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La derecha pinochetista, encabezada por remanente hitleriano José Antonio Kast, y algunos nostálgicos de Pinochet enquistados en la Multigremial, organismo de fachada de ex torturadores y represores de Pinochet, y el comando de la campaña presidencial de Sebastián Piñera se han sacado la careta y han lanzado una artera maniobra antidemocrática de última hora para desconocer los resultados del proceso electoral que debe culminar el 17 de diciembre. Ante la certidumbre de su derrota, la Derecha Pinochetista o Piñerista- a estas alturas parecen ser lo mismo (un Kast esta convertido en escudero de Piñera y otro ha asumido como portavoz político ideológico) buscaría invalidar, deslegitimar, el proceso electoral mismo, acusándolo de fraudulento. Es una operación política y mediática, para la cual se ha prestado el propio candidato del sector, Sebastián Piñera, con  explicaciones cantinflescas y rostro de ofendido para la pretensión de hacer creer al país que el proceso electoral sería objeto de un montaje, y que la institucionalidad electoral, las autoridades civiles y militares del país, comprometidas en el proceso electoral, estarían coludidos para perjudicarlo. Sembrar la duda sobre los resultados de la primera vuelta,  para lo cual utilizaron como detonante la denuncia provocadora del propio Piñera, fue solo el primer paso, para instalar la mentira en sus medios de comunicación,  en los comentarios de sus propagandistas, en las redes sociales y alimentar como una bola de nieve, la sospecha, la incertidumbre, desacreditar a las instituciones de la institucionalidad democrática. Piñera habló de “muchos votos” que habrían estado marcados por Guillier y por Beatris Sánchez, pero el Servicio Electoral lo desmintió tajantemente y confirmó que al organismo llegó la denuncia de solo UNA MESA y en los medios se habló de cinco casos, pero sin registrarse ni comprobarse nada. Uno de los efectos buscado es además, evitar que los chilenos, sobre todo en los sectores populares, en especial los jóvenes, vayan a sufragar, expresen su adhesión política electoral, deslegitimando el mecanismo democrático del voto, de las elecciones como un medio significativo de expresión de la voluntad soberana de los ciudadanos. Es sabido que uno de los objetivos estratégicos de la derecha es que la democracia y la propia representatividad, solo sean efectivos para sus electores, alentando el desinterés, y por supuesto, la abstención de los sectores populares, con la cantinela pinochetista de que “los señores políticos” son inútiles, corruptos, innecesarios, prescindibles (Es decir, los que representen los intereses democráticos y populares, no los de la “GCU”-la “gente como uno”, pero de la elite). Los derechistas añoran los viejos tiempos del cohecho, del voto censitario, de cuando solo “los caballeros” tenían el derecho a elegir y ser elegidos, gobernaban o hacían las leyes a su antojo. El instructivo puesto en marcha contempla, como una especie de operativo “paramilitar”, copar con más de 4 mil “apoderados”, los lugares de votación para “defender los votos”, lo que significa  provocar desórdenes, incidentes, y hasta el robo de las urnas, “para evitar” que “los enemigos” hagan el fraude del que se habla. La UDI, […]

Claramente hoy se plantea ante los ciudadanos una  definición histórica, estratégica. Este 17 de diciembre se elegirá  no solo al presidente de Chile, por  el próximo periodo (2018-2022), sino se definirá una estrategia de institucionalidad política,  de desarrollo social , un proyecto de país. En definitiva se elegirá un camino de democracia participativa, progresista, una ampliación de los derechos de los ciudadanos, una respuesta a sus crecientes demandas de progreso, de derechos, y expectativas de participación y protagonismo social, o se retrocederá  ante el poder totalitario de los grandes empresarios y los intereses del mercado, la lógica brutal del lucro o el ansia de ve4nganza  del neofacismo y de los nostálgicos del negro periodo de la dictadura de Pinochet, hoy alineados tras la condescendencia de Piñera. Claramente no da lo mismo quien sea elegido Presidente de Chile este 17 de diciembre. Y no caben en este disyuntiva vacilaciones, ambigüedades, o lo que viene ser lo mismo, irresponsabilidad  política, cálculos mezquinos, o franca traición a principios que pudieron haber motivado su quehacer en el escenario político. Mantener el rumbo del país hacia el fortalecimiento de las reformas, en definitiva de la democracia, o frustrar el progreso, es la gran disyuntiva que la historia ha puesto ante la conciencia y la decisión electoral presente. No cabe dudas que es el momento de buscar las coincidencias, que son muchas, de iniciar un camino de convergencia entre la Nueva Mayoría, el Frente Amplio y sus diversas sensibilidades, la Democracia Cristiana, el PRO,  y otras fuerzas y liderazgos , no solo como un acuerdo electoral presidencial, sino como un proyecto político estratégico, un programa presidencial, que permita cumplir con las demandas sociales y las tareas que el desarrollo y el progreso pone ante los chilenos (Recomiendo leer la entrevista del Alcalde de Recoleta, Daniel Jadue , en La Tercera, del 4 de diciembre, además de la entrevista de  la dirigente de  Nueva Democracia ( Frente Amplio), Carla Amtmann) Mañana, deberemos discutir,  con toda seguridad y en un ambiente de transparencia y respeto mutuo, y sobre todo de perspectiva histórica,  el ritmo de los cambios necesarios para avanzar,  lograr los consensos  indispensables, sacar la discusión del mundo estrecho de las elites o oligarquías partidistas y llevarla  al pueblo, a los ciudadanos, a la sociedad, a los que son y deben seguir siendo los protagonistas  del proceso, hacer de la transparencia, la ética pública, el respeto a las diferencias un horizonte permanente, pero también el logro de las necesarias mayorías, tanto en al ámbito de la sociedad como en el de  la tarea de gobierno y en el Parlamento. Hoy la urgencia es llevar la palabra del progreso, en este caso buscar y lograr el apoyo a la candidatura de Alejandro Guillier, y cerrar el camino al revanchismo derechista, que no logra ocultar su alma pinochetista y dictatorial,  que Piñera trata de enmascarar bajo una retórica populista, intentando hacer creer la farsa de que ha ”descubierto” las demandas sociales, asumiendo incluso consignas como la gratuidad en la […]

La primera vuelta dejó en evidencia cuatro fenómenos sociopolíticos y electorales que recomponen un escenario político, a la vez preocupante y esperanzador, y que los analistas y  líderes, y para que decir los  encuestadores, no supieron leer previamente en su magnitud, complejidad, desarrollo y consecuencias. Se trata de la “sorpresa” política más que estadística del Frente Amplio, de la aparición de una fuerza política neofacista –pinochetista y conservadora- liderada por  José Antonio Kast, un descendiente de un oficial hitleriano, de la derrota política de las aspiraciones presidenciales de la Democracia Cristiana y el fracaso de su pretensión hegemónica en la centroizquierda y de la mantención como una alarmante expresión ciudadana de la abstención. Nos ocuparemos por ahora, por su orden de importancia en la actual coyuntura, pero también en la configuración de un nuevo escenario político del sector progresista y en la conformación del próximo parlamento, del surgimiento como una alternativa política, social y electoral, del Frente Amplio, que pareciera haber tomado de sorpresa, no solo al establishment partidista, sino incluso a sus propios protagonistas. Surgido aparentemente de los movimientos políticos estudiantiles – dada  el origen de sus primeras figuras- se consolidó como una opción política que interpretó demandas, aspiraciones, rencores, sentimientos, frustraciones de un sector más amplio de la ciudadanía, expresada por los electores que los convirtieron, prácticamente en meses, en una fuerza política y parlamentaria determinante del país. Con 1.336 mil 622 votos recibidos por Beatriz Sánchez (solo 159.938 menos que Alejandro Guillier, que registró 1.496.560 preferencias), 20 diputados, un senador, una popularidad personal innegable de su líder (Bea tuvo un 38.1 por ciento de votación más que su bloque) han instalado en el escenario político nacional el concepto teórico y práctico de “frenteamplistas”. Un componente no solo emocional, sino también ético, es su rechazo a las formas tradicionales de hacer política, a la política de cúpula, al alejamiento oligárquico de sus dirigencias, a una metodología antidemocrático y caudillista en sus funcionamientos internos, a un centralismo que les hace desconocer los intereses, sentimientos y reclamos de sus bases, y que ha hecho insensible a las expresiones políticas de los ciudadanos. Los ciudadanos creyeron en que estos jóvenes, nuevos políticos, sintonizaban con sus demandas de educación gratuita y de calidad, de pensiones, viviendas y salud digna, pensiones, progreso y futuros promisores, condiciones  de bienestar y de seguridad social, que las generaciones anteriores no supieron o no pudieron garantizar. Puede que su discurso tome conceptos, frases, modos de expresión reconocibles en ciertos momentos estelares de la izquierda chilena- esa que  llaman “tradicional” y que las consignas recojan demandas permanentes  de justicia e igualdad social, de derechos democráticos y de bienestar, derechos de los pueblos originarios, de las minorías sexuales, del medioambiente y una larga lista de progresos sociales , económicos y culturales que se han ido logrando, construyendo en los tiempos de la gestión política anterior, que han ido madurando en un proceso histórico. No se puede predecir el futuro. La adhesión mostrada en los escrutinios no necesariamente es un […]

Los resultados de la contienda electoral de este domingo 19 de noviembre, en lo que respecta a la definición presidencial,  abren un periodo de  cuatro semanas de incertidumbre para una confrontación político, social, electoral, de proporciones. Claramente nadie puede presumir que la elección presidencial chilena es una carrera corrida y ganada, pero las cifras indican que la diferencia, es perfectamente remontable. El nuevo punto de partida para la confrontación  es en la segunda vuelta electoral (balotaje) del 17 de diciembre un 36.7 por ciento obtenido por el candidato de la Derecha, Sebastián Piñera,  y  un 22.6 por ciento para el abanderado del progresismo, Alejandro Guillier. La diferencia en los porcentajes es de 14,1 por ciento y en votos, Piñera recibió  2.416.054 preferencias y Guillier 1.496.560, es decir  se trata de 919.494 votos menos. Es decir, una cumplir. Y aunque los comicios no son una suma y resta meramente  matemática hay voces optimistas  que dan cuenta  de una comparación por así decirlo, estratégica, entre  las claves  que dominan la contradicción fundamental, entre una derecha que amenaza con retrotraer los avances  democráticos , sociales y políticos  alcanzados por los gobiernos de la  Concertación Democrática y de la Nueva Mayoría, y la perspectiva de mantenerlos y profundizarlos si se sumaran  los votos obtenidos  por los candidatos progresistas en esta oportunidad. De esta manera, estiman algunos analistas, entre ellos  el entusiasta ex ministro  Francisco Vidal  (“Al repechaje muchachos¡¡¡ Somos más..”)  que la Derecha, sumando Piñera y el pinochetista  José Antonio Kast , mantiene el histórico 45 por ciento del electorado, promedio del sector desde los tiempos del Plebiscito entre el SI y el No ( 1988) , en tanto la suma de  los progresistas, de acuerdo a las votaciones sumadas a la de Guillier,   Beatriz Sánchez, Carolina Goic y Marcos Enríquez-0minami, es, en las cifras, un  54.4 por ciento. Pero hay una regla de oro en los procesos electorales democráticos: 2 más 2 no son necesariamente cuatro. Y los candidatos o Partidos no son dueños de la votación de los ciudadanos que voten por ellos. Y además puede haber una catástrofe , un temporal o miles de razones  ( desde una fiesta familiar  o el cansancio , o el simple desinterés), para que los electores no concurran a las urnas. Además, el fantasma de la abstención no está superado. En las elecciones,  del 19 concurrió a votar el 46.4 por ciento de un padrón electoral de 14.308.151de personas habilitadas ,  es decir 6.645.069, una cifra  superior al 34.96 por ciento ( 4.9 millones de personas) que concurrió a las elecciones municipales de 2016, pero  inferior en tres puntos a la registrada en las primarias presidenciales de  2013 (6.691. 840 votantes) cuando el padrón electoral era de 800 mil personas menos (13.5 millones). Claramente, la tarea no está completada aún Por lo tanto lo que si es cierto es que no hay que bajar los brazos, porque la tarea no está terminada. Es decir  la defensa de las reformas, de la  democracia,  de los avances […]

Chile vive días decisivos. La democracia se está poniendo a prueba en una elección presidencial y legislativa, cuya  impronta parece ser la incertidumbre y plantea desafíos a la institucionalidad democrática y ponen en duda las certidumbres doctrinarias y partidistas. El signo de los tiempos parece ser la desconfianza en la política y las sospechas de corrupción, inconsistencia e incapacidad de los políticos, mientras se constatan frenéticos esfuerzos por encontrar respuestas al rechazo ciudadano, el repudio, el desencanto con la práctica social y política, una franca actitud de desapego al ejercicio vital de la ciudadanía y de la participación social. Es decir, lo que está en juego este 19 de noviembre, y muy probablemente el 17 de diciembre, es más que una definición presidencial o parlamentaria, una mayoría o minoría en el escenario político formal, sino una definición de carácter estratégico respecto del futuro de la democracia, de la profundidad de las reformas que permitan una sociedad justa, donde sus hijos tengan garantizado sus derechos fundamentales de libertad y justicia, trabajo, educación, salud, pensiones, y se abran las perspectivas de progreso económico, cultural, social para las grandes mayorías, en una sociedad de fraternidad y seguridad. Los liderazgos políticos, los partidos y las instituciones deben asumir que la participación y el protagonismo de los ciudadanos en el gobierno de la polis, ha estado en deuda. Y ellos tienen una responsabilidad por acción y por omisión. Según parece ha prevalecido la tentación de las elites ejercer la representación popular, pero sin garantizar la participación del pueblo, que prevalezcan las decisiones, las demandas de los ciudadanos, de la gente. No de otra manera se puede entender la abstención y desafección política que parece instalarse como un fenómeno ineludible, pero irreversible en la sociedad. Como es obvio, una campaña electoral, por más estratégica que sea la disyuntiva, no da el tiempo suficiente para revertir estos fenómenos, Pero es indispensable, que las elites políticas  hagan, al calor de las cifras que arrojen los escrutinios, y los acontecimientos, el examen severamente autocrítico de las circunstancias, interpreten el mensaje y saquen las debidas consecuencias. En todo caso, el tiempo apremia y pone un sentido de urgencia  a los últimos esfuerzos electorales. Por ello cabe esperar, y hay algunos signos de ello, una responsabilidad política de los distintos liderazgos o sectores de la centro izquierda. La Derecha económica, polítyi9ca y fáctica Ha desarrollado una campaña electoral abrumadora. Ha utilizado todos los recursos económicos, los mecanismos de su poder político y mediático, y los poderes facticos que maneja- morales, religiosos, militares- , y se ha jugado el todo el todo para restablecer su predominio político sobre el país. La centro izquierda- es preciso reconocerlo- ha mostrado su incapacidad para jugar ubna estrategia unitaria, creadora, original que de perspectiva a su discurso, y fortaleza a una posición única y cobn perspectiva. Ha preferido el camino del sectarismo, de las divisiones, de la  fragmentación, del fuego amigo, del camino propio, y hasta ahora  en muchos casos le ha hecho el juego a […]

La clase política chilena, los académicos y los analistas políticos coinciden en que el fantasma de la abstención amenaza el proceso electoral chileno, la institucionalidad democrática y la legitimidad y representatividad de los órganos del poder. La preocupación es de tal magnitud que la propia Presidenta de la República, Michelle Bachelet, ha salido al ruedo con un llamado en que apela a la responsabilidad ciudadana por el porvenir del país. “Es muy importante que la gente se pronuncie yendo a votar, para que puedan expresar lo que creen que es importante para ver cuál es el tipo de país que quieren que se siga construyendo”, expresó desde Viña del Mar este  lunes 23, a cuatro semanas de los comicios. La Moneda también ha apoyado este esfuerzo por incentivar la participación ciudadana en la elección con mensajes  a través de los medios de difusión advirtiendo: “no dejes que unos decidan por todos” y “Mira como la minoría decide por la mayoría” e instando a “no te restes, súmate”. La urgencia en promover la participación electoral de los ciudadanos es también reconocida por la candidata de la DC, Carolina Goic y por la candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez. La primera enfatizó que “nadie puede negarse a sumarse en nuestro país a una campaña que busca que la gente participe. La abstención es un enemigo común que tenemos”,  en tanto Beatriz Sánchez, subrayó: “El único momento en que somos todos iguales en un país tan desigual como Chile, es el momento en que votamos, entonces por supuesto que yo me adhiero, qué bueno que haya desde el Gobierno un llamado a votar”. Y en la Nueva Mayoría, el ex ministro de Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet (primer periodo) y ex senador Sergio Bitar, integrante del comité estratégico de la campaña de Alejandro Guiller, señaló que la Derecha apunta a la abstención como un mecanismo en que funda su posibilidad de ganar, agregando que la derecha estima que le favorecería ya que “la que más se abstiene es la gente partidaria de la centroizquierda”. Ello explicaría las protestas y rechazo de Piñera y su comando por la campaña oficial que busca aumentar la participación ciudadana en el esfuerzo electoral. Como lo reconoce el editorialista de EL Mercurio, John Müller en su “Radar Político” de este martes 24 de octubre, uno de los ejes de la estrategia de Piñera es “disuadir a los votantes del adversario” de participar en las elecciones. El articulista alerta sobre esa estrategia, indicando que  “apostar a que con menos participación, el sistema se verá fortalecido, es un contrasentido”, y agrega que “esta apuesta supone jugar con fuego porque puede ocurrir que la votación sea tan baja que la legitimidad de los cargos surgidos de esta elección resulte cuestionada”. Algunas cifras detallan la situación objetiva: la participación de un 34 por ciento de los chilenos habilitados para votar en las elecciones municipales del 23 de octubre de 2016 (14.1 millones de registrados en el padrón), encendió las luces riojas […]

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El inobjetable y abrumador triunfo  de las fueras gubernamentales en las elecciones regionales de Venezuela del domingo 15 de octubre constata la voluntad de los ciudadanos de ese país de apoyar a su gobierno, de defender la soberanía, la autodeterminación y la democracia en su país.   Los demócratas de la región tienen razones para saludar el triunfo venezolano, pero también deben mantenerse alertas ante la obcecación de la oposición venezolana y de la derecha internacional comandada por la administración del presidente Donald Trump que pretenden desconocer la voluntad expresada por los ciudadanos. Lo objetivo es que con una participación de un 61 por ciento del universo de más de 18 millones de electores, y en medio de una intervención política, económica, y amenazas de invasión militar, el gobierno del presidente Nicolás Maduro obtuvo  un 54 por ciento de las preferencias, y ganó 18 de las 23 gobernaciones, contra 5 de la opositora Mesa de la Unidad Democrática, MUD. Venezuela completó así, exitosamente la elección número 22 en los 18 años de la revolución bolivariana, iniciada por el comandante Hugo Chávez, un record que pocas democracias pueden mostrar, legitimando el carácter democrático y representativo de su institucionalidad. Haría bien el gobierno chileno, y su canciller Heraldo Muñoz, que ha sido tan locuaz en ponerse de lado de la política agresiva, intervencionista y de condena a priori, o desconocimiento recalcitrante de la realidad democrática de Venezuela, de la legitimidad de su gobierno y sus instituciones, de reconocer este resultado electoral. La cancillería chilena debería ser categórica en expresar la vocación democrática de Chile, y sobre la base de la experiencia nacional en la conspiración sediciosa y la intervención económica y militar de Estados Unidos, que llevaron al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y descartar cualquier gesto que avale o justifique, el intervencionismo descarado que avala el secretario general de la OEA, Luis Almagro. La experiencia chilena del 73, de la conspiración de la CIA y de la Casa Blanca, y su involucramiento en la sedición derechista y empresarial, el golpe de Estado, en el adoctrinamiento, entrenamiento y financiamiento de los golpistas y los esbirros que sumieron en el terror al país durante 17 años, hace que ciertas actitudes tortuosas sobre la situación política en Venezuela, dejen de ser un acto de ingenuidad, sino de complicidad. Ese mismo conocimiento, constatado por serias comisiones  investigadoras en  Estados Unidos, y la documentación  oficial descalificada por el Departamento de Estado, hace que la opinión pública chilena, latinoamericana y mundial deba estar alerta a los nuevos pasos que den los conspiradores derechistas venezolanos, los medios informativos que han estado alimentando la guerra sucia política e informativa , para frustrar la voluntad democrática expresada por los ciudadanos venezolanos. Pero la historia enseña que los conspiradores no van a cesar en su empeño de agredir a Venezuela. Por lo mismo no hay que bajar la guardia y mantener la vigilancia para la defensa y la solidaridad con su democracia y la defensa de la autodeterminación […]

Con mucha razón y responsabilidad, líderes del progresismo  han planteado la necesidad de que los partidos de la Nueva Mayoría ( Socialista, Radical, Comunista, PPD , Demócrata Cristiano, Izquierda Ciudadana, Movimiento Amplio Social) busquen el camino de un compromiso para unir sus esfuerzos y voluntades para obtener en una eventual segunda vuelta electoral presidencial un acuerdo político que permita mantener el proceso de profundización democrática y de reformas del actual gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Es la hora de comprometerse con la unidad de las fuerzas del progreso, de las reformas que Chile necesita, y del fortalecimiento de la democracia y el progreso. Se trata de consolidar la voluntad de cambios que representan  el apoyo electoral ciudadano a los programas, esperanzas y perspectivas expresado en la primera vuelta electoral, del 19 de noviembre, a los candidatos de la centro izquierda, los que mas allá de diferencias que expresan su idearios políticos  particulares, coinciden en lo esencial: la defensa de la democracia, el apoyo al progreso social, su compromiso con los derechos humanos, y su rechazo a las diversas versiones de autocracia e incluso nostalgia por la dictadura de Pinochet, y el retroceso histórico que se expresa en la derecha alineada tras  el empresario, Sebastián Piñera. La sociedad chilena se verá enfrentada, de manera más que definitoria, al dilema de pronunciarse entre las fuerzas del progreso social y los que buscan volver atrás la historia, y demoler lo construído en materias de educación, salud, previsión, igualdad de derechos sociales y económicos, libertad, regionalización, dignidad, salarios dignos y progreso social y cultural. Tras Piñera están los que sueñan con una sociedad sometida a un orden del terror, a la fuerza de las balas, o de los martillazos sobre la cabeza, a los que hacen valer en sus programas y en su práctica, la fuerza del poder, la corrupción o imponer la lógica brutal del lucro, a los que consideran la educación y la salud, la previsión social, como mercaderías sujetas al libre mercado, un mero “bien de consumo”. Son los mismo que claman por una solución militar, una “pacificación de la Araucanía. Versión siglo 21”, frente a las demandas de los mapuches, y que no vacilarían en utilizar la fuerza de las armas para impedir, someter, las demandas de los jóvenes, trabajadores, los intelectuales, los profesionales o a quienes expresen sus reivindicaciones en la calle. Sin duda Piñera y las fuerzas que lo secundan o manipulan -es  lo mismo- son un riesgo para el país, la democracia y los derechos, las aspiraciones y demandas de los chilenos. Y por ello se impone la unidad más amplia y decidida de los ciudadanos para oponerse a esos designios. Ello explica y justifica totalmente, como lo señaló el presidente del Partido por la Democracia, Gonzalo Navarrete, que independiente de la competencia  que se  desarrolla hasta el 19 de noviembre- se adelante por parte de centenares de diputados y dirigentes progresistas, incluyendo democratacristianos, radicales, socialistas, comunistas, y de otras fuerzas, un compromiso de apoyo para […]

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En el marco de una campaña política electoral crispada- y como parte de una guerra sicológica sucia y mediática- el pinochetismo  parapetado en la Derecha piñerista, el “partido militar”, y los remanentes de los subversivos de derecha que conspiraron contra el gobierno del presidente Salvador Allende en 1973, buscan desatar una versión 2017 de la ”pacificación de la Araucanía”, con su correspondiente secuela de tierra arrasada, el genocidio, y el saqueo de bienes y robo de territorios del pueblo mapuche. En la mal llamada “pacificación de la Araucanía” – guerra de exterminio- entre 1861 y 1883, fueron muertos por el ejército chileno invasor, entre 50 a 70 mil mapuches según el historiador, Hernán Curiñir. Pero ahora, un candidato presidencial, el señor José Antonio Kast pretende hacer retroceder la historia, y ha demandado la utilización del Ejército, para enfrentar las demandas mapuches y “resolver” la conflictividad en la llamada Región de la Araucanía. El, seguramente por sus convicciones políticas, y por alguna, quizás, tradición familiar que vincula a su apellido (el primer Kast en Chile fue un ex oficial nazi que encontró refugio en el país), a la masacre de 70 campesinos, comerciantes, profesores y estudiantes, en Paine, en 1973, cree que la fuerza de las armas resuelve conflictos que como en el caso de las demandas mapuches, encierran complejos temas históricos y sociales que se arrastran siglos. Otros líderes regionales como los que orientan o dirigen la Multigremial empresarial de la Araucanía, entidades, así llamadas de “familiares de víctimas de la violencia”, camioneros, senadores derechistas y la UDI y RN, además de los medios  informativos del duopolio que orquestan la criminalización de los movimientos o comunidades mapuches. promueven también la “solución” militar del conflicto. Es decir “ocupar”, “pacificar” la Araucanía, imponer manu militari el orden y la seguridad, desafiada por quienes demandan, la devolución de tierras, el respeto a su cultura y religión, el reconocimiento constitucional, y aún más la autonomía, el respeto a los derechos reconocidos y exigidos internacionalmente por Naciones Unidas y el Derecho Internacional. El problema es que en medio de la euforia diciochera, del llamado Día de las Glorias del Ejército, el Comandante en Jefe  del Ejército, general Humberto Oviedo, vestido con las galas festivas de la institución, señaló en declaraciones a TVN, que su fuerza estaba en condiciones, a disposición de una acción represiva militar en la Araucanía. El jefe castrense notificó a los chilenos que “los estados de excepción  constitucional son parte de nuestra legislación y obviamente el Ejército, tal como se ha planteado para cualquier tarea, debe estar preparado” para actuar en el conflicto, obviamente, agregando que hay sectores que “no han entendido la labor de vivir en sociedad y que deben responder a la justicia”. Las palabras del general encierran peligrosos conceptos y amenazas contr5a la democracia y la convivencia nacional que debieran haber sido motivo de preocupación en el Gobierno y las esferas políticas y sociales nacionales. Tras una estudiada y cuidadosa formulación se parapetan las viejas consignas del rol tutelar […]

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No es posible eludir el contenido político e ideológico, que presentaron las Fiestas Patrias 2017, sus distintos rituales festivos y simbólicos, y las posiciones que asumieron algunos de sus principales protagonistas. Así, el Tedeum- Acción de Gracias- ecuménico en la Catedral de Santiago, y la correspondiente homilía del Cardenal, Ricardo Ezzati, evidenció un claro contenido y sentido político, aunque alejado del tono beligerante y provocador del llamado Concilio Evangélico. El jerarca católico fue enfático, como era obvio, en el rechazo a la aprobación por el Legislativo chileno de la despenalización del aborto en tres causales (riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y violación) y a la iniciativa que busca legalizar el matrimonio igualitario. Ezzati indicó, sin embargo, que “respetuosos de la legislación que el Estado se ha dado, nuestra opción por la vida se traduce en redoblar nuestro esfuerzo para seguir acompañando a las mujeres que viven situaciones límites en su embarazo, a las que deciden continuar con él”. Y a las que piensan que el aborto es una solución, agregó, “la Iglesia ofrece sus manos y extiende su abrazo de servicio a todas las personas que necesiten paz, amparo, apoyo y consuelo”. En el apartado propiamente político y de contingencia electoral, el prelado católico también fue explícito, enfatizando que “hay que conceder un lugar preponderante a una sana política, capaz de (…) reformar las instituciones y dotarlas de las mejores prácticas que permitan derrotar el cáncer de la corrupción”. Al mismo tiempo la homilía enunció los graves problemas de la sociedad y el país, la pobreza, la situación de los pueblos indígenas, de los migrantes, de los trabajadores y la defensa de sus organizaciones, la situación de los pensionados. La homilía habló también de “hacer de Chile un país de hermanos”, asumiendo un rol protagónico como Iglesia, pronunciándose “por el diálogo,”, porque “el perdón venza el odio y la venganza, que la paz venza en nuestra Patria”, asumiendo para la Iglesia el carácter de “centinelas de la aurora”, reivindicando su  rol “moral”, de la Iglesia Católica en la sociedad en su conjunto. El Cardenal señalo: “En esta hora de la historia, como nación, nos cabe a todos la hermosa y noble misión de otear el horizonte, para descubrir y adherir a la esperanza que no engaña, la promesa de vida abundante que Dios ha inscrito en el alma de Chile, para sus hijas e hijos”. En pleno proceso eleccionario, estableció, “se nos ofrece, entonces, una excelente oportunidad para valorar el rol de la política, para superar la tentación del descrédito, de la desconfianza y de las polarizaciones estériles y para reafirmar el propósito de hacer real el proyecto de una estatura cívica alta, puesta al servicio de todos, de manera especial, al servicio de los más postergados”. Chile, apuntó “necesita volver a encantarse con la cultura de la acogida empática, del respeto mutuo y de la colaboración generosa que caracteriza su alma, para contrarrestar los nubarrones de una cultura relativista, egoísta y excluyente. Necesita derrotar la fascinación […]

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