El ser humano integra a diario más y más productos que son el resultado de una Inteligencia Artificial (IA) capaz de imitar y potenciar el saber intelectual humano. Y que también amenaza desbancar millones de puestos de trabajo. Por Sergio Ferrari*, colaborador de Prensa Latina La primera semana de marzo, el grupo de prensa Axel Springer, el más grande de Alemania, y editor de los periódicos Bild y Die Welt, anticipó una reducción significativa de sus empleados. Según el gigante alemán, la reestructuración que se hará hasta finales del año en curso está motivada por los últimos avances en la tecnología de la información-comunicación. Mathias Döpfner, director del grupo, envió una carta a su personal en la cual afirma que «La inteligencia artificial revolucionará el periodismo y la industria de los medios de comunicación” en la medida que substituya diversas actividades propias de la profesión. Presencia cotidiana Un buscador temático en Internet; la cortadora de césped automática sin cable; el calculador de distancias o el de tipos de cambio; múltiples traductores en línea; asistentes de audio; vehículos sin conductor o robots cirujanos… Todos ellos avances tecnológicos que se van imponiendo aceleradamente gracias a la Inteligencia Artificial. Resultado de la combinación de algoritmos –secuencias de pasos lógicos estructurados en programas– que permite crear máquinas o instrumentos que presentan las mismas capacidades, o mejores, que las del ser humano. Inteligencia Artificial, o términos intercambiables como “algoritmo” o “datos”, aparecen ya en los medios de prensa, estudios científicos, ensayos sociológico-filosóficos, documentos sindicales e incluso en las charlas de café, cuando compartimos aplicaciones e imágenes con nuestras amistades. Y también están presentes en las reflexiones y los debates sindicales, cuando se analiza el mundo del trabajo y el impacto directo que tienen las nuevas tecnologías en ciertos sectores. Por ejemplo, por citar solo algunos, el de las comunicaciones, la industria gráfica, el personal de ventas –reemplazado en los países industrializados por máquinas de autopago–, el bancario, el financiero, la logística en general y los centros de atención a clientes. La Inteligencia Artificial traduce conceptos casi mágicos. A veces, incluso, se emplean sin entenderse el significado profundo de los mismos. Como lo señala Adrien Tallent, graduado en Filosofía Política y Ética en la Universidad de la Sorbona, Francia, en ciertos casos se los equipara con “instrumentos infalibles y perfectamente racionales cuya ayuda puede ser inestimable para delegar ciertas tareas o incluso responsabilidades”. Potencialidad y amenazas Sin embargo, subraya Tallent en un reciente artículo publicado en The Conversation, “la recopilación masiva de datos y el uso generalizado de algoritmos también supone una amenaza para la sociedad y la democracia”. Y explica que, a “cambio de un servicio (casi siempre gratuito), los usuarios delegan consciente o inconsciente-mente parte de su poder de decisión y la posibilidad de influir en sus elecciones y opiniones”. El filósofo francés recuerda que los sistemas de Inteligencia Artificial se construyen para manejar enormes cantidades de datos y que su propósito es tomar las decisiones más informadas y objetivas posibles. Sin embargo, señala, […]