Los testimonios son espeluznantes y cada capítulo que sale a luz pública sobre Colonia Dignidad estremece a la opinión pública en Chile, mucho más con el favor de una película. La profesora de historia Cristina Carril confesó a Prensa Latina que el largometraje Colonia ha despertado mayor interés sobre un caso oscuro y tenebroso de Chile, en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Colaboradora voluntaria de la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional, Ex Prisioneros Políticos, Carril subrayó que también es horrendo lo ocurrido en la instalación deportiva, centro de torturas y asesinatos tras el golpe de estado de 1973. La joven profesora comentó, al responder a otra pregunta de Prensa Latina, que la cinta exhibida gratuitamente en salones del Estadio Nacional narra de forma novelada hechos que tuvieron lugar en el enclave alemán ubicado en el sur de Chile. Es una película muy meritoria que atrae más a la gente por el papel protagónico de Emma Watson (Hermione en saga de Harry Potter), y espero contribuya a que conozcamos más la verdad del pasado en nuestro país, añadió la docente. A su turno, Wally Kunstmann, exprisionera política en tiempos de Pinochet, declaró que se siente más optimista pensando en el futuro con el ímpetu de los chilenos por conocer todo lo sucedido durante la dictadura. «No puedo entender por qué todavía hay que seguir escondiendo tantas cosas; se dieron testimonios en el pasado que servirían para contar toda la historia de la dictadura», apuntó. Kunstmann deploró la actitud del presidente Ricardo Lagos que hizo guardar por 50 años esos archivos. «Más 30 años anteriores suman 80 años de silencio, de escamotear la verdad», acotó. En noches heladas en Santiago de Chile, numeroso público abarrota las salas habilitadas en el principal centro deportivo de la capital para apreciar las casi dos horas del film dirigido por el alemán Florian Gallenberger. Sin alcanzar un nivel alto de factura, Colonia, el nombre de la cinta, adentra al espectador en el sórdido mundillo del lugar fundado por colonos germanos en 1960 con el hilo conductor  de un fotógrafo afin al Gobierno de Salvador Allende. Daniel Bruhl encarna al activista que se encuentra con su novia aeromoza (Emma Watson) en Chile, pero luego, con la asonada golpista, ambos son llevados al Estadio Nacional desde donde el fotógrafo es trasladado a Colonia Dignidad. La chica decide ir en su busca haciéndose pasar por admiradora de Paul Schaefer (encarnado por el sueco Michael Nyqvist) e ingresa en el centro, donde se maneja una relación estrecha con el propio Pinochet. Schefer o Pio como se hacía llamar, transformó el sitio en una secta asociada con la junta militar de Pinochet, a la cual prestó servicios para torturar, asesinar o hacer desaparecer a prisioneros. Se denomina en la actualidad Villa Baviera, en Parral, sur de Chile. Schafer, quien estableció el trabajo esclavo infantil y practicó los abusos sexuales a menores,  fue condenado por la justicia chilena a 33 años de prisión y murió en la cárcel en 2010. […]

“Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los propietarios de tierras, cuyas respectivas fuentes de ingresos son los salarios, la ganancia y la renta de la tierra, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, basada en el régimen capitalista de producción.» Con estas palabras inicia Marx el capítulo cincuenta y dos del tercer libro de El Capital, del cual sólo alcanzó a escribir una página, que tituló precisamente «Las Clases.» En Chile siglo y medio más tarde, los que mandan son éstos últimos, quienes se han apropiado la tierra, el subsuelo y las aguas, cuya principal fuente de ingresos es la renta que proporciona su escasez relativa, así como la que generan artificialmente coludidos en todos los demás mercados. Son empalagosamente omnipresentes además, puesto que se aplauden solos todo el tiempo desde su monopolio de medios de comunicación. Los auténticos capitalistas, es decir todos aquellos que contratan trabajadores para producir bienes y servicios y venderlos en mercados competitivos, son muy numerosos, de tamaño mediano y pequeño en su abrumadora mayoría, bastante bien preparados y se sacan la mugre a diario, esquilmados por los banqueros y monopolios de todo tipo y sin protección mayor del Estado, cuyas políticas están dictadas por los grandes rentistas, quienes han cooptado all sistema político por medios legales e ilegales. Se los ha confinado a industrias que tienen protección natural, como la construcción, transporte y servicios productivos diversos como cafés, restaurants, e infinitos otros que brotan todo el tiempo por todas partes como los brotes verdes después de la lluvia. Los obreros asalariados, por su parte, parecieran haberse extinguido. De ellos no se habla nunca, excepto para decir que ya no existen y ni siquiera se los llama por su nombre, a pesar que su número ha alcanzado un récord de diez millones sobre una población de 13,9 millones de personas mayores de 16 años. En un mes promedio más de cinco millones y medio están contratados formalmente, contingente que hasta febrero del 2016 seguía creciendo más de dos por ciento por año. Las personas ocupadas cambian todos los meses, puesto que constantemente son contratados y despedidos de trabajos asalariados de corta duración. Sólo uno de cada diez permanece contratado todo el año, mientras dos tercios perciben salarios un mes si y el otro no, en promedio. En el intertanto laboran por cuenta propia o permanecen cesantes y casi un millón de mujeres ni siquiera busca trabajo fuera de temporada. La economía chilena ofrece empleos muy precarios. Los asalariados ocupados a febrero del 2016 están en su récord histórico de 40 por ciento de la población de 16 años y más, proporción que alcanza a 47,6 por ciento en el caso de los hombres y 32,8 por ciento las mujeres, las que hoy representan un 72 por ciento del contingente masculino. Las mujeres ocupadas aumentan más rápido que sus compañeros hombres, explicando más de la mitad del incremento del […]

Faltan treinta segundos para las seis de la tarde, caminamos presurosos para llegar al punto de encuentro, que es la esquina de la Alameda con San Antonio. Llegamos y en el lugar se escuchan las primeras palmas, enérgicas como platillos de un orfeón, luego se escucha el primer: “Y va a caer” de la tarde. Es la señal para disparar al cielo el cargamento de cartas que portamos entre el pellejo de la delgadez de los veinte años y la pretina del pantalón. Estas cartas con sus imperiosos mensajes de libertad, vuelan con la suave brisa del viento que producen los micros que pasan febrilmente por la Alameda con destino al poniente de la ciudad. Palmoteamos las manos y gritamos: “¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar! Gritamos cuatro o cinco veces y antes de que estas maravillosas cartas besaran el suelo de la vereda de la calle San Antonio, ya estábamos cruzando la calle Estado con largos pero controlados pasos. Juan Emilio, me dice: “Tranquilo no corras, los pacos persiguen a los que corren”. Nos hacemos invisibles a los ojos de los palitroques verdes que corren detrás de todo lo que se mueve demasiado rápido. Táctica y estrategia, como decía Don Mario; la táctica es no caer en las manos de los represores y la Estrategia es ser invisibles. Cuando las pequeñas cartas reposaban en las manos de sus destinatarios, salimos del edificio Santiago Centro, donde mirábamos pantalones Bellota en una vitrina. De vuelta en la Alameda, con la estrategia de la invisibilidad, vemos a compañeros arrastrados por mastodontes verdes que con total falta de humanidad los lanzan al interior de los carros policiales, para luego llevarlos con destino a la Primera Comisaria de Santiago -la cual, gracias al cielo, nunca llegamos a conocer. Otras como la veinticinco, que quedaba en la Plaza de Maipú, sí la conocimos-. Cuántos compañeros, en los que confiábamos nuestras propias vidas, conocimos en estos cientos de meetines, en las distintas esquinas de Santiago y por supuesto en nuestro querido Maipú, en la esquina de la calle Victoria con Blanco Encalada. Cada noche de protesta movilizando a la gente, allegando pertrechos, palos, neumáticos, colchones viejos y cualquier elemento combustible que encontráramos por las calles, servían para el objetivo planteado. ¡Todos éramos uno!, tanto sea en el Centro de Santiago como en La Bandera, en La Victoria o en Cuatro Álamos, en Portales con el Olimpo. Juanito, dónde están esos compañeros con los que organizábamos peñas, huelgas de hambre, ollas comunes, centros juveniles y comunitarios. Que eran lindas y coloridas las fachadas de nuestra LUCHA contra la maldita dictadura. Juan Emilio, ¿DÓNDE ESTAN ESOS AMIGOS DE ANTES? “Cuando camino por las calles de Santiago no veo el rostro feliz de los televisores, en San Antonio y la Alameda”.   Por Miguel González Jara Crónica Digital, 17 de Mayo 2016

Pocos temas han generado más polémica en la discusión política actual que el proceso constituyente convocado por el Gobierno para alcanzar una nueva Carta Fundamental. La izquierda no ha estado ajena a este debate arribando a diversas hipótesis, algunas extremadas y otras intermedias, inclusive muchas de ellas contrapuestas entre sí. En definitiva, se trata de un debate de actualidad enmarcado en un momento constituyente originado por variados factores, pero que también se relaciona de forma problemática con nuestras últimas cuatro décadas de historia política.   En términos muy generales podemos resumir la discusión de esta materia en dos enfoques muy difundidos en la izquierda. Por un lado, la tesis del fraude, vale decir aquella mirada que intenta explicar el proyecto constituyente como un simple engaño de la Nueva Mayoría, del que algún día despertaremos para descubrir la verdad que algunos ya conocen por no haber sido “coaptados”. Se trata de una mirada iluminista, moralizante y subestimadora del pueblo, que puede ser útil en ciertos ámbitos intelectuales, pero que es absolutamente impotente para la construcción política. Por otro lado, aparece la tesis de la fatalidad, la cual asume este proceso simplemente como lo que pudo ser (“en la medida de lo posible”, a decir de Aylwin). Esta mirada reduce la política a la acción “desde arriba”, por lo que considera este proceso constituyente como una concesión graciosa de Bachelet, sin tener en cuenta los movimientos sociales que lo hicieron posible. Se trata también de una forma de subestimación del pueblo, pero no ya en su capacidad de comprensión como hace la primera visión, sino en su potencialidad como sujeto de transformación. No descubrimos nada si señalamos que en el desarrollo de todo este proceso existen elementos que tomados aisladamente permiten sostener cualquiera de estas dos actitudes que han impregnado a buena parte de la izquierda. Sin embargo, debemos escapar a toda lectura tanto negadora como embellecedora del proceso constituyente y plantear una interpretación que asuma que éste implica tanto avances y oportunidades como retrocesos y contradicciones para una izquierda que debe levantar como línea política del período la conquista de una asamblea constituyente. Nico Jara Comité Central Juventud Socialista de Chile Twitter @nicojara Santiago de Chile, 16 de mayo 2016 Crónica Digital

La resolución del Tricel, del pasado 11 de Mayo, ha resuelto un ingrato capítulo en la contingencia política del país, el referido a la fallida inscripción del bloque de la Nueva Mayoría para realizar elecciones primarias, previas a las de Octubre próximo, en las que se eligen las alcaldías y consejos municipales. Al calor de la polémica que se registró en torno a este hecho se conoció de las divergencias habidas en el seno del conglomerado, que luego de semanas de infructuosas tratativas, determinaron un acuerdo parcial, fuertemente controvertido para muchas de las candidaturas que esperaban su ocasión de competir. La conclusión es clara, cuando no hay ánimo de alcanzar un acuerdo se torna imposible hacerlo. La voluntad política es lo fundamental. Sin embargo, la actitud predominante en la negociación fue marcar los deseos propios de cada fuerza, sin la debida articulación con el interés general del bloque de gobierno. De modo que el ABC de un sistema de acuerdos que, no es otro que unir y no separar, concordar y no disputar, no quedo en el centro de la Agenda con el resultado ya conocido, de un magro balance final, dado los desafortunados hechos que hubo posteriormente. Cuando se olvida el interés común también se daña el objetivo individual. Si la cultura política de corto plazo, o el comportamiento individualista que se ha impuesto, conduce a que el escenario unitario cumple el exclusivo servicio de cubrir los apetitos electorales inmediatos, que a menudo son personalistas, a la postre, el resultado será infecundo, no hay estrategia viable desde una óptica utilitaria de los aliados, que canibaliza las relaciones políticas, ya que no ira más allá del día a día. Ahora bien, dado que el SERVEL ha pedido una ley que le permita rehacer el itinerario de las primarias, hay que reforzar su rol autónomo y podrá dirigir el proceso; no hay que atizar disputas, serenarse y evitar que cualquier decisión pueda volver a afectar o debilitar la institucionalidad electoral, que cumple un rol esencial en la correcta realización de los comicios en que se ejerce la voluntad popular. La exasperación indica más desesperación que razón. Asimismo, en forma paralela a estas tensiones, en el tema del veto a la reforma laboral, la prisa vuelve a introducir una inconveniente tensión en el bloque de la Nueva Mayoría. Con el apuro no es posible que se puedan procesar toda la pluralidad de opiniones y el ejercicio de la diversidad no se cumple a cabalidad. El mensaje es duro hacia quienes lealmente respaldan al Ejecutivo, pero pudiesen aportar diversidad, quedan en una situación delicada, sin una cuota necesaria de interlocución, imposibilitados de dar una opinión en un tema central. Con ese método parece que decirse que el que más tironea y presiona es el que más gana y que los demás, tienen que apoyar aún cuando los costos unitarios sean elevados. Se van instalando fricciones evitables que se amplifican en el debate público. Una ruta con tantos roces y baches no es el […]

“La semana pasada, la crisis medio ambiental que está afectando al borde costero de la Región de Los Lagos y, principalmente, a Chiloé, ha tocado fondo. Si hace algunos meses fueron las ballenas, luego las jibias, las sardinas, finalmente, hasta las jaivas y las machas, entre muchas otras especies muertas que varaban por millares ante el asombro y tristeza de los habitantes que vivieron del otrora riquísimo bordemar chilote. Muy diferente es cómo afectó la muerte de los salmones de cultivos a sus dueños, pertenecientes a grandes grupos económicos de nuestro país que, por supuesto, no les significó grandes pérdidas, debido a los seguros contratados -que, por cierto, no benefician a sus trabajadores-. Para deshacerse de la mortandad, solicitaron verter 9 mil toneladas de salmones descompuestos al mar, supuestamente, a 70 millas de la costa. Sin embargo, según testimonios de pescadores y tripulantes, en algunos casos, fue a sólo 8 ó 10 millas de la costa. Víctor Guanquil y Héctor Kol son dos biólogos marinos que cuestionan la versión oficial sobre la causa de la mortandad de las especies marinas, cuya causa sería el aumento de la temperatura del agua y luminosidad, producto del calentamiento global y el fenómeno del Niño, señalando que no existe evidencia científica de que la sola presencia de marea roja explique la muerte de las especies marinas, apuntando, entre otros factores, al proceso de eutrofización, proliferación de algas, producto de la carga de nutrientes como deposiciones y restos de alimento, generada por la sobrecarga de peces en los estuarios  y mar interior chilote que, en combinación con las condiciones favorables generadas por el calentamiento global y el fenómeno del Niño, provocaron el peor desastre ambiental que recuerden sus habitantes. No es la primera vez que la versión oficial y la de las empresas implicadas es cuestionada por la evidencia científica. Basta recordar lo ocurrido en 2004 en el Santuario de la Naturaleza Carlos Andwanter de Valdivia, con la muerte masiva de cisnes, donde, finalmente, la justicia estableció la responsabilidad de la empresa Arauco en la contaminación del humedal, condenándola a pagar una millonaria multa por el daño causado. La industria  salmonera en Chile es un clásico ejemplo de cómo la dictadura militar introdujo el modelo neoliberal aplicado a la extracción de recursos naturales con una concepción “minera”. En 1978, se creó la Subsecretaría de Pesca y SERNAPESCA, desarrollando entre 1978 y 1980, iniciativas para el fomento a la creación de empresas dedicadas a la salmonicultura que, junto a la débil legislación laboral y de regulación del medio ambiente, posibilitó la rápida expansión de la industria, durante la década de los ochenta, continuando durante la década siguiente, logrando espectaculares ganancias a costa de la explotación laboral y de las, entonces, prístinas aguas chilotas. Fue la crisis del virus ISA, la primera voz de alerta sobre la falta de sustentabilidad de la industria, por cierto, desaprovechada como oportunidad de cambio, al no modificar su modelo productivo, lo que, ahora, le pasa una cuenta mucho más alta de […]

Si bien le queda una semana para entregar la nómina, Juan Antonio Pizzi ya definió a sus 23 convocados de cara a la Copa América Centenario, la que se disputará en Estados Unidos el próximo mes. Son pocas las sorpresas dentro de ésta y sería mejor que hubiese más. Hace algunos años se viene hablando del imperativo recambio que debe hacer la selección chilena de fútbol, pues en un proceso que lleva nueve años, pasó de ser la más joven a la que posee el promedio más alto dentro de Sudamérica (28 años). La línea medular que contiene a los titulares indiscutidos del “equipo de todos” es sin duda el reflejo del éxito y la superación deportiva -y por qué no social-. Independiente del cambio de técnico a inicios de este año, la lista de futbolistas no ha variado radicalmente, tema que no preocupa por el hecho de que no se convoque a los más aptos u óptimos, sino por la falta de un desarrollo en términos de la suplencia y el fútbol joven. Llevamos bastante tiempo cosechando malos resultados en los combinados inferiores, los cuales aspiran a ser como los jugadores que estamos -implícitamente- nombrando. Este torneo, irrelevante por su origen, es la gran oportunidad de convocar a nuevos jugadores, realizar diferentes dibujos tácticos, manejar un abanico de oportunidades más holgadas y transmitir la experiencia práctica a los “nuevos” de la forma que más importa: dentro de la cancha. No hay dudas de que la Copa América Centenario es un producto mercantil, inventado por las grandes empresas que buscan una tremenda ganancia con los derechos televisivos, como los ingresos que conlleva organizarla en un país que derrocha exitismo en su modo de mostrarse al mundo. La crítica no implica excluir a todos los nominados que estén haciendo su trabajo de modo excepcional, sólo se exige la inclusión de baluartes que no se hayan visto anteriormente y que merezcan un puesto en la selección. No significa improvisar ni mucho menos restarle importancia al evento, pues si bien es intrascendente en términos de procedencia y nivel futbolístico, el carácter valioso que tiene se da por lo ya expuesto: las variantes. A partir del Mundial de Brasil 2014, la línea medular (entiéndase Bravo, Medel, Díaz, Jara, Isla, Vidal, Sánchez, Vargas y el que usted estime como tal) no ha tenido vacaciones, considerando que jugaron -y ganaron- la Copa América el año pasado y nuevamente son “privados” de su descanso. La medida que se ha solicitado no sólo a “Macanudo”, sino también en su tiempo a Sampaoli, busca proyectar un trabajo en vista de lo que le espera a la “Roja”: las 12 fechas restantes de las Clasificatorias al Mundial de Rusia 2018. Se comprende que en esos partidos es difícil innovar y probar. No obstante, como ya se “estableció” la nómina, habrá que seguir esperando. Aguardando tal vez la renovación en un futuro próximo, o una recapacitación del nuevo líder de un conjunto de hombres que pierde vigencia poco a poco, pero […]

La académica del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Claudia Zúñiga, explica en esta columna cómo se evidencia la contraposición entre centralismo y el arraigo regional en contingencias como la crisis por la marea roja en el sur del país. Plantea además que para mantener el equilibrio en las relaciones interregionales y entre la identidad regional y la nacional, es necesaria la generación de políticas públicas que consideren y potencien equitativamente a cada una de las regiones. No voy a referirme a la contingencia, de eso ya se ha dicho mucho. Quiero referirme al fondo, sobre eso se ha dicho menos, se ha pensado menos, se ha hecho menos. Chile es el país más centralizado de América Latina. Chile es el país más centralizado de la OCDE. Los recursos, las oportunidades y las decisiones, y por lo tanto, las personas, se concentran en la capital. Así, al mismo tiempo que el país destaca por un éxito sostenido a nivel de indicadores macroeconómicos, tenemos como contraste las grandes carencias que aún presenta a nivel local y regional. Por algunas décadas, un grupo escaso de académicos insistió permanentemente en la necesidad de avanzar en descentralización, sin lograr permear las voluntades de los tomadores de decisiones. Luego vino Magallanes, luego vino Aysén, luego vino Chiloé… Sólo cuando el problema del centralismo es puesto en evidencia a través de distintos movimientos sociales que desafían el orden establecido, empieza a haber algo más de eco en el mundo político, y hoy nadie niega que una de las grandes tareas pendientes en nuestro camino al desarrollo, es la descentralización y el fortalecimiento de las capacidades locales y regionales. ¿Y qué sabemos respecto a estos procesos? En base a más de 10 años de investigación científica sistemática sobre las identidades territoriales en Chile y su relación con procesos de movilización social, algo sabemos al respecto. Sabemos por ejemplo, que a pesar de que las regiones chilenas son de reciente creación (en comparación con el país, las provincias y las ciudades), de que son denominadas con números (¿cómo alguien podría identificarse con un número?), y que salvo escasas excepciones, no tienen gentilicios (¿cómo un conjunto de personas va a constituirse como grupo si no tienen siquiera como llamarse?), es decir, a pesar de que nuestras regiones parecieran ser un ejemplo de cómo construir territorios con los que sea muy difícil identificarse, los chilenos se identifican fuertemente con ellas. Estudios realizados en distintas regiones del país, confirman que la identificación con la propia región ocupa un lugar muy importante entre las identidades de los chilenos, y que estas identidades regionales se basarían, fundamentalmente, en una positiva valoración del paisaje, la cultura y la historia regionales. Independiente de las características geográficas del territorio, en todas las regiones las personas consideran que su región es la más hermosa del país, y en términos de las emociones asociadas a esta identidad, mientras algunos la experimentan con orgullo, otros la viven con ambivalencia, porque a […]

A pocas semanas de convocado el proceso constituyente lo cierto es que los chilenos han asumido un rol protagónico en el escenario político y social, v mal que les pese a algunos recalcitrantes enemigos de la democracia, el país está desarrollando sin duda un histórico proceso de participación ciudadana en torno a su futuro. Convocados a un proceso constitucional, en busca de una Carta Magna que de cuenta de la realidad, de las demandas democráticas y de progreso social, los ciudadanos, han asumido con entusiasmo el desafío, superando su desconfianza legitima en la clase política y dejando de lado las reticencias con que la Derecha y El Mercurio, los Piñera, los Edwards o los Larraínes y otros han intentado sabotear la iniciativa. En esta etapa inicial lo que interesa es que se escuche la voz colectiva, mayoritaria, y sobre todo organizada, de los ciudadanos, que constituye el poder y la legitimidad de la democracia. Esta es la única fórmula para, no solo expresar las demandas nacionales, ciudadanas, sino para corregir las insuficiencias o dificultades que puedan darse en un proceso inédito, de aprendizaje en el escucharse, en una discusión hecha con respeto. La extrema derecha insiste hasta ahora en negarse a la evidencia de la voluntad nacional de cambios, de la necesidad  de las reformas, y rechazan con altanería y dogmatismo a figuras de su propio entorno que con pragmatismo instan a mostrar una dosis de realismo. La contradicción clave sigue siendo entre la democracia y sus enemigos, entre los partidarios de la participación ciudadana y los que siguen temiendo al pueblo soberano, y siguen intentando deslegitimar, caricaturizar y sabotear la demanda de una nueva Carta Magna. El gran objetivo nacional, patriótico, es el logro de un acuerdo constitucional que dé cuenta de lo que la sociedad nacional precisa, en calidad de normas jurídicas de convivencia, de derechos sociales e individuales, de marco institucional para una ciudadanía empoderada, participativa y protagónica, para un Chile democrático, justo, soberano. La responsabilidad, derecho y deber, que no podemos eludir, en nuestra calidad de ciudadanos, es participar, opinar, tomar la palabra, tomar partido, ya sea individual como colectivamente en la instancia social que nos corresponda, en el cabildo y en todas las tribunas a nuestro alcance, para que con el aporte de todos lleguemos a la formulación de acuerdos y propuestas comunes. La vieja Constitución, impuesta por la dictadura militar derechista que asaltó al poder el 11 de septiembre de 1973,se implantó manu militari y con la complicidad de algunos “expertos” subordinados a la bota castrense, un modelo política y cultural fascista, neoliberal en lo económico y ultraconservadora en lo valórico. Es decir es un instrumento dictatorial, antidemocrático, ilegitimo de origen y de ejercicio, que se ha mantenido por el chantaje, que simplemente no resiste las exigencias del siglo 21. La Constitución debe ser el marco jurídico fundamental que se de democráticamente la ciudadanía para regir la vida política y social de la nación, representando los intereses, necesidades, demandas, derechos y deberes, proyectos y […]

Al revés de lo que podría pensarse, la marea roja que convulsiona las costas chilenas, desde la región de la Araucanía hasta el límite sur de la región de Los Lagos, abarcando varios centenares de kilómetros con su destructiva extensión, no es una marca comercial ni un eslogan para una campaña electoral. Es un fenómeno medioambiental que daña a los pescadores artesanales, a los buzos y recolectores de orilla y a las comunidades del borde costero, significando un durísimo golpe a sus economías familiares y una aguda incertidumbre frente al futuro. La marea roja esta encadenada al calentamiento global, cuyos efectos son devastadores en algunas zonas del planeta que cambiaran en forma decisiva sus condiciones de vida. La reciente Conferencia de las Naciones Unidas, en Diciembre pasado, nos ha convocado a tomar conciencia de la gravedad y magnitud del cambio climático como un reto que abarca a la humanidad en su conjunto. En efecto, los avances científicos y tecnológicos permiten que la humanidad genere hoy productos y materiales imposibles siquiera de ser pensados hace un par de siglos. De ese fenómeno se habla a diario en millones de páginas y ediciones. Pero, ese mismo despliegue obliga a la emisión de contaminantes y partículas en suspensión que siguen en la atmósfera indefinidamente, a la puesta en marcha de millones y millones de motores y otros medios que generan temperatura y al empleo de combustibles que, sumados a los anteriores, han elevado la curva de crecimiento del calor que reciben la atmósfera y los océanos, al punto de provocar en ciertas regiones amplios derretimientos de hielos y aumento del nivel de las aguas, y en otras zonas sequías y descertificación. En suma, los humanos en el proceso social de producción liberan fuerzas que no se orientan o conducen con criterios de racionalidad y justicia, liberadas esas energías al entorno durante ya varios siglos de una intensa explotación que se realiza a diario, han creado una nueva realidad medioambiental ignorada o menospreciada muchas décadas, pero ya imposible de desconocer por sus consecuencias planetarias. Ello obliga a una nueva mentalidad, se trata que el Estado democrático logre encauzar las formidables fuerzas productivas que en siglos los seres humanos han sido capaces de concebir y crear, las que también se han acumulado en Chile, por la estabilidad democrática que ha permitido un buen promedio como crecimiento económico en el país. La civilización humana dejo atrás las hambrunas y epidemias que le asolaron durante la Edad Media, hoy es capaz de entregarse a sí misma una cuota de alimentación y salud, comodidad y seguridad para vivir, que durante milenios no tuvo; sin embargo, ese mismo avance ha ido configurando un nuevo riesgo de alcance global, un desequilibrio ambiental que puede llevar a la humanidad a sufrir el resultado de un colapso ecológico que afecte a largo plazo sus condiciones de vida. En Chile, se peca de imprevisión ante este nuevo desafío que enfrenta la humanidad. La rudimentaria escuela prusiana de Pinochet y el grupo golpista, así […]

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