Por Pablo Jofré Leal Hoy, en el concierto internacional, Estados Unidos y sus aliados buscan contrarrestar el creciente influjo que la federación rusa y la República Popular China impulsan en África, Asia y Latinoamérica. Esto, en materia de concretar una visión y práctica de una política multilateral, que rompa con la hegemonía, que desde el fin del campo socialista ha tenido a Washington y los suyos con un predominio, que ha significado unipolaridad, desestabilización, invasiones, agresiones y la muerte de millone Así ha sido desde la segunda guerra del Golfo el año 1991, que significó la primera invasión de Irak. La agresión a Serbia, la invasión y ocupación de Afganistán por dos décadas, nuevamente la guerra contra Irak el año 2003 que significó veinte años de ocupación. Siria desde el año 2011. La guerra contra Libia, su fragmentación y el asesinato de Muamar Gadafi el año 2011. Yemen atacada por una coalición direccionada por Washington y con Arabia saudí como ejecutor, guerra que se extiende ya por 8 años. Revoluciones de colores en ex países del campo socialista, golpes de estado como el de Ucrania el año 2014 con el objetivo de cercar a Rusia y al mismo aumentar la incorporación de países europeos a la organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El trabajo en Latinoamérica, sobre todo de aquellos que desean romper con los lazos de supremacía estadounidense, que hunde sus raíces desde el momento mismo de nuestras independencias formales bajo la doctrina Monroe, tiene como objetivo el debilitar y hasta eliminar esa influencia, nefasta para nuestros pueblos, tanto en su política exterior, como también en política interior: intromisión en los asuntos internos de los países, dependencia económica, tecnológica y militar y, sobre todo, una política de presiones, que frente a conductas de independencia tiene como respuesta sanciones, bloqueos, embargos, acciones de desestabilización y hasta golpes de estado si lo anterior no es suficiente. Desde marzo del 2022, con el inicio de la operación militar rusa de desnazificación y desmilitarización de Ucrania, la política de destrucción global de Washington y el énfasis de defender intereses, a miles de kilómetros de sus fronteras,  con apoyo total al gobierno de Kiev —como lo venía haciendo desde el golpe de estado de febrero del 2014—  en perjuicio de sus obligaciones internacionales, ha influido negativamente en la situación del mundo, principalmente económica, de América Latina y el Caribe. Conducta de Washington ha convertido una guerra, localizada en un sector específico en un conflicto global, que involucra a los 30 miembros de la OTAN y la exigencia a otros gobiernos, para que asuman una postura antirrusa. Occidente trata de imponer a los países latinoamericanos su agenda contra Moscú, que se sumen a políticas sancionatorias y por extensión a China, Irán y todos aquellos que buscan un camino distinto a la dictadura global estadounidense y los suyos. El año 2021 el intercambio comercial entre Rusia y los países latinoamericanos alcanzó una cifra superior a los 20 mil millones de dólares, que el año 2022 […]

Por Pablo Jofré Leal La política de defensa de la Federación Rusa, con respecto al avance y presencia de la fuerza militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su frontera occidental, la obliga a concentrar poderío defensivo, principalmente en su Distrito Militar Oeste.  Dicha acción, dentro de las fronteras rusas, signa el derecho soberano que le asiste a cualquier país del mundo de mover sus tropas en base a consideración propias del análisis de situación, que es el caso de la nación euroasiática. Esto, a diferencia del avance y concentración de tropas y armamentos de la OTAN, que se suman a las tropas nacionales de los países limítrofes con la nación euroasiática. Efectivos militares y material de guerra, provenientes de países, más allá de estos deslindes, como es el caso de Estados Unidos, Alemania, Países Bajos, Gran Bretaña, entre otros. Así como la realización de ejercicios militares como fue el llamado Defender Europe 21, por el que se desplegaron durante los meses de mayo y junio de este año 2021 40.000 efectivos y 15.000 unidades de material bélico, incluidas aeronaves estratégicas, maniobraron provocadoramente en las fronteras con Rusia. Los medios de información, ligados a las potencias occidentales, a ambos lados del Atlántico, han complementado esfuerzos, para llevar a cabo una fuerte propaganda destinada a mostrar a Rusia como agresora, fuente de discordia, un país que tensiona las relaciones con sus vecinos europeos y pone en peligro la noción de paz que maneja el organismo noratlántico. Así, el medio sensacionalista alemán Bild – el de primer tiraje en Alemania y tercero en el mundo, cercano a los medios más conservadores del país teutón – publicó un mapa sobre las zonas de la hipotética invasión rusa a Ucrania. Un mapa muy similar a uno publicado días atrás por el medio estadounidense The Washington Post. Tal hecho hizo declarar a la cancillería rusa en boca de su portavoz, María Zajárova «Obviamente, la fuente de inspiración para este material debe ser buscada al otro lado del Atlántico. Porque ayer The Washington Post publicó un mapa similar en relación con la supuesta invasión de Rusia a Ucrania, […] los alemanes reelaboraron creativamente las imágenes de los estadounidenses…La propaganda ideológica destruye el sentido común por completo» (1)                                      USA Intelligence document on Russian military movement. (Obtained by The Washington Post                                                     Diario Bild de Alemania La propaganda ideológica, a la que hace mención la Cancillería rusa, incluye la labor mediática, política, diplomática y que ya ha puesto fecha de esta invasión de las fuerzas rusas a Ucrania: principios del año 2022 que contempla el uso de al menos 175 mil efectivos. Una propaganda que interesadamente oculta las maniobras del organismo noratlántico, sus reuniones de coordinación, el aumento de los aportes para gastos […]

En la primera parte de este trabajo sostuve, que las elecciones para gobernadores, alcaldes, concejales y constituyentes efectuadas el pasado 15 y 16 de mayo mostró resultados desastrosos para la derecha y los partidos que han administrado Chile en los últimos treinta años y marcó la irrupción de nuevos actores políticos. Un porcentaje importante de la sociedad chilena, a poco más de un mes de dar comienzo al trabajo de los miembros de la convención constituyente y a escasos meses de tener una nueva contienda electoral para elegir al nuevo (a) mandatario (a) no está dispuesto a seguir bajo este marco político, social y económico que se extiende por 48 años. Una sociedad que exige cambios estructurales, ya no más maquillajes. Y en ese objetivo, encontramos una diferencia fundamental, entre aquella mayoritaria suma de ciudadanos, que no están dispuestos a aceptar una política que ha mostrado su fracaso en temas de justicia social y las administraciones de Gobierno, que se han dedicado más bien a gestionar lo existente, a retocarlo, a darle una pequeña pintura para tratar de ocultar las pifias de esta democracia tutelada aún. Una democracia representativa, que es una forma de gobierno débil, sujeta al poder económico, a los poderes fácticos del empresariado, de los grupos de presión, debe tener una modificación medular so pena de generar una fractura social de incalculables consecuencias. Este Chile, en plena pandemia por el Covid 19, que no ha logrado bajar las cifras de contagios y muertes a pesar de una fuerte campaña de vacunación, unido al referente político marcado por el 18 de octubre del año 2020 y los resultados que muestran a un porcentaje mayoritario de los que acudieron a dicho plebiscito, que exige cambios (1). Pero, que demanda también atraer a ese porcentaje de ciudadanos, que se inhiben de ejercer su derecho a voto, que en el caso del plebiscito del 25 de octubre del 2020, significó un 50% y las elecciones del 15 y 16 de mayo pasado implicó un 58% de ausencia de votantes. Tales cifras, debilitan la exigencia de cambios, como los que pretende esa sociedad chilena, que en el universo electoral de participación votó por el apruebo y que posteriormente castigo a los partidos políticos tradicionales y dio paso a nuevos actores. Una abstención que demuestra apatía, desesperanza y que sólo la constatación de un cambio verdadero, que dé cuenta de sus derechos y necesidades podría volver a reencantar a una población que no la seducen los cantos de sirena y que seguramente volverá a ser convocado obligatoriamente a ejercer el voto (2). Consultada por Radio Universidad de Chile, la representante del PNUD Chile, Marcela Ríos señaló  que ““Es bien importante tener claro que la causa de la baja participación no es que el voto sea voluntario, porque la participación venía cayendo antes de cambiar hacia inscripción automática y voto voluntario, pero sí ha agudizado las desigualdades y ha facilitado la baja participación (…) Avanzar hacia un voto obligatorio no resuelve todos los problemas ni […]

Las elecciones para gobernadores (1) alcaldes, concejales y constituyentes efectuadas el pasado 15 y 16 de mayo mostró como resultado: un gobierno derechista presidido por el empresario Sebastián Piñera en agonía, una dura derrota electoral para los partidos políticos tradicionales y la irrupción de voces, nombres y movimientos, representantes de una parte de la sociedad que aspiran a un país radicalmente distinto. Ese marco anticipa para el país sudamericano, en lo que resta del año 2021,  enfrentar decisiones fundamentales, que van a signar a las futuras generaciones, fundamentalmente en lo que refiere a la elaboración de una nueva carta magna, de la cual se espera cumpla las expectativas de ese 80% de electores que votaron el apruebo a una nueva constitución el 25 de octubre del año 2020 y que determinó la primera de las derrotas que tendría el gobierno de Piñera y la derecha en Chile a partir de esa fecha. Una victoria refrendada el 15 y 16 de mayo pasado cuando la gran mayoría de los constituyentes elegidos representan la opción del apruebo y eso marca cierta certeza que los grandes temas que preocupan a los chilenos serán resueltos, precisamente, por los que están por un cambio medular a la manera en que Chile ha sido conducido, administrado y con decisiones que afectan a la gran mayoría de su población. Esta idea queda expresada, por ejemplo, por el abogado Daniel Stingo quien obtuvo una de las más altas votaciones en la constituyente y quien increpó duramente a representantes de la derecha en un programa televisivo y que expresa esa decisión de no seguir maquillando el modelo político, económico y social que rige Chile hace décadas. El profesional sostuvo “Aquí no ganó la derecha pues estaba por el rechazo. Entonces, como la derecha estaba por el rechazo, ahora tiene una minoría. Nosotros vamos a poner los grandes temas, porque representamos a la gente. Los que ganamos, representamos a la gente. Los acuerdos se deben hacer con la mayoría de los chilenos y chilenas que ganaron el 25 de octubre y ahora aquí los derechos sociales se desprivatizan, todos, y el agua también. Ustedes (refiriéndose a los representantes de la derecha) no pueden imponer nada, porque perdieron. Así de simple” (1) Lo descrito anteriormente es la evidencia de la velocidad con que han avanzado los cambios efectivos y los que se esperan y que resultaban casi una utopía, un escenario difícil de vislumbrar previo al 18 de octubre del año 2019, cuando la sociedad chilena en forma multitudinaria salió a las calles para decir ¡basta! a 30 años de una democracia restringida. 30 años a los cuales hay que sumar 17 años de dictadura militar cuya herencia fue precisamente esta democracia cautiva. Un país que ha sido regido por la constitución del año 1980, elaborada entre cuatro paredes bajo la dictadura cívico-militar, con leves maquillajes bajo los gobiernos democráticos pero que mantuvieron, en esencia, la desigualdad social, brechas educativas, económicas, sanitarias y un futuro misérrimo. A partir de ese 18 de octubre […]

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