plantas y animales, la importancia de las estrellas, la luna y el sol, del vientre, de la tierra, desde donde emanan las esperanzas de los pueblos olvidados.

Autores:

Guillermo Cotal Ponce: Profesor. Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Mención Patrimonio y Ciudadanía©. Dirigente indígena mapuche.

Sergio Caniuqueo Huircapan: Doctorando en Ciencias Sociales en la U. de Frontera. Licenciado en Educación, Profesor de Estado en Historia, Geografía y Ed. Cívica.

Arturo Castro Martínez: Máster en Historia contemporánea y mundo actual, Universidad de Barcelona©. Profesor. Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Mención Patrimonio y Ciudadanía.

Mauricio Llaitul Acum: Experto en Derechos Humanos de Pueblos Indígenas. Dirigente Indígena mapuche.

Jean Paul Retamal: Profesor. Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Mención Patrimonio y Ciudadanía©.

Agradecimientos:

Luz Mery Panche: Defensora de los DDHH y ambientales. Coordinación Étnica Nacional de Paz (CENPAZ), Colombia.

María Carolina Acum: Lamngen Facilitadora de salud intercultural. Partícipe del PESPI (Programa Especial de Salud y Pueblos Indígenas).

Jorge Iván Gaete Pinda: Hijo de María Pinda Peye. Dirigente Indígena de Cerro Navia.

Mauro Tamayo: Alcalde de Cerro Navia.

Gisela Sanhueza: Licenciada en Educación, profesora de Historia y Ciencias Sociales. Magíster en Literatura©. Columnista chilena en la Revista Ophelia, Buenos Aires – Argentina.

Laura Benadiba: Historiadora, presidenta de la Asociación “Otras Memorias” Buenos Aires-Argentina.

Santiago de Chile, 14 de septiembre 2020
Crónica Digital

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Greenpeace denuncia al gigante Anglo American en medio de la crisis hídrica: “Está quitando agua de mar a cordillera”

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