Gloria Moraga es activista medioambiental, feminista, animalista, adherente a un partido de la ex Concertación, entusiasta del NO y una de tantas chilenas desilusionadas por la democracia “en la medida de lo posible” que se instauró en Chile tras la dictadura. El 20 de octubre de 2019 Gloria participó en una marcha que derivó en incidentes con la policía. Cuando comenzaba a retirarse rumbo a su hogar vio cómo un grupo de uniformados arrastraba a un joven a quien, producto del forcejeo, se le deslizaron sus pantalones desde sus caderas. Entonces, se acercó al grupo y cuando intentaba ayudar al muchacho sintió un zumbido y su rostro comenzó a sangrar e hincharse: había recibido un balín de escopeta en su ojo derecho. Su caso fue uno de los primeros de centenares de traumas oculares que afectaron a manifestantes, producto de la operación malintencionada y antirreglamentaria de este tipo de armamento antidisturbios. El relato de Gloria se suma al Archivo Oral de Villa Grimaldi, que busca levantar testimonios de violaciones a los derechos humanos en regiones, con el fin de visibilizar estos hechos subalternos. Esto, en el marco del proyecto «Democracia, Memoria y Derechos Humanos. Perspectivas ciudadanas del Chile actual, el proceso constituyente y el estallido social», elaborado en conjunto con la Fundación Friedrich Ebert (FES Chile).Una versión extendida de su testimonio puede consultarse al final de esta nota. Gloria relata a continuación los esfuerzos de manifestantes por socorrerla, su traslado a un centro asistencial y el lapidario diagnóstico del oftalmólogo del hospital: “pérdida total del ojo derecho”. Luego vendría una operación de urgencia para retirarle el ojo dañado y curarle las heridas además de otros procedimientos médicos. Tras la operación, Gloria debió enfrentar la visita de carabineros que le demandaron testimoniar frente a representantes de la institución a la cual pertenece su agresor. El testimonio debió reiterarlo frente a detectives de la PDI, frente a un fiscal y a los abogados del INDH que tomaron su caso. Finalmente fue dada de alta pero en su hogar debió superar las ganas de ocultarse, el temor a desplazarse por el interior de su casa y a caminar sola en la calle, así como la reacción de su cuerpo a la falta de un órgano, lo que se tradujo en dificultades para alimentarse, vómitos, diarrea y baja de peso. El impacto sicológico de la mutilación obligó a la fiscalía a contratar a una profesional que la ayudara a superar poco a poco sus temores y retomar su vida. Siendo una amante de la bicicleta tardó casi un año en volver a usarla y hasta la fecha le es difícil pasar por el lugar donde fue agredida. Gloria reconoce las múltiples muestras de solidaridad que recibió de su entorno familiar, de sus amistades y vecinos, pero también ha debido enfrentar insultos por redes sociales y críticas por un supuesto interés suyo en beneficiarse económicamente a través de su trauma. La falta de sensibilidad de las autoridades frente a este tipo de casos se demuestra en la enredosa iniciativa del Ministro […]