Por Marcel Garcés Muñoz
Estamos en medio de tiempos difíciles, complejos y riesgosos para el futuro democrático de Chile y su pueblo.
La Derecha política, los grupos empresariales, los poderes fácticos y los clanes comunicacionales, desarrollan una estrategia permanente y creciente, gansteril, y desconocen la autoridad legítima, del gobierno del presidente Gabriel Boric y sus iniciativas
La desestabilización, el sabotaje, la desobediencia civil, el terrorismo, el estímulo a la delincuencia, incluida el crimen organizado, el narcotráfico y su violencia criminal, conforman una plataforma conspirativa, que busca como corolario el golpismo sedicioso, un estado de insurgencia, y hasta una versión “blanca”, ”blandaª, o sangrienta de una versión 2.0 de un Golpe de Estado, que recibe el visto bueno de la internacional neofascista que manipulada por Estados Unidos, se desarrolla a nivel global.
A la luz de nuestra experiencia como país, y continente, no se puede olvidar tampoco la acción permanente de la CIA, del Pentágono, y las diversas agencias que integran la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos y sus alianzas internacionales- tipo OTAN-, el Comando Sur y sus estaciones en cada país, que entrena a servidores de su estrategia imperial en la región.
Por ello, y en lugar de la fragmentación, confrontación interna y una evidente irresponsabilidad política e histórica en algunos de sus portavoces, la izquierda, los sectores populares, las diversas organizaciones sociales democráticas, humanistas, de los trabajadores, estudiantes, feministas, libertarios, ecologistas, de defensa de los derechos de los pueblos originarios, denuncia de las violaciones de los Derechos Humanos, todo el conjunto del progresismo social, deben asumir la magnitud del desafío en juego en este momento crucial.
Las direcciones de las organizaciones políticas, sindicales, gremiales, académicas, de Derechos Humanos, en lugar de sumarse a las campañas de descalificaciones mutuas, y acusaciones sin fundamento y descrédito de las instituciones y principios de la democracia, deben asumir su responsabilidad por el porvenir.
El camino no puede ser participar, comprometerse en la estrategia destructiva de una derecha que busca romper y corromper el proyecto de construir un futuro de unidad, de construcción de una sociedad mejor, de espíritu humanista, de fraternidad y de progreso social para Chile.
Derechamente no es aceptable que el intento de aportar crítica, autocríticamente y responsablemente a la conmemoración del 50 aniversario del Golpe de Estado militar derechista e imperialista del 11 de septiembre de 1973, se utilice para desoír el derecho humano de disentir de una visión, legitimada por el dolor y demanda de una justicia que no acaba.
Lo que se debe asumir por la sociedad y los liderazgos políticos y sociales es la responsabilidad por encontrar los mínimos comunes y compartidos, para la condena a los cómplices activos y pasivos, de los actores, los hechores de los horrores cometidos por la dictadura y sus esbirros, por civiles y por instituciones que avalaron, participaron, ordenaron, profitaron y se benefician hasta hoy de esos horrores.
Nadie podría hablar – y francamente sería democráticamente inaceptable- que se intentara- como lo hace la Derecha mediática, política y económica, y quizás alguna camarilla de intolerantes nostálgicos del fascismo, de mediatizar, justificar o blanquear los tiempos fatídicos de las torturas, las desapariciones de nuestros compatriotas, camaradas, amigos, los degollamientos de demócratas chilenos, hombres, mujeres y niños, las violaciones, de pretender poner un manto de silencio para borrar de la memoria y de la historia y (lo que es mucho peor que justificar) esos horrores y crímenes contra la humanidad.
Y tienen derecho los familiares, los deudos y los compañeros de esas víctimas de una etapa que Chile no merece volver a vivir, de exigir la verdad, justicia, reparación y castigo a los culpables, a los hechores, los cómplices activos y pasivos, los encubridores, que aún persisten y se parapetan en los editoriales de alguna prensa y en “academias”, o en panfletistas que hacen su trabajo en la prensa mercurial por hacerse perdonar de sus ”desvaríos juveniles” o se parapetan en partidos políticos de la ultraderecha, acompañados de algunos pandilleros que esperan su momento para emerger con algún crimen o acto terrorista, y luego pretender o simular “borrón y cuenta nueva” o un falso “diálogo”, para desviar las legitimas manifestaciones de duelo por las víctimas de la violencia brutal, de exigencia política y moral de castigo a los culpable de los horrores de la dictadura pinochetista.
Por cierto no es el momento de luchas intestinas o por espacios o exiguas parcelas de poder o cargos o de discusiones inútiles por quién tiene la razón o grita más fuerte en una disputa por una cierta “verdad” o consigna partidista en cuanto a una polémica sobre culpas, críticas o autocríticas.
Estas son legítimas en el análisis serio, histórico real, científico (sociológico, político, jurídico y emocional), y en el momento de una disputa aguda por poder político real, y la lucha ideológica, que enfrenta el neofacismo y el negacionismo con un examen objetivo y un enjuiciamiento justo a los crímenes de la dictadura de Pinochet, la Derecha política, los grandes clanes empresariales locales y el imperialismo norteamericano
Y no pueden eludirse, ocultarse o disfrazarse con apelaciones o invocaciones a la pacificación de las “pasiones”, o el olvido, o un supuesto “diálogo”, que solo se exige a las víctimas y sus deudos, o sea, al pueblo que sufrió el genocidio.
En torno al cincuentenario del Golpe del 11 de septiembre emerge un intento de los culpables y hechores de los crímenes de entonces, de la violación de los Derechos Humanos, el asesinato de miles de chilenos, de los degollamientos, de los centenares de desapariciones, de las decenas miles de exiliados, de los centenares de miles de prisioneros, de las mujeres violadas por uniformados, por blanquear sus crímenes, su complicidad con cada hecho del terrorismo de Estado.
Ya dijimos que estos son tiempos complejos y amenazantes.
Y por mismo exigen responsabilidad en lo que se dice y en las actitudes políticas, respecto de lo que es principal, fundamental, y también responsable, frente a los desafíos reales y objetivos.
No hay que equivocarse de enemigos.
La historia de los 70, del legitimo triunfo electoral de la Unidad Popular, del pueblo organizado y del presidente Salvador Allende, el gobierno popular, la movilización de los trabajadores, la juventud y los pobladores, constituyen una épica notable y una herencia digna de inscribirse en el escenario heroico de la historia de Chile y su pueblo y en la conciencia, la memoria de sus hijos, los demócratas de ese tiempo de pruebas, como de la esperanza y construcción del presente y futuro.
Y también en la vergüenza, oprobio y escarnio para los instigadores, y protagonistas miserables de ese drama de muerte, dolor, miseria humana, para los victimarios, individuales y colectivos, tanto como para sus cómplices activos y pasivos de ayer y de hoy.
Hoy día, cuando políticos inescrupulosos pretenden blanquear su pasado y responsabilidades políticas y criminales, e imponer impunemente una versión falsificada de la historia, se impone en lo demócratas, los patriotas, una responsabilidad ineludible.
Tenemos, en primer lugar, la tarea, el desafío, la responsabilidad patriótica de defender el proceso de reconstrucción democrático del gobierno del presidente Gabriel Boric, que por lo visto sigue pendiente, ante la amenaza evidente del neofacismo, el negacionismo y la franca desfiguración de una realidad dolorosa, por parte de la derecha económica y política.
Este es el enemigo principal y por lo mismo el desafío ineludible.
Segundo, y no es una enumeración en orden de importancia. Es también una primera necesidad. Y tenemos que tenerlo en cuenta.
En el proceso de cambios, del avance, del progreso democrático, como lo constata la historia, no solo existen sino que pueden haber contradicciones antagónicas y no antagónicas, en las percepciones, convicciones y posiciones de los distintos protagonistas en los marcos de un programa común que los vincula e identifica en la sociedad en una tarea común. Sobre todo en hn momento histórico y crucial.
Debemos entender que para todas y cada una de nuestras tareas, lo imprescindible, es la unidad, la cohesión, la lealtad, la fraternidad, el respeto mutuo, incluso a las diferencias y a las disidencias- que en esencia son puntos ce vista políticos diversos que tienen origen en nuestras formaciones- que puedan y deben darse dentro de una gran estrategia común y una imprescindible acumulación de fuerzas que debe venir.
Habrá que recordar la vieja enseñanza del desarrollo y creación del movimiento popular, social y político, que dice que en el escenario sociopolítico de las fuerzas que contribuyen y se comprometen en la lucha existen contradicciones antagónicas y no antagónicas.
Por ello, un pivote para un avance responsable, es la teoría y la práctica y espíritu de la unidad mas amplia de las fueras del cambio, del progreso, de la democracia, del patriotismo.
Es por eso que hoy es el momento de no olvidar que en la derrota del gobierno de la Unidad Popular, en el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, un factor determinante fue la desunión, la descomposición de las fuerzas políticas y sociales, que debían sostener con fuerza sus fundamentos, sus proyectos, su destino. fortalecer su unidad y su visión de futuro.
En estos momentos de incertidumbre, debemos aprender de esa experiencia, de quienes condujeron, por error u omisión, cálculos equivocados o aventurerismo, o simplemente por incapacidad política, desconocimiento de la realidad política y social, de la correlación de fuerzas generada por los conspiradores y que condujeron a la inestabilidad política y social.
Lo que resulta una lección de la historia real y objetiva, seguramente de la inconsecuencia de muchos de los actores de la época, pero frente a la cual carecimos de una respuesta unida, de una coherencia conceptual y práctica, al fraccionamiento y cancelaciones mutuas es que no fuimos capaces de desarrollar una respuesta patriótica digna, oportuna, colectiva, y efectiva para oponernos a la sedición.
Y es algo que no podemos repetir. No tenemos derecho.
No caben aquí “cancelaciones”, “purgas”, “descalificaciones”, tentaciones de “talibanismos”, o de “mesianismos” políticos o ideológicos, nacidas de la intolerancia, la soberbia, el sectarismo y la altanería.
Es el momento de unir en torno a un horizonte común, aunque complejo pero inevitable. No se podrá hablar de ámbitos de unidad nacional, o de futuro, o de los sectores populares y democráticos sin un diálogo social y político, un futuro generado en virtud de un gran acuerdo nacional.
Y es en su contenido de verdad, justicia, reparación y perdón, donde estará la clave de su materialización.
Y ese será un momento solemne.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 10 de julio 2023
Crónica Digital