La muerte del director del diario El Mercurio ha generado diversas reacciones en el mundo político, empresarial y social. Resulta incorrecto desde esta tribuna elaborar un juicio al fallecido señor, toda vez que, al menos en mi experiencia, no lo he conocido. Tampoco podré hablar de lo que tristemente generó su accionar como director de un diario de circulación nacional en un periodo, por decir lo menos, oscuro de nuestra historia republicana. Sin embargo, sería prudente reflexionar sobre la forma de comprender el sentido profundo de la búsqueda de la verdad, las construcciones de argucias para desviar la atención y las innegables miradas que producen elementales fantasías en las personas. Al respecto, la búsqueda en ese sentido implica destrabar los miopes análisis que suelen hacerse cuando las situaciones salen de nuestra zona de seguridad (confort). Es éste el llamado que le hacemos a jóvenes en proceso de formación: “descubran qué nos tiene que mostrar la vida”; “confronten sus miedos y busquen allí el refugio de la esperanza”. Éstas son las palabras que algunos educadores repetimos constantemente a fin de producir en nuestra juventud el ansiado cambio social que nos pertenece como especie. Agustín Edwards probablemente pasará a la historia (al igual que muchos) como un hombre que manejó a miles de compatriotas que, en su búsqueda de libertad, caminaron por un sendero de esperanza. Pasará a la historia como un hombre que colaboró en el desvío de las informaciones a fin de crear un país y realidad fantasiosa. La historia ha ido demostrando que efectivamente la cuestión social, política y económica vivida en ese sombrío tiempo era diferente de cómo se creyó. Pero eso no es todo. Hemos visto palabras y lecturas llenas de odio, resentimiento y violencia hacia la muerte de un ser humano; una persona que, más allá de sus convicciones, ha sido influido por un conjuro de poder que lo instaló en un espacio de doctrina. Llenando nuestra sociedad de Mercurio, un compuesto tóxico y mortal cuyas emisiones a la atmósfera contaminan todos los ecosistemas. El dolor de algunos resulta complejo comprenderlo como justificación de la violencia. Podrá argumentarse lo mismo de Jesucristo, Nelson Mandela, Salvador Allende o tantos más. La muerte (y consecuente reparación personal de la misma) resulta compleja de dilucidar y comprender. Nuestra juventud tiene en sus manos la hermosa posibilidad de recambiar estas doctrinas autoritarias y totalitarias, en sus manos habita sin dudar el germen de toda transformación y es, desde esta tribuna, necesario dotarlos de las valientes herramientas que posibiliten su emancipación, sus miradas que les otorguen libertad, responsabilidad y visión de futuro. La muerte de A. Edwards quedará como siempre para el debate de los dinosaurios. Para nuestros jóvenes, por el contrario, una posibilidad de ‘mover el timón’ de nuestra sociedad, esta vez con afecto, colaboración y respeto; una cuestión que el Dr. Humberto Maturana viene hablando hace muchos años y que algunos educadores desde el mundo universitario creemos como la única herramienta de salvación para nuestro país. Recuerde usted que […]

No vamos a derramar ni una lágrima por Agustín  Edwards Eastman, fallecido este lunes 24 de abril de 2017. No la merece y sería una ofensa a la memoria de las miles de  víctimas de su labor conspirativa contra el gobierno democrático y legitimo  del presidente Salvador Allende y la Unidad Popular, caídos  bajo la bota de los asesinos de la dictadura de Augusto Pinochet, el instrumento de su venganza contra el pueblo, al que aunque despreciaba, le rindió pleitesía por hacer el trabajo sucio que el presidente Nixon  y el imperialismo le había encargado. La labor de  Agustín Edwards Eastman,  al mando de la empresa  El Mercurio,  constituye una de las etapas más  abyectas del periodismo chileno, no solo ni tanto  por representar  los intereses políticos y de clase de la derecha empresarial chilena, sino por confabularse con una  potencia extranjera, Estados Unidos, y sus  poderes económicos, políticos y militares, para  violentar la democracia en Chile   y derrocar a un gobierno legítimo. Edwards y El Mercurio  fueron además cómplices de la noche de terror, sangre y dolor que sumergió al país, tras  el 11  de septiembre de 1973, y muchos de sus periodistas fueron forzados a convertirse en encubridores, de los montajes  con que los esbirros intentaron  camuflar sus horrores. La publicación de los bandos militares y  partes de guerra de los golpistas,  la argumentación de la guerra sucia y de la manipulación  psicológica, que buscaban  ocultar, disfrazar el exterminio , manipular  la realidad  para justificar  la barbarie , configuran el delito de crímenes contra la humanidad que nos impiden lamentarnos del deceso de uno de los máximos culpables del genocidio. Agustín Edwards es tan culpable como Pinochet, Manuel Contreras , Onofre Jarpa,  Cubillos, y otros  criminales,  en el drama vivido por Chile con el Golpe de Estado de 1973 y refleja la gran “Santa Alianza” de la clase empresarial y la derecha  chilena, en contubernio  con sus mentores internacionales (incluida la CIA, la ITT, el Pentágono,  la  inteligencia militar de Estados Unidos. La periodista y escritora, Nancy  Guzmán J.  apuntó en su libro “Los Agustines. El Clan Edwards y la Conspiración Permanente ”( Editorial Ceibo) : “Sin el trabajo de El Mercurio y La Tercera para sembrar el odio, inducir a la intolerancia, mentir para justificar hechos, aceptar las ejecuciones sumarias  existiendo Tribunales de Justicia, generar temores infundados para justificar la existencia de organismos criminales como la DINA  e injuriar personas  que no podían defenderse , los servicios de inteligencia de la dictadura no hubiesen podido  desatar la acción criminal con absoluta impunidad . Fue la prensa de la época la que creó la tolerancia generalizada  a los crímenes masivos y luego festinó con ellos”. Nancy Guzmán,  reproduce un editorial de El Mercurio que señalaba el 5 de octubre de 1973 , “Los allanamientos  militares  y operativos policiales no se están efectuando sin motivo. Muy por el contrario  los continuos hallazgos de arsenales y demás elementos destinados a una larga lucha de guerrilla o a la formación de […]

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