Las Mujeres, ya desde la dominación colonial, hemos sido condenadas al Silencio Perpetuo, a una condición subalterna y totalmente sometida, sin derecho a la expresión ni tampoco a la salida, situación histórica contra la que se han rebelado aquellas más despiertas y esclarecidas. En igual sentido, les pobres, les trabajadores, les migrantes, las minorías han sido condenadas frecuentemente al Silencio en el ámbito productivo, sumando a la condena social al trabajo asalariado, las precariedades de las vidas sospechables, enemigas, la condena al subcontrato, al suministro, a la temporada agrícola, a la faena, a los interminables turnos, a la nocturnidad, cuando no derechamente al insólito contrato de honorarios donde vendemos nuestra fuerza laboral como si fuéramos pudientes artistas de las cortesanías renacentistas.