El pobre Eduardo no duerme. Cada dos o tres minutos lanza un profundo suspiro, algo así como la célebre Aspasia de Mileto pensando en Pericles. Por Luis Casado*, colaborador de Prensa Latina Eduardo declara:“Hay una amenaza que no estaba en el horizonte, que no estaba hace tres meses. Pero ahora está”. Al parecer Aninat dispone de poderosos instrumentos para, observando el horizonte, detectar esta aterradora amenaza. La amenaza en cuestión: China entró en deflación. Y eso… ¿de qué va? Simple: los precios bajan en vez de subir… Aninat no se inquieta de que en Francia los precios de los alimentos hayan subido más de un 18 por ciento, ni de que la libre competencia en el suministro de electricidad se traduzca en un notable aumento del precio al consumidor. Teníamos la electricidad más barata de Europa y Francia era el primer exportador de energía. Detalle: había solo un proveedor, público para más señas. Ahora, gracias a la libre competencia tenemos media docena de proveedores privados: el aumento del precio del kW/h es del 400% (cuatrocientos por ciento) No hay deflación, Aninat puede relajarse, aunque París ya no sea la Ciudad Luz (es muy oneroso) sino un remedo de velatorio al pedo. Eduardo, economista de su estado, olvidó la Ley de la Oferta y la Demanda. Si los precios suben, sube la oferta, y si los precios bajan, la oferta baja. Dicha “ley”, que Sonnenschein, Mantel y Debreu demostraron ser una falsedad, sigue inspirando a los ministros de Hacienda. El desequilibrio entre la oferta y la demanda hace que los precios suban o bajen. ¿No es bella la economía? De modo que la deflación se explica por una insuficiencia de la demanda, mientras que la inflación obedece a una insuficiencia de la oferta. En caso de deflación… ¿qué ocurre primero? ¿el exceso de oferta o la insuficiencia de la demanda? ¿Qué determina la insuficiencia de la demanda? ¿Por qué el mercado, que es omnisciente, produce más de lo necesario para satisfacer la demanda? Una pista explorada por un par de lumbreras tiene que ver con la distribución del valor agregado, o sea la remuneración respectiva del Capital y del Trabajo. Ya volveremos al tema. Entretanto hay más preguntas: ¿por qué el mercado, que es omnisciente -ya se dijo- no produce lo suficiente para satisfacer la demanda? Un enterao vino a FranceInfo a explicar que “la inflación es culpa de los consumidores que no cesan de consumir productos cuyo precio sube, sin remplazarlos astutamente por productos cuyo precio baja”. Dicho de otro modo, la responsabilidad de la inflación recae en los pringaos que no modifican sus comportamientos de consumo con la celeridad que exige el mercado. No me cachondeo: eso fue lo que dijo el economista en cuestión. Sellando definitivamente sus aseveraciones con la apostilla de la verdad, el tipo advirtió: “No hay que esperar que los precios regresen a su nivel anterior, porque los salarios han subido”. Una vez más, la culpa es tuya, boludo. Entretanto, pasándose la demanda por el […]