Las últimas décadas del acontecer mundial y nacional son las más exigentes que hayamos vivido quienes somos militantes de la causa socialista. Nunca como ahora nuestras convicciones habían sido tan desafiadas. Coincidimos con otros tres ex presidentes del PS, que aún militan en sus filas (Andrade, Escalona y Núñez), en que el PS a través de su existencia hizo un aporte decisivo a las conquistas de la clase trabajadora y de los sectores más explotados y discriminados del país. Esa historia no sólo enorgullece a sus militantes sino también a toda la izquierda chilena. Muchas de esas conquistas las logramos luchando codo a codo con los compañeros del Partido Comunista: en el Frente Popular en los años 30, en el Frente de Acción Popular en los 50 y los 60, en la Unidad Popular en los 70 y en la resistencia a la dictadura en los 80. La historia de relaciones entre el PC y el PS está jalonada de momentos donde predominaron las diferencias y hasta la confrontación y de momentos, los más, donde primó la unidad, sin que ninguno de los dos reclamara primacía o intentara ejercer subordinación. Porque ambos partidos entendíamos que sólo juntos, cada cual con su perfil, podíamos hacer avanzar la causa de los más explotados y desposeídos. Fue la base del gran movimiento popular que condujo a Allende a la victoria y que llevó adelante un proyecto socialista de trascendencia universal, fundado en la indisoluble vinculación entre democracia y socialismo. El Partido Socialista atraviesa hoy por uno de sus momentos más difíciles. Repudiado, junto al resto de los partidos por el pueblo movilizado, acusado de haberse comprometido con el modelo neoliberal y con una alianza centrista que lo desperfila y aparta de su trayectoria histórica, ha perdido a cientos y miles de valiosos y valiosas militantes. Se ha transformado en una organización clientelar donde predominan los intereses personales de la oligarquía dirigente, habiendo renunciado por su práctica política al proyecto histórico de terminar con el capitalismo salvaje y construir una nueva sociedad que deje atrás la explotación y los abusos y en la que prevalezcan los principios socialistas de la libertad basada en la solidaridad y la justicia social y en la democracia política y también económica. Y hoy su dirigencia se va alejando definitivamente de las convicciones anticapitalistas y revolucionarias que le dieron origen y lo arrastran a la definitiva irrelevancia política. Su dirigencia, ciegamente, insiste en mantener su alianza con las fuerzas centristas, que en su momento fue necesaria por el contexto histórico determinado por la dictadura y la permanencia de muchas de sus reglas del juego. Pero esa etapa ha sido superada por la historia. El pueblo de Chile está marcando nuevos rumbos, muchos más cercanos a nuestros sueños históricos, y es con ellos que los socialistas deben identificarse. Hoy, cuando la movilización social ha abierto paso a la posibilidad cierta de cambiar esa camisa de fuerza constitucional y de abrir paso a un nuevo proyecto democrático popular para Chile, es […]