Diplomático de larga trayectoria, el académico Fernando Reyes Mata valoró la presencia de Chile en la nueva Ruta de la Seda, iniciativa de China que potencia la dinámica de las relaciones económicas internacionales. Exembajador chileno precisamente en China y con larga trayectoria en los menesteres asiáticos, Reyes Mata dijo a Prensa Latina que el mundo mira con atención la idea de la cita domingo y lunes en esta capital de One Belt, One Route (OBOR). La Franja y la Ruta, como se le llama a OBOR en español, es una puerta de futuro, porque las conexiones ya no solo pasan como antaño por la comunicación terrestre y la marítima, sino también por las aéreas y digitales, reflexionó. El experto subrayó que por supuesto como la antigua Ruta de la Seda se tomarán también los dominios de ferrocarriles y carreteras, y el transporte marítimo, «pero indudablemente el peso digital y aéreo plantean otros desafíos». «Entonces, cuando miras el proyecto chileno de tener un cable de fibra óptica entre Shindao y Valparaíso, lo que haría ahora poner en marcha estudios de factibilidad. Implica que se abre un camino hacia conexiones entre dos países muy distantes», consideró. Reyes Mata indicó que en el caso de las rutas aéreas hay ejemplos concretos del significado de OBOR, como a inicios de este año cuando la aerolínea China Eastern Airlines hizo más de 50 vuelos de carga para llevar cerezas chilenas. Además, señaló que China transita hacia el dominio de la producción de autos eléctricos, por lo cual necesitará de las grandes reservas de litio de Chile, igual que las de Bolivia y del norte de Argentina. Por estas y otras razones, al amparo de un intercambio comercial de más de 31 mil millones de dólares entre el gigante asiático y el país austral, en enero de 2018 Chile será sede la Cumbre Celac-China. El académico significó que en La Franja y la Ruta, en la cual participan los mandatarios de Argentina, Mauricio Macri, y de Chile, Michelle Bachelet, permite igualmente abrir puertas para entender cómo se adaptan los intereses latinoamericanos. OBOR (One Belt, One Road), es una estrategia de desarrollo lanzada por Xi Jinping en 2013, y espera abarcar a 65 países con 4 mil 400 millones de habitantes y el 40 por ciento del PIB mundial. Por Fausto Triana Beijing, 15 mayo 2017 Crónica Digital /PL

El precio del cobre repuntó, luego de registrar su nivel más bajo en tres meses, debido a las expectativas en torno al avance económico de China, el mayor consumidor mundial del metal. En la Bolsa de Metales de Londres, las cotizaciones cerraron este jueves con un ascenso de 1,1 por ciento, al colocarse la tonelada a cinco mil 692 dólares. Según datos oficiales, las importaciones chinas del surtido aumentaron en marzo a 430 mil toneladas, lo que representó un incremento de 26,5 por ciento en comparación con el mes anterior. Mientras el índice dólar bajó a un mínimo en dos semanas, tras declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, quien consideró que la moneda de su país estaba demasiado apreciada, lo cual también repercutió rápidamente en la valorización del metal. Es de esperar que la demanda global de cobre ascienda a 23,7 millones de toneladas este año para un alza de 1,7 puntos porcentuales en relación en 2016, estimó la Comisión Chilena del Cobre, cuyo país lidera las exportaciones del producto. De acuerdo con la entidad, la producción mundial podría llegar en 2017 a 20,4 millones de toneladas; por tanto, la escasa diferencia entre oferta y demanda hace prever un mercado en equilibrio. Para 2018, también pronostican un valor promedio del cobre de 2,60 dólares por libra, atendiendo a las expectativas de mayor demanda por parte de China. Evaluaciones empresariales señalan que en 2017 progresarán en esa nación asiática el mercado inmobiliario, los proyectos de infraestructura y red eléctrica, lo cual estimulará la importación de productos básicos. Santiago de Chile, 16 de abril 2017 Crónica Digital /PL

El lanzamiento de misiles estadounidenses contra una base área siria se mantiene hoy en el centro de la atención mediática ante las repercusiones que ese hecho pueda tener en la nación árabe, el Medio Oriente y para la política norteamericana.   Cuando la visita del presidente chino, Xi Jinping, destacaba como la noticia de la semana en Estados Unidos, el mundo quedó impactado por el disparo de 59 misiles Tomahawk contra el aeródromo Shayrat, en la provincia de Homs. Desde su residencia Mar-a-lago, en Florida, a donde había viajado para el encuentro con su par asiático, el presidente Donald Trump confirmó el asalto y lo justificó con el argumento del interés para la seguridad nacional. Tanto Trump como su secretario de Estado, Rex Tillerson, se apresuraron en responsabilizar al presidente siro, Bashar al Assad, por un alegado uso de armas químicas el 4 de abril en la provincia de Idleb, de ahí que el mandatario republicano se refiriera a su decisión como un acto de represalia. Las reacciones ante lo sucedido no se hicieron esperar, primero desde el Congreso norteamericano, donde diversos legisladores respaldaron el ataque autorizado por Trump y otros pusieron en duda la constitucionalidad de la operación, al no haberse consultado con el legislativo. A nivel internacional, las principales muestras de apoyo al ocupante de la Casa Blanca vinieron de sus aliados tradicionales como Israel, Reino Unido, Alemania, España, Francia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, entre otros representantes del poderío occidental. En tanto, otros países y organizaciones criticaron la postura belicista del jefe de Estado, consideraron el ataque una violación al derecho internacional, y lo calificaron de peligroso y destructivo. Por ejemplo, el vocero de la presidencia rusa Dmitri Peskov aseguró que Siria carece de arsenales de sustancias tóxicas, en tanto Irán condenó fuertemente el hecho y Egipto reafirmó la importancia de preservar a Siria y el Medio Oriente de los peligros de una escalada bélica. Al mismo tiempo, ciudades como Nueva York, Washington DC, Detroit, Filadelfia, Allentown y Jacksonville registraron manifestaciones que exigían al Ejecutivo sacar las manos de Siria. Mientras continuaban ayer las repercusiones del lanzamiento de los misiles, Trump concluyó en el estado de Florida su reunión con Xi, un encuentro en el que, según ambos líderes, expresaron sus intenciones de mejorar los nexos bilaterales. La reunión no concluyó con un acuerdo concreto, pero se conoció que los interlocutores convinieron un plan de 100 días para realizar negociaciones comerciales que impulsen las exportaciones estadounidenses y reduzcan el déficit de Washington con Beijing. También el viernes, tras jornadas de fuertes enfrentamientos y maratónicos discursos, los republicanos del Senado lograron la confirmación de Neil Gorsuch como el noveno juez de la Corte Suprema, un puesto que estaba vacante hacía más de un año. Washington, 8 abril 2017 Crónica Digital /PL

Estados Unidos sin ninguna autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas decidió unilateralmente atacar el jueves a Siria. Disparando alrededor de 50 misiles Tomahawks desde sus portaviones en el Mediterráneo, destruyó una base militar en la localidad de Shayrat, cerca de Homs, supuestamente donde se dispararon las armas químicas. Lo hizo sin ninguna evidencia del uso efectivo de armas químicas por parte del Ejército Árabe Sirio, que impactaron a la ciudad de Khan Sheikhoun en Idlib el martes pasado. Hubo dos días muy intensos entre una y otra acción, lo que abre una serie de interrogantes. Fuentes contactadas en Damasco y Homs señalan que los únicos beneficiados con el ataque fueron las fuerzas terroristas, que estaban cercadas por el Ejército Árabe Sirio, causando además decenas de muertes y heridos civiles. Con el ataque, Trump transmite la decisión de confrontar a Rusia y así amortiguar sus problemas con las investigaciones acerca de que Rusia lo ayudó a ganar la elección. Es un acto demagógico cruel y torpe porque no ayuda a construir paz en Siria. Tampoco es militarmente eficaz, porque se usó demasiado misil para poca base militar. Fallecieron alrededor de siete militares sirios y una decena de civiles y políticamente enardeció a la población siria. El senador republicano Marco Rubio, anterior opositor de Trump, declaró a los medios de que el ataque “era más que simbólico”. Dejó entrever que el presidente consideraba derrocar al gobierno de Assad. El propio Trump en el comunicado desde la Casa Blanca el día del ataque manifiesta esa posibilidad: “Los previos intentos por años de cambiar la conducta de Assad han fallado, han fallado muy dramáticamente. Como resultado se ha agudizado la crisis de refugiados y en la región continua la desestabilización amenazando a Estados Unidos y sus aliados”. Deslizó el mensaje de ponerle fin al régimen que ha permitido el actual estado de situación. En su discurso, por primera vez, habla del dictador Assad, en un lenguaje más fuerte y directo que el de Obama, cuando se refería a que “Assad y su régimen había perdido legitimidad”. “Assad lanzó este horrible ataque con armas químicas a civiles inocentes”, fue el encabezado del discurso de Trump para justificar el ataque. Estados Unidos cruzó la línea y se empantanó, porque a pesar del apoyo de sus socios de la OTAN, violó el derecho internacional, la Carta de Naciones Unidas, y abrió un punto de inflexión o de quiebre respecto al orden mundial. Naciones Unidas, como recurso de última esperanza para negociar o dialogar la tiene difícil. Los países que apoyaron la intervención militar como el Reino Unido, Japón, Francia, Alemania, Australia, y Canadá arrastran problemas internos graves, al igual que Estados Unidos. Como que la globalización entrara en un descalabro político. El apoyo a la intervención militar de este tipo en Siria, abrupta, sin investigación seria sobre el uso de armas químicas, exige un escrutinio más profundo. Las declaraciones del secretario de estado estadounidense Tillerson, contenían información vaga. Habla de cierta confianza respecto a la […]

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