No nos engañemos: el fascismo está otra vez a las puertas de La Moneda. Ahora con traje civil, lenguaje persuasivo y certificado del Tribunal Calificador de Elecciones. No le echemos la culpa al empedrado. Nosotros somos responsables de esta vergonzosa situación. Cálculos políticos miserables de la miscelánea partidaria han impedido construir la unidad del pueblo. Llegamos a esta coyuntura aun sin una brújula social y política que organice y conduzca a las fuerzas del cambio. Hemos perdido más de 30 años de democracia simplona -pero democracia al fin- que permitían retomar el hilo histórico del avance democrático que se rompió en 1973. El pueblo anhela cambios pero no está organizado para las batallas sociales y políticas que se interponen. La conciencia de lucha, asimismo, está erosionada en muchos sectores. Los mecanismos hedonistas del consumismo han creado “paraísos” artificiales para ciudadanos reconvertidos en consumidores. Llegaremos al 21 de noviembre dispersos y amedrentados. Los cuentos de camino del fascismo y la increíble insensibilidad de partidos que aseguran servir al pueblo, le brindan en bandeja una oportunidad a la cuadrilla más reaccionaria de la política. El fascismo no hace en Chile nada novedoso. Repite su estrategia de siempre: sembrar el miedo. Miedo al desorden callejero, a los asaltantes, al crimen y al reinado de la droga. Su carta de presentación electoral es la mano dura que extirpará esos males sin contemplación. Pero en realidad acude al rescate de la institucionalidad que se derrumba. Las instituciones civiles, militares y policiales –y por añadidura las religiosas- están hundidas hasta el pescuezo en el pantano de la corrupción. Sus cimientos carcomidos no resistirían ni un bufido revolucionario lo cual estuvo a punto de ocurrir en octubre del 2019. La casta política, sin embargo, salvó la situación pergeñando la madrugada del 15 de noviembre una “salida institucional”. Sus representantes, los de siempre (más los nuevos), firmaron un acuerdo para mantener a raya a las fuerzas del cambio y desviar su torrente hacia sus propios canales. El fascismo encuentra así terreno abonado por el desgaste de un sistema corroído por la injusticia y la corrupción. Las “democracias” de alfeñique que mantuvieron en pie el modelo neoliberal, profundizaron la desigualdad y segregación social que heredaron de la dictadura. En las entrañas de Chile, sin embargo, hay un ejército social todavía desorganizado que necesita unidad para echar las bases de una sociedad diferente. La dispersión le hace ir a los tumbos, de reventón en reventón, sin cuajar la alternativa que potenciará sus fuerzas. Los votos decidirán esta semana si la democracia es víctima de su propia estulticia y cae redonda en brazos del fascismo. O si en un acto de suprema lucidez logra alcanzar la unidad para conformar un gobierno que garantice el tránsito a la nueva Constitución Política. MANUEL CABIESES DONOSO Santiago de Chile, 15 de noviembre 2021 Crónica Digital

Ustedes, convencionales,  son nuestra última esperanza de tránsito pacífico a una nación con igualdad de derechos y deberes. Por eso les damos la bienvenida, ustedes son nuestros hermanos. Cuenten con nosotros. El conservadurismo -de derechas e “izquierdas”- les impidió usar el nombre de Asamblea Constituyente. Pero éso es lo que ustedes verdaderamente son. Una Asamblea del pueblo que dictará la nueva norma magna que regirá leyes, decretos  y reglamentos de una república diferente. Por eso lo primero de lo primero es recuperar la identidad. Ustedes son una Asamblea Constituyente, la primera de nuestra historia. Dotada de todos los poderes para escribir una nueva Constitución Política. En definitiva será el pueblo, en referéndum, el que aprobará o rechazará vuestra propuesta. Por eso, la primera definición que les espera es decidir si asumirán la plenitud de sus poderes, rechazando toda sumisión a un orden que es necesario cambiar en sus raíces. Confiamos en ustedes. La nueva Constitución Política de la República de Chile tiene que colocarse, sin ambages, de lado de los pobres del campo y la ciudad. De los que sufren discriminación social, racial y de género en salud, educación, vivienda, trabajo, salarios,  pensiones, etc. Necesitamos que todo chileno que lo merezca, sin perjuicio de su origen, pueda ser juez de la Corte Suprema, comandante en jefe del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, diputado o Presidente de la República. Igualdad de derechos y deberes, es la medida democrática de la nueva Constitución que esperamos los chilenos. Recuperado su carácter de Asamblea Constituyente, la “Convención” tiene que tomar partido por los pobres, por los que fingen ser “clase media” por un salario de 400 mil pesos y un auto usado. Ellos son la mayoría de nuestro país. Y hay los extremadamente pobres, los miserables de esta sociedad: las 81 mil familias que sobreviven en 969 campamentos de tablas, cartones y plástico, sin agua potable ni baño, los esperpentos de niños y ancianos vagabundos del barro y la desesperanza. ¿Cómo tolerar una Constitución que admite que en tiempo de pandemia y aumento de la pobreza, un puñado -entre ellos el presidente de la República- hayan aumentado sus riquezas en miles de millones de dólares? Ustedes, constituyentes, tienen el deber de poner fin a la injusticia social desechando el modelo neoliberal que nos estrangula. Ustedes pueden escribir el mandato supremo que obligue a leyes e instituciones a ceñirse a una época de cambios. La nueva Constitución permitirá al pueblo demandar, sin obstrucciones leguleyas, los derechos que les son negados. Las instituciones civiles y militares, hoy en crisis profunda, tendrán que adaptarse a las nuevas reglas. La Constitución -esperamos- consultará el mecanismo antigolpista que permita remover, mediante plebiscito, los gobiernos corruptos que traicionan sus promesas. Del mismo modo, la Constitución democrática seguramente abrirá paso a la iniciativa popular en materia de leyes y desbrozará el camino legislativo eliminando el Senado y el Tribunal Constitucional, que hoy enmarañan y facilitan el cohecho y prevaricación de las instituciones. Una Asamblea Nacional con diputados que reciban salario similar al […]

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