Por Omar Cid* “Era don Leonidas uno de los curiosos tipos característicos de nuestra tierra chilena y de las viejas tradiciones que los han criado, mezcla de energía y de astucia, de espíritu aventurero y disimulado, sin cultura intelectual”. (Luis Orrego Luco, Casa Grande, Pág.39) Son tiempos de transformaciones. La experiencia de estar al interior del proceso, dificulta la capacidad de análisis. Por tanto, las claves de lectura cumplen la función de un faro, en medio del temporal. Hace 50 años, usar la imagen de una tormenta implicaba el augurio de un desastre. En el contexto de la catástrofe climática, cuya expresión más evidente es la sequía que, cruza nuestra “larga y angosta faja de tierra” donde miles de chilenas y chilenos esperan un camión aljibe con agua potable, la lluvia es una fuente de alegría, algo así como la canción de Juan Luís Guerra “ojalá que llueva café”. Leer y traducir los signos de los tiempos, se ha vuelto una labor cada vez más espinosa de ejecutar, para los discursos disciplinarios y sus aparatos burócratas y tecnocráticos. Era relativamente cómodo hacerlo, cuando se trataba de la “gobernanza” digitada desde Casa Piedra -o en algunas de las dependencias, de Sanhattan. Sin embargo, la política, de un tiempo a esta parte, experimenta un proceso de liberación de la cárcel procedimental, cuya llave maestra, se ocultaba en el templo erigido a los dioses: “crecimiento”, “ganancia” y “privatización”. Liberada de su condición de esclava, por la propia ciudadanía hastiada de asistir a procesiones electorales, cuyo único objetivo era ratificar su condición de materia dispuesta al sacrificio. Esa “gente”, la destinada a la democracia del consumo, la que no habla de corrido y compra libros en la feria. Esa, decide impugnar, negar, romper lo establecido. Para ello, era necesario transformarse en pueblo, ya no en simples consumidores, ni feligresía a la espera de ser convocada al templo. Por esa sensación de abuso insoportable, resuelve liberar el fuego de La Política en pleno. Ese espíritu, es el que representa el proceso de rebelión, donde el plebiscito y los resultados de La Convención electa, pueden asimilarse como parte de una historia común. La ola de transformaciones, trajo consigo reflujos, contradicciones propias del proceso en curso, donde las fuerzas de cambio, tienden a rozar y chocar con los ímpetus conservadores. Así, se pueden entender, los resultados de la elección parlamentaria y de la primera vuelta presidencial que, volvió a instalar el fantasma de un pasado dictatorial. En buenas cuentas, la derecha chilena y su astucia atávica, es un factor necesario a tener muy presente, en particular para un gobierno tan cargado de esperanzas como el de Gabriel Boric. El horror de la élite conservadora entonces, no es casual, su incapacidad de reacción fuera de los aires restauradores en el mejor de los casos, autoritarios y genocidas, en otros, deja al desnudo su imposibilidad de entender el mundo que les toca vivir. En ese escenario, opera la rabia, la venganza, amparada en discursos maniqueos al estilo de: […]