Vie Dic 23 , 2016
Cada vez que me hablan de perdón, la rabia me toma. Sí, la rabia, pues cómo me gustaría perdonar genuinamente a tantos que nos causaron tanto daño. Pero no puedo, a pesar de que fui educada en la doctrina de la iglesia católica y no soy mala persona, ni estoy llena de rencor ni de anhelos de venganza, como algunos tratan de estigmatizar a los que fuimos víctimas de la dictadura cívico militar chilena. Es más, soy una mujer, esposa, madre de 3 hijas y profesional , que a pesar de todo esto, contenta de estar viva! Hago un poco de memoria para entender mi proceso personal y social hacia la reconciliación que todos deseamos. A los 5 años de edad sin darme cuenta el Estado ya no me cuidaba, pues se había instalado un dictador por la fuerza de las armas derrocando al Presidente Constitucional Salvador Allende. Aprendí que no debía hablar en el colegio, a no confiar, hay sapos en todas partes-me decían mis padres. Ya el Estado no estaba para proteger, ni cuidar, ni brindar justicia a sus ciudadanos. Había que callar, callar la impotencia de crecer con la censura, con asesinatos de opositores al gobierno, sufrir allanamientos en las poblaciones como Nogales donde yo vivía, callar extraños enfrentamientos que encubrían masacres, presos políticos, torturados y mucha gente saliendo al exilio. Todos opositores a Pinochet. Esto es lo que los tratados internacionales llaman Genocidio o crímenes contra la humanidad. Cuando es el Estado, que usando la fuerza de las armas arremete contra sus propios ciudadanos sea por pensar distinto, por raza o creencia. A los 18 años de edad, siendo estudiante de la USACH, fui golpeada, rociada con bencina y quemada viva por militares chilenos , a plena luz del día en una jornada de paro nacional. Mi compañero en esos momentos, Rodrigo Rojas, no sobrevivió. Yo resulté con el 65% de mi cuerpo quemado y deformado de por vida. Tuve que iniciar un camino de reconstrucción personal , donde lo más difícil fue tratar de entender cómo el Estado a través de sus agentes fue capaz de quemar dos personas vivas en pleno siglo XX. Personalmente era incapaz de asimilarlo y esto se me hacía explícito cada vez que un niño me preguntaba ¿qué le pasó señora? Y mi repuesta era tan dolorosa para mí, como para el niño que la escuchaba. Entonces muchas veces cambiaba de tema. Me tuve que someter a más de 40 operaciones con anestesia total, muchas terapias de rehabilitación física interminables, psicoterapias psicológicas para aceptar mi cuerpo dañado y tratar de perdonarme a mí misma por salir ese día 02 de julio a protestar por un Chile para todos y exponerme al riesgo con los resultados que tuve. También perdonar mi sentimiento de culpa de haber causado tanto dolor a toda mi familia. ¡Me sentía culpable por protestar! Me costó entender en mi terapia, que es el Estado el responsable de los crímenes de DDHH, que nadie debe ser sometido a […]