En los últimos días, procedentes de Managua, llegaron dos noticias que sorprendieron a algunos, desorientaron a otros y desataron la ira desenfrenada de terceros.El gobierno Sandinista decidió liberar a 220 personas que se hallaban detenidas, pero en lugar de ponerlos en la calle, los puso en un avión que partió a los Estados Unidos. Otros 92, -radicados mayormente en el exterior-, fueron privados de su nacionalidad. Por Gustavo Espinoza M*, colaborador de Prensa Latina Para comprender los hechos, hay que tener una mirada de conjunto. Veamos. Las dos informaciones han sido usadas por la “Prensa Grande” y por los enemigos de Nicaragua para arrumar una suma de adjetivos destinados a enlodar al proceso Sandinista enraizado en ese país, y denigrar a su pueblo y a su gobierno. Incluso personas con buen criterio, se han visto arrastradas por una campaña, que no hace sino sumar odio y desconfianza con relación a las transformaciones sociales que se operan donde nació Darío. Guiados por sentimientos humanitarios, algunos se han sumado a las críticas perfiladas en el marco mundial, sin tomar en cuenta para nada el escenario concreto, ni el sentido de la lucha de clases que se opera en la región. Cabe entonces detenerse a reflexionar brevemente en torno a estos episodios. Los antecedentes más cercanos Entre abril y julio del 2018 Nicaragua se vio sorprendida por una asonada golpista que generó dolor, muerte y destrucción. De pronto, bandas armadas salieron a las calles para instalar barricadas en la vía pública, atacar escuelas, hospitales, áreas de salud y dependencias públicas; quemar bibliotecas y provocar incendios incluso en entidades de gobierno local. Los agresores, prolijamente organizados, y con evidente apoyo exterior, lograron incluso copar dependencias públicas y hasta secuestrar policías, pero su objetivo principal fue agredir a dirigentes y militantes Sandinistas para echarlos del Poder. En su desenfreno, llegaron a torturarlos y a matarlos. Detrás de estas acciones estuvo la oligarquía nativa, pero también el gobierno de Estados Unidos. En la circunstancia, Managua buscó no usar la fuerza para reprimir esas acciones. Procuró el diálogo y la mediación eclesial. Pero la Iglesia no fue, en todos los casos, partidaria de similar idea. Hubo sacerdotes que asumieron una conducta patriótica, pero los hubo también quienes se sumaron al vandalismo y al pillaje, lo alentaron, auparon y hasta lo protegieron. Finalmente, los alzados, fueron vencidos por la población organizada y debieron afrontar detenciones, procesos judiciales y condenas. Estas corrieron a cargo no del Gobierno Sandinista, sino del Poder Judicial y otros entes del Estado. En la relación de las 220 personas enviadas a los Estados Unidos recientemente, figuran muchos de los dirigentes y activistas de esa siniestra asonada, Pese a la magnitud de sus delitos, desde el exterior los enemigos de Nicaragua los consideraron “presos políticos” y demandaron su “inmediata libertad”. Como no resultaba posible ni lógico que fueran liberados y vivieran en el país como si fuesen inocentes; fueron enviados a Estados Unidos. Por lo menos, a partir de esa operación, cesó la campaña de […]