Cultura

Crítica Por Miguel Alvarado Natali, Editor de Cultura “Mi mujer es el gasfíter” es una comedia fantástica de enredos, escrita por Hugo Daniel Marcos y dirigida  por Christian Villarreal y que nos trae devuelta a las tablas al actor Ramón Farías dedicado a la política en los  últimos 25 años. La obra se está presentando hasta el 12 de febrero en el teatro Mori de Vitacura. Cobi (Ramón Farías) perdió a su esposa en un accidente hace exactamente un año. Luego de una noche de fiesta amanece con una atractiva mujer en el living de su casa. En tanto hay una cañería rota en su ducha y llama a un gasfíter (Edison Días), el cual pasa a llevar uno cables y sale del baño electrocutado, muriendo a los pies del sofá. A los minutos el cadáver de este plomero vuelve a la vida, pero ya no es él, es Daniela, la difunta de Cobi que se ha apoderado de su cuerpo. Daniela se sorprende de su nueva figura pero está empeñada en recuperar a su esposo, lo cual tiene sus complicaciones, ya que Cobi está saliendo con Meital, (Catalina Silva), su vecina del departamento de arriba, además Cobi recibe las constantes visitas de su madre y recordemos a la misteriosa chica que ahora vive con él. Los actores salen airosos de esta puesta en escena, pero hay que destacar la interpretación de Edison Días en el papel de gasfíter, es el que le saca más potencia cómica a su personaje, se gana al público con una ligera bata de dormir, tacones y unos aros. Tiene esa versatilidad que ha demostrado en muchos papeles secundarios que ha tenido en su carrera. Por su parte, Ramón Farías tiene gracia y unas salidas de librero que hacen referencia a su pasado político – esto me pasa por no haber robado- , en referencia a tener que seguir trabajando como actor, lo que saca las carcajadas necesarias, pero queda al debe. En tanto el espacio escénico es muy bien aprovechado por todo el elenco. Con una escenografía funcional, la puerta de la cocina y del baño, más un  sofá  y una mesa de centro, nos dan la atmósfera necesaria para el desarrollo de la escena. Mi mujer es el gasfíter, es una comedia divertida, llena de enredos, disparatada, sin grandes pretensiones que el hacer reír. Con una trama recurrente que ya hemos visto tantas veces en el cine, pero que funciona de igual manera, con personajes bien construidos y definidos. Aquí el público lo pasa bien con esta reencarnación de la esposa en el cuerpo del plomero, lo que siempre causa gracia es la muerte ridícula y volver a un cuerpo de sexo  opuesto. A momentos tiene diálogos hilarantes, pero tanta entrada y salida de personajes a escena termina por bajar el ritmo. Es una obra para pasar un buen momento, olvidarse de los incendios y de las listas a consejeros constitucionales. Santiago, Crónica Digital, 9 de Febrero 2023     Autor: Hugo Daniel Marcos […]

Crítica Por Miguel Alvarado Natali, Editor de cultura El Estado natural de las cosas, es una comedia ácida con tintes de drama, escrita y dirigida por Nicolás Venegas y cuyo principal argumento es la desigualdad, la que se ve bien cuando los protagonistas se conocen de toda la vida, pero que ha estado incubando por parte del pobre un ajuste de cuentas –justicia- contra el rico. La obra se está presentando hasta el 4 de febrero en el teatro Mori de Recoleta. Un muchacho que estaciona autos, es invitado a comer a la casa de un matrimonio de adultos-jóvenes de clase acomodada al barrio alto, que aparentemente son felices y lo tienen todo. Ella viste de seda, tiene un jardín de rosas, pasea a sus perros y asiste a clases de pilates, mientras su esposo es gerente de un banco, frecuentemente tiene sueños extraños y premonitorios. La idea de la esposa es contratarlo como jardinero, en cambio él marido  tiene en mente algo más. La llegada del futuro empleado va develando un pasado oscuro y un presente turbio entre él y la familia de clase alta, donde los “trapitos al sol” comienzan a colgarse y a mostrarnos una historia sórdida, de abuso y poder. Con actuaciones sólidas y potentes, especialmente la de Macarena Fuentes, interpretando a Laura, esta mujer acomodada, que toma un microbus por primera vez y queda asombrada de las protestas, de los encapuchados y las feministas mostrando sus pechos. Todos los personajes salen airosos, consiguen la atención del público, ya que transmiten ese dramatismo sarcástico, que siempre arroja una cuota de humor: “Invité al cuidador de autos a comer a la casa, pero no te preocupes guarde todas las cosas de valor en un cajón con llaves”. La escenografía es bastante realista, en el living un sofá Chaise Longe de felpa naranja, una lámpara de pie clásica y una licorera tipo carro y sí le agregamos la vestimenta de los protagonistas, se recrea el ideal de una casa burguesa -tal vez anticuado el terno del esposo- pero de todas maneras se consigue una buena atmósfera, en tanto que la dueña de casa luce una fina bata de seda. “El estado natural de las cosas” es un retrato de un Chile dividido por la diferencia, donde los privilegios de unos entran en este eterno conflicto con las miserias de los pobres que no tienen nada que perder. Es una escena de seres oprimidos que se quieren liberar, a través de un acto de justicia, de una salida del “closet”, de una vergüenza por el estado de las cosas o con la propia muerte. Es un montaje delirante que a ratos tiene esos códigos de diálogos absurdos de estos estereotipos tan marcados en nuestra sociedad, donde la certeza de que hay gente que no existe para la clase alta, es tan paradojal, ya que tampoco existen ellos para la clase baja. De buen ritmo, en que los personajes son un torbellino de emociones, odiosidades y contradicciones. Es un texto […]