Con una lectura de la carta que escribió Jorge Peña Hen, a  su esposa, Nella Camarda y a sus hijos, María Fedora y Juan Cristián, la periodista  Myriam Carmen Pinto, rindió un emotivo homenaje a su memoria durante la presentación de su libro de la correspondencia de la dictadura “Amor Subversivo”, que tuvo lugar el sábado 10 de febrero en la XIII Feria del Libro de La Serena que organiza la Ilustre Municipalidad de la Serena. Se trata de una carta  escrita entre los días 12 y 13 de septiembre de 1973 por el destacado músico, compositor, maestro y académico de la Universidad de Chile; un escrito en una hoja que lleva el membrete de la Universidad de Chile,  que quedó inconcluso luego que fuera tomado prisionero acusado de instructor de guerrilla  y de internar armas en los estuches de los violines de los niños a su regreso de una gira que realizó a Cuba con la orquesta y banda de niños y jóvenes en verano de 1973. El 16 de octubre de 1973 fue asesinado, junto a otros 14 prisioneros políticos por la comitiva de militares que integraron la denominada “Caravana de la Muerte”, a su paso por  La Serena.  Tenía 45 años. En su intervención en la Feria del Libro de La Serena, la autora reveló que en el transcurso del proceso de edición de este libro,  sintió una sensación de que fue la propia carta del músico la que le solicitó  formar parte de  la colección. Al respecto explicó que cada vez que revisaba  sus archivos digitales,  le llamaba la atención  que dicho documento se asomara casi como una alerta automática cuando abría la carpeta del material archivado en su computador. “El sigue entre nosotros” – dijo-, adentrándose luego en un breve análisis de contenido de este valioso documento en el cual el músico aborda su presentimiento de la muerte que lo asecha, una muerte que nombra como  “muerte física”, su “fin material”, señalando que en caso de ser detenido, su escapatoria de ella sería sólo un milagro. En la carta también señala que ha “tenido información del fusilamiento de algunos compañeros, que no han hecho en su vida otro daño que luchar por sus ideales”; aquellos que se encuentran “marcados y sentenciados por el delito de amar a la humanidad, al hombre histórico, a través de la construcción de un nuevo orden, de real libertad, igualdad y justicia social”. Jorge Peña Hen, fue además un incansable gestor cultural. Fundó el Conservatorio Regional de Música, la Sociedad de Música de Cámara, el coro Juan Sebastián Bach, la primera Escuela Experimental de Música y la primera Orquesta Sinfónica de Niños de Iberoamérica. Estaba convencido que el arte debía ir aparejado al proceso educativo y que  a la pedagogía le correspondía entregar y desarrollarlo en todos los niveles para lograr un buen desarrollo comunicativo, sensibilidad  y reconocimiento de la belleza. Su falta fue pensar, trabajar y preocuparse de  los más postergados. Muchos de sus pequeños músicos  integran hoy importantes orquestas dentro y fuera de Chile y varias de las 500 orquestas […]

Una colección de 85 cartas y mensajes que circularon en su gran mayoría de manera clandestina durante los 17 años de la dictadura militar presenta el libro «Amor Subversivo. Epistolario Testimonial”, publicado recientemente por Ediciones Radio de la Universidad de Chile. Se trata de una correspondencia de tipo político, intimista y solidaria que fue escrita en campamentos de concentración, cárceles o bien en el exilio por dirigentes de los partidos históricos de la Unidad Popular, ejecutados políticos, detenidos desaparecidos, familiares, abogados, organizaciones de derechos humanos, colectivos sociales de base y dirigentes del Movimiento Democrático Popular (MDP); una correspondencia que logró superar las barreras de la censura y sobrevivir para llegar a sus destinatarios ocultas en tacos de zapatos, termos, cajetillas de cigarrillos o bien en la barriga de los muñequitos de trapo “Soporopos”, que fueron confeccionados por las prisioneras políticas durante los primeros años de la represión. Entre las cartas destacan: último manuscrito de Víctor Jara escrito en el Estadio Chile que salió clandestino del Estadio Nacional (1974); carta de Carlos Berger a su madre Dora Guralnik, que fuera escrita un par de semanas antes de su fusilamiento en Calama (1973); carta abierta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos AFEP a la muerte trágica de la señora Dora Guralnik (1988); carta del dirigente Miguel Enríquez al cardenal Raúl Silva Henríquez (1974); carta de Muriel Dockendorff a Sandra Machuca en la Villa Grimaldi, a pocos días de desaparecer (1974); carta de Juan Bautista Van Schouwen enviada a su madre Carlota Vasey; carta de Rody Robotham, desde la cárcel de Antofagasta a su amigo Francisco Sepúlveda (1974); carta de Exequiel Ponce, Secretario General del Partido Socialista en la clandestinidad, a su esposa Margarita y a su hija Tania (1975); carta y mensajes de apoyo de Familiares de Detenidos Desaparecidos AFDD, con ocasión de su primera huelga en la CEPAL (1977); cartas de Laura Allende al Papa Juan Pablo II, Fidel Castro y a Gabriel García Márquez (1981); carta de la señora Aida Bugueño a Juanita y a sus hijos del grupo Illapu, impedidos de ingresar al país (1981); cartas del doctor Manuel Almeyda a su esposa Elsa Parada (1984) y a obispo Carlos Camus (1987); carta clandestina enviada por el dirigente del MDP, Jaime Insunza a su hijo Javier, con motivo de su primer cumpleaños (1984); carta de Verónica De Negri, madre de Rodrigo Rojas, quemado vivo, al Comité Pro Retorno (1986); carta de Carmen Gloria Quintana enviada de Canadá tras su partida de Chile (1987); cartas de los hermanos Rafael, Eduardo y Pablo Vergara Toledo a sus padres (1984 – 1988); carta de ex senadora comunista Julieta Campusano desde su relegación (1987); carta enterrada en una botella al cierre del campamento de Chacabuco (1974); carta soñada que se escribió así misma la señora Ana González de Recabarren como si fuera su marido Manuel Recabarren, secuestrado al salir de su casa en búsqueda de información que diera luces del paradero de sus hijos Manuel, Luis Emilio y su esposa, Nalvia, […]

Renato León Zenteno, Conservador de Bienes Raíces de Santiago,  a 40 años de su muerte,  su sobrino-hijo entregará por vez primera su testimonio al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos  y  a un abogado para dar curso a una investigación judicial que incluya un antecedente hasta ahora nunca dicho públicamente. Un mes antes de que fuera asesinado le había contado su negativa a inscribir propiedades irregulares solicitadas por tres militares vestidos de civil, quienes le aseguraron: «Mi General tiene mucho interés en esto». En ese momento, ninguno de los dos podía deducir que dicha negativa era su propia sentencia condenatoria de muerte. Cuando mi amigo, Gustavo León Pardo, se enteró de mi viaje a Barcelona (año 2015), comentó que no podía dejar de ver «La Sagrada Familia», una de las  maravillas del mundo católico y del arte arquitectónico. Al responder que sí estaba contemplada en mi programa turístico, me pidió llevar un poco de tierra de Las Cruces y esparcirla en los jardines del frontis de dicha iglesia a nombre de  Renato León Zenteno, su tío-segundo padre, quién la había visitado  un mes antes de que fuera encontrado muerto en su departamento en pleno corazón de Providencia. “Es una de las tantas barbaridades de la dictadura militar”, dijo. Hasta ahora nunca había hablado de esta historia, ni a mi ni a sus amigos más cercanos. Primer otro sí.  Los hechos Renato León Zenteno, abogado, Conservador de Bienes Raíces de Santiago, (CBRS), murió el 30 de noviembre de 1976. Tenía 69 años. Su cuerpo estaba intacto, no tenía rastros de heridas graves, presentaba una pequeña hematoma a la altura de la barbilla, un hilillo de sangre que corría de su boca y sus anteojos estaban botados detrás de la puerta de su departamento. Gloria, su sobrina que trabajaba con él  y Estanislao León Aguirre, su primo, militar retirado, ambos a cargo de los funerales, creían había fallecido por un ataque cardíaco. Ella, así lo dió a conocer a la prensa, aunque después de este primer momento, los medios de comunicación abordaban las extrañas circunstancias que rodeaban el caso, barajando podría tratarse de un crimen entre homosexuales o por intento de robo. El mayordomo del edificio había declarado que la noche de los hechos observó a cuatro hombres, intentando descerrajar la puerta de su departamento. El deceso quedó registrado como de «muerte natural», no obstante, la Brigada de Homicidios solicitó efectuar una autopsia. Los familiares no accedieron a este documento, tampoco lograron ver el certificado de Defunción. Desorientados y confundidos, sin sospechar sería un asesinato no realizan ninguna gestión ante los Tribunales de Justicia. Se trataba de una familia conservadora, mayoritariamente conformada por adultos de tercera edad y dispersos unos de otros. Muchos de ellos estaban  vinculados al mundo militar. Arturo, hermano mayor, padecía de un principio de Alzheimer, su hermana estaba distanciada y Guillermo, hermano menor, que fuera vicepresidente adjunto de todas las filiales de la empresa minera Anaconda, trabajaba en Irán, donde su esposa estaba gravemente enferma. Gustavo, su sobrino-hijo, (a la muerte de su hermano), residía en España, […]

Mi Juanito… Mi Juanito», dice la señora Ana González cada vez que se encuentra con Anita Altamirano; la abraza, le apreta una mano y la mira fijo a los ojos. Se refiere a Juan Gianelli, detenido, haciendo clases, a quién conoció en su casa cuando estudiaba con su hija Ana María para graduarse de profesores normalistas. Frecuentemente, también, se reunía con su marido, Manuel Recabarren, que fuera secuestrado una mañana cuando salía en búsqueda de dos de sus hijos, que fueron subidos a la fuerza a un vehículo la noche anterior, incluyendo a la esposa de uno de ellos, embarazada de tres meses y que nunca se supo si el bebe nació o no. Ocurrió en 1976. Todos ellos desaparecieron. Corrían los últimos días de julio de 1976, cuando la señora Ana, que había hecho de la Vicaría de la Solidaridad prácticamente su segunda casa, divisaba por los pasillos la llegada de una mujer muy angustiada y desorientada. Era la profesora Anita Altamirano. Buscaba ayuda, siguiendo los consejos que le dejara su propio marido en caso de que lo detuviesen. Pese a que no la conocía, pero como su corazón es grande y lo hacía con muchas que llegaban en las mismas condiciones, fue a su encuentro para preguntar que le pasaba, la escuchó y la invitó a una actividad por la tarde. No podía quedarse. Debía regresar a la escuela y después correr a cuidar a sus hijos de 5 y un año y medio. Ellas tenían 50 y 34 años. Al día siguiente, nuevamente se encuentran. Regresaba a firmar los escritos de un recurso de amparo. Al verla, de nuevo se acerca, la saluda, diciendo: «No me habías dicho que era mi Juanito al que buscabas». Y claro… lo conocía. En la Escuela Normal, fue compañero de curso de Ana María, su hija, estudiaban juntos en su casa, donde también se reunía frecuentemente con Manuel Recabarren, su marido. Militaban en el partido Comunista, vivían en la popular y combativa comuna de San Miguel y siempre se topaban en actividades culturales y políticas que tenían lugar en el teatro municipal Domingo Gómez Rojas, que ya no existe. La mañana del 30 de abril de 1976, su marido, Manuel Recabarren Rojas, (50 años), fue secuestrado al salir de su casa en búsqueda de información que diera luces del paradero de sus hijos Manuel, (Mañungo), 22 años, Luis Emilio, 29 años y su esposa, Nalvia Mena Alvarado (20 años), embarazada de tres meses. La noche anterior, a los tres los habían subido a la fuerza a un vehículo, incluyendo al pequeño hijo, Luis Emilio, de apenas dos años, a quien al cabo de un par de horas un hombre lo baja de un vehículo, dejándolo solo y llorando a seis casas de la familia. Esa noche, este llanto desconsolado interrumpió la película que veía la señora Ana, con uno de sus hijos, en la televisión. Al salir a la puerta se percata era su nietecito que estaba con una vecina; el […]

Trabajaba en el Departamento de Prensa de Radio Chilena, cuando el día lunes 4 de diciembre de 1978, mientras preparaba mi grabadora para dirigirme a reportear a los Tribunales de Justicia, Guillermo Hormazábal, director de Prensa, me  comunica que mi pauta noticiosa incluye entrevistar al presidente de la Corte Suprema, Israel Bórquez Montero. El propósito era preguntarle acerca de una solicitud  de investigar presentada a dicho tribunal, – según dijo – por una comisión de «Hombres Buenos«, tras comprobar la existencia de una pila de cuerpos sin vida al interior de unos hornos de una mina abandonada de Lonquén. Radio Chilena, reconocida como «La voz de los sin voz«; de propiedad de la congregación Salesiana y Arzobispado de Santiago, siguiendo las directrices del cardenal Raúl Silva Henríquez y su ardua tarea humanitaria en defensa de los perseguidos y promoción de los derechos humanos, condenaba  la represión de la dictadura militar y no se sometía a la censura. Sus servicios informativos difundían lo que la mayoría de los medios de comunicación callaban. En la fotografía, cubriendo una conferencia de prensa presidida por la doctora Paz Rojas, directora del Departamento de Investigación y Tratamiento de la Tortura del Comité de Derechos del Pueblo, Codepu. Por las banderas de la verdad Al llegar esa tarde a los Tribunales, me encontré con los periodistas, Miguel Yunisic y Víctor Hugo Albornoz, de los diarios “El Mercurio”  y  “La Tercera de la Hora”. Ambos estaban sentados en uno de los escaños del pasillo principal del palacio como lo hacían siempre. Era su cocinería periodística judicial que lograba convertir en grandes titulares de portadas y de la crónica roja las sentencias condenatorias destinadas a los autores de espeluznantes crímenes pasionales,  y los casos de excarcelaciones de narcotraficantes y estafadores de cuello y corbata. Estos temas no eran de interés para la radio, pero me reunía con ellos porque dicha repartición no disponía de una sala de Prensa, ni encargado de Relaciones Públicas y por ello enfrentábamos muchas dificultades para acceder a una información. La más a mano era una pizarra que publicaba la tabla de vistas que serían abordadas en cada una de las respectivas salas de la corte Suprema y de Apelaciones. Si no entrábamos a escuchar los alegatos de los abogados había que esperarlos largas y eternas horas o leer fallos y recursos escritos en unos enormes libracos y gruesos expedientes, cuyas hojas los oficiales cosían unas a otras, pasando una aguja con un cordel de cáñamo. Pese a las diferencias de líneas editoriales y de propiedad de nuestros respectivos medios de comunicación, según los temas, a veces reporteábamos juntos y nos apoyábamos mutuamente. Según esta lógica, los invité a solicitar una audiencia al presidente de la Corte Suprema, Israel Bórquez. No quisieron acompañarme, señalando que a nivel de pasillo, los rumores circulando indicaban se trataba de osamentas de antigua data. Nadie quería decir nada. Tampoco nada pude explicar. Y es que no portaba fotocopias de la denuncia, solo sabía lo que me había dicho mi jefe: el escrito […]

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Tras la muerte de Rodrigo Rojas,  quemado vivo durante la jornada de protesta del 2 de julio de 1986, Verónica De Negri, su madre, a los pocos días de su regreso a Estados Unidos, envió una carta al Comité Pro Retorno de los Exiliados, que funcionaba en la sede de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Esta carta que reproducimos de manera textual fue publicada en el libro Amor Subversivo. Epistolario Testimonial, editorial Emisión, abril de 1988. «Queridos amigos Comité Pro Retorno de los Exiliados: En mayo, Rodrigo se fue a Chile buscando sus raíces, y en su joven esperanza iba seguro de que la muerte no existía. En julio partí yo conteniendo la angustia ante el horror que me esperaba. Fue duro ver a mi hijo. Fue duro presenciar su agonía. Fue duro verlo morir aferrado a la vida hasta el final. Y sin embargo, en la fortaleza del pueblo chileno y la solidaridad norteamericana encontré fuerzas y esperanzas. Entre toda la tragedia cotidiana de la represión, el hambre y la violación de los derechos de individuo viví en Chile momentos hermosos. Enumero sólo algunos de ellos; son demasiados los ejemplos. – Cuando Rodrigo agonizando necesitó sangre de urgencia encontramos que la dirección del hospital había cerrado el banco de sangre. Respondiendo a nuestros llamados aparecieron de la nada centenares de jóvenes chilenos dispuestos a dar sangre para salvarle la vida. – Después de la muerte de Rodrigo, fueron miles y miles los chilenos que lo despidieron, lo rodearon de flores, y me dieron luego un abrazo de dolor común. Durante su funeral, el gobierno desató su conocida violencia. Cuando las Fuerzas Especiales de Carabineros pretendían impedir que se enterrara a Rodrigo con la dignidad correspondiente, fueron de nuevo los jóvenes chilenos los que interponían sus cuerpos sujetando el féretro con fuerza. Era importante para ellos, como para mí, poder llegar hasta el cementerio con el cuerpo de Rodrigo; no podíamos permitir que se robaran su cadáver. –  En el camino al cementerio, chilenos anónimos saludaban el paso de mi hijo, algunos arrodillándose en las calles, otros uniéndose al cortejo. Llegué a Santiago con el dolor y la angustia por el crimen perpetrado contra mi hijo. Salí de Chile orgullosa de mi hijo fortalecido por el valor de mi pueblo. En el rostro de la juventud, vive mi hijo. En el espíritu unitario de los chilenos luchando por la justicia, vive mi hijo. En este tiempo encendido de esperanzas, vive mi hijo. En el canto humano de los muros de Santiago, vive mi hijo… esos muros gritan: «Pueden cortar las flores, pero no podrán impedir la llegada de la primavera». Por último, en la solidaridad de todos ustedes, vive mi hijo… Me han entregado ustedes aún más fuerzas y esperanzas. Con cariño y fraternidad. Verónica De Negri». Washington, D.C. – 18 de julio de 1986. Carta publicada en el libro Amor Subversivo. Epistolario Testimonial. Myriam Carmen Pinto. Editorial Emisión, Chile – abril 1988. Santiago de Chile, 3 de agosto 2015 Crónica Digital

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En el marco del centenario del poeta Nicanor Parra y las actividades organizadas por la Agrupación Cultural Las Cruces, el viernes 5 de septiembre, a las 18 horas, la periodista Myriam Carmen Pinto, lanzará en la Biblioteca su libro  “Las Cruces Parra Siempre. El pueblo del poeta que duerme en una Cruz”, Editorial Las Cruces, impreso por Ediciones Una Temporada en Isla Negra con una ilustración de portada de Marcelo Calquín. Abordando una serie de historias en formato de cuentos y relatos la publicación presenta la relación de los vecinos con el poeta Nicanor Parra luego de su arribo, las vivencias  en torno a la puerta de su casa y el letrero que dice “Antipoesía”,  y anécdotas de quienes lo han visitado o lo aguardan por las calles de su barrio o la terraza de la playa. También aborda vivencias y fotografías de un pasado reciente dadas a conocer por los propios vecinos, entre ellos dirigentes comunitarios, pescadores, mariscadoras, jardineros, maestros de la construcción, sus voces más antiguas y aún vivas, los efectos de la presencia e influencia de la religiosidad de las primeras familias que habitaron el balneario en su época señorial y palaciega y la presencia de la cultura rural que aún conserva un pueblo ubicado a solo 100 km. de la capital. Luis Weinstein, psiquiatra comunitario y poeta, dice en el prólogo que estas narraciones que se detienen en instancias muy acotadas hacen pensar en haikus originales en prosa que invitan a actualizar recuerdos tanto de sus habitantes o de quienes han venido a veranear, recuerdos que van mostrando un pueblo singular, un pleno florecimiento y bullir cultural, un pueblo que Nicanor Parra ha hecho universal, donde “crea este joven próximo a enterar los cien años”. También señala que hay en este libro un abordaje de contenidos, desde un sentido del humor noble y enraizado en una comunidad, revelando la complejidad que yace detrás de la transparencia de lo sencillo y lo cotidiano, la complejidad y la magia de una situación, de un desenlace y la reacción natural como algo total, aparentemente simple… una sonrisa, la risa. Myriam Carmen Pinto, menciona en su carta que este libro es una forma de agradecimiento a un pueblo que la condujo a desintoxicarse de la metrópoli, invitando a todos los que quieran siempre y cuando se animen a levantar una cruz para conservar su patrimonio histórico, arquitectónico, cultural y natural. Santiago de Chile, 2 de septiembre 2014 Crónica Digital  

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Hoy se niega a morir. Cosme Caracciolo, quién ha sido toda su vida pescador artesanal, dirigente social y gremial, hasta donó su lancha arponera de pez espada a un zoológico privado como protesta contra el sistema pesquero que, durante las últimas décadas, han colapsado y sobreexplotado casi el 70% de las pesquerías chilenas y expropia de sus derechos a los hijos del mar. Por Myriam Carmen Pinto. Zurdos no diestros (serie) Los pescadores no dicen el mar, sino que La Mar. Hablan de ella como si fuese una mujer cariñosa, protectora ymaternal, pero a veces cruel y veleidosa. Pareciera  que la aman y le temen. No solo viven en sus orillas y se embarcan para convivir con ella días y semanas, en búsqueda de su plateado y húmedo pan de vida; no solo los acoge  y guía como una afectuosa, pero estricta madre. También, les entrega su nutritivo alimento y sustento, que abrazan en su lecho fondo marino como si fuese su última amante. Los moldea y marca con una indeleble identidad propia de pueblo. La mar es su todo y su nada. Cosme Caracciolo, conoce su oficio y a su sector  productivo como si lo  tuviese escrito en las innumerables cicatrices que tiene en sus manos, producto de accidentes mientras arponeaba albacoras. Eran otros tiempos. Entonces volvía a tierra firme, en su lancha,  «Santo Domingo», heredada de su padre, con sus bodegas y redes llenas de pescado. En San Antonio, su familia vivía tranquila con un buen pasar. Cuando joven estudió para técnico veterinario, pero no finalizó dicha carrera. Optó por seguir la libre ruta que había trazado su abuelo, inmigrante italiano, y su padre, que nació en un falucho. Lo mismo, Luciano, su hijo mayor, que a los 22 años, no regresó nunca más de la mar. Lo habían nombrado así en honor a Luciano Cruz, dirigente estudiantil del Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR, que falleció en un accidente hogareño en 1971. Luciano Caracciolo, salió a pescar, junto a otros tres jóvenes, desobedeciendo a su padre, que esa madrugada,  le previno de no hacerlo porque “la mar estaba sonando mucho y fuerte por el sur”. «Quedaron adentro para siempre».  La Mar, tal como da vida, la quita. Cosme cuenta que ella les avisa cuando pueden salir en su búsqueda y regresar a casa. Los guía, a través del sol rojo al caer la tarde,  la luna luminosa, el “tililar” de las estrellas y, en alta marea, – en el infinito azul, donde el horizonte desaparece y las miradas no saben de límites – las corrientes marinas, el olor de los peces y los espejismos que crea la luz refractada en las aguas. Peces de todos no son para todos  Sólo hace un par de décadas, a los pescadores les bastaban redes, líneas de anzuelos, botes, motores y sus saberes. La experiencia era su verdadero tesoro. Obtenían sus peces,  según sus capacidades, equipamiento y oportunidades brindadas por la generosidad marina. Entonces, en las aguas azules, deslizándose sin fronteras, podían arponear albacoras y seguir a cardúmenes de merluzas, congrios, reinetas, sierras o sardinas; los […]

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El  padre, José Aldunate Lyon,  se hizo cura obrero para ser y vivir pobre entre los  pobres, y desde ahí, acompañarlos y socorrerlos. Durante la dictadura  militar suma a esta opción el rescate de los derechos humanos  conculcados, jugandósela con todo por la vida,  en escenarios de  asesinatos,  torturas, miedos y hambre. Por Myram Carmen Pinto. En  1973, en Chile, el  golpe y la instalación del régimen militar, a fuego y sangre  derramada,  remece a las iglesias cristianas y luterana. Lideradas  por  el cardenal, Raúl Silva Henríquez, asumen la defensa legal  y  social de  los caídos y perseguidos; aquellos sindicados al margen de la  ley por  haber sido parte y adherir al gobierno del presidente Salvador  Allende. Las persecusiones no solo sobresaltan al mundo político sino también al mundo eclesial. Cinco  sacerdotes mueren  asesinados y torturados, encarcelan alrededor de 50, expulsan del país a los extranjeros, allanan   parroquias e incendian  capillas. La justicia no tenía oídos, miraba hacia otro lado. No podemos callar lo que hemos visto y oído Poco antes del golpe militar, el padre, José Aldunate, junto a cuatro sacerdotes, entre ellos, Rafael Maroto y Mariano Puga, se habían vuelto curas obreros, suspendiendo su ejercicio ministerial. Se habían convertido en pobres, viviendo entre ellos, y desde ahí, impulsar su servicio pastoral. Inicialmente la gente no creia que eran sacerdotes. Viven en modestas casas insertos en poblaciones marginales, trabajan como obreros de la construcción, viven de sus salarios sin pedir plata ni a sus  congregaciones, sus superiores, sus familias, ni feligreses. Fue ello lo que  les permite conocer y dimensionar, desde adentro los alcances de los  abusos desatados, lo que los lleva a decidir y hacer suya la defensa y rescate de los  derechos conculcados. Se organizan en el grupo Equipo  Misionero  Obrero, EMO, incorporando a su poco andar a religiosas y laicos. Escondían   en sus casas, capillas y conventos a los perseguidos políticos. Los ayudaban a salir del país, pero su accionar  va  más allá del compromiso asumido por la iglesia oficial. Se suman a los ayunos y huelgas de  hambre que realizan los familiares de detenidos desaparecidos y con ellos protestan  en las calles, clamando por la verdad y la  justicia. Eran   curas que no presidían misas ni liturgias tradicionales, pero sí las eucaristías de los funerales de víctimas de la represión; entonces pan de cada  día. En romerías, peregrinaciones, actos solidarios y vías crucis  populares,   eran la voz de los sin voz; denuncian la verdad silenciada y promueven una nueva manera de pensar a Dios; un Dios de la vida que trae esperanzas liberadoras, desde el amor y respeto por el otro. También   se insertan en comunidades y mundo pastoral de base que brinda atención y apoyo integral a las víctimas de la violencia política y el modelo económico neoliberal impuesto; una nueva forma de iglesia en respuesta a una nueva realidad. Sobre su marcha y paso de los años se articula un activo tejido social, con participación de la base cristiana y la izquierda de […]

Lo dice, Ernesto Medina, coordinador de «Aquí La Gente», movimiento que promueve y defiende derechos de consumidores y usuarios; un Chile igualitario y justo. Siempre en acción movilizada, su oficina es un stand en el centro de la ciudad; una esquina que se tomaron y apropiaron para la ciudadanía. Allí hacen política con cable a tierra, conectados a lo que se habla y pasa en las calles. Por Myriam Carmen Pinto. Es dirigente social, desde su época adolescente. Su trayectoria de batallas suman más de 45 años. Podría decirse que está especializado en agitación y activismo; un dirigente social proactivo e innovador. No obstante, él se mantiene igual y sigue siendo el mismo. Partió con asuntos vecinales y luego los deudores habitacionales, su escuela práctica de liderazgo. Siguiendo en ello, se amplía a promover y defender derechos de consumidores y usuarios, asumiéndolo como una respuesta frente a los abusos del modelo económico, desigualdad social y riqueza extrema. Han tratado de frenarlo, cambiar el curso de sus aguas, pero no lo han logrado. Lo han encarcelado cientos y cientos de veces. En 1985, los militares lo relegan seis meses a un pueblo de La Araucanía y ya perdió la cuenta de las veces que ha sido arrestado por participar en mítines y protestas callejeras. La casa es un derecho, defenderla es nuestro deber En 1982/83, las alzas del precio del petróleo originan una gigantesca crisis financiera global. La economía chilena no logra responder ni regular su ritmo propio. Sube el dolar, devalúan  el valor del peso, quiebran empresas, bancos y financieras. La cesantía asciende a 35%, suben tasas de interés crediticias de consumo e hipotecarias; cambian las reglas del juego unilateralmente. El Estado transfiere préstamos a los empresarios y compra sus acciones, pero el sistema económico embarga y remata bienes y viviendas de los deudores morosos. Ernesto Medina, organiza un comité de deudores habitacionales en la comuna de Maipú, donde residía. Conocía el problema por dentro y por fuera, sabía lo que hablaba y hacía. Lo vivía. Remataron su casa, pese a que la defendió a morir. Organizados en comités que luego dan vida a federaciones y confederaciones, protestaban encadenándose a las puertas de los bancos y en sus poblaciones organizaban velorios y funerales. Representando sus angustias, incertidumbre y muerte del núcleo familiar, metían a uno de ellos dentro de un cajón de muerto. Lo velaban en vida y salían a la calle, llevándole sobre sus hombros como muerto  de verdad. Caminaban por las calles, tal cual un funeral con procesión religiosa incluida. En la plaza simulaban un entierro con discursos, despedidas y aplausos. Las viudas y mujeres de negro lloraban, los niños levantaban carteles y banderas de luto. La consigna era:  «La casa es un derecho, defenderla es nuestro deber». Pretendiendo entrabar e impedir desalojos y remates, sacaban y escondían las señaléticas de las calles, cambiaban sus nombres y  numeración. Hacían turnos, vigilias y todo lo posible e imposible que pudiese frenar el curso de los procedimientos legales a cargo […]

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Un café en una plaza con historia....

Maturana con Huérfanos
plaza Brasil,
Santiago de Chile.

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