Por Marcel Garcés Muñoz El segundo aniversario de la protesta social del 18 de octubre 2019 ha reavivado la discusión política, ideológica, de un hecho sin duda histórico de la historia reciente del país, y de su indudable carácter político y social y de las consecuencias inmediatas y remotas del acontecimiento. Sin duda ese 18 de octubre es un hecho fundacional que provocó un inédito proceso de reagrupamiento y conciencia histórica de las fuerzas sociales y política y de la emergencia de nuevos liderazgos que hizo evidente el protagonismo de actores existentes desde hace tiempo, pero negados, tergiversados y manipulados por los administradores habituales del escenario político nacional, las oligarquías de poder, los clanes económicos, los tradicionales detentadores del poder. Fue sin duda, y de acuerdo a una valoración histórica objetiva, la explosión de una fuerza social, de una tensión contenida, de la presión que buscaba una salida, el estallido de una caldera imposible de contener, abriendo un camino que no ha terminado de explorar, pero que tiene un horizonte continuo, con avances, desafíos y aún obstáculos, pero que la ciudadanía estima necesario, obligatorio, desafiar y seguir avanzando. Por ello, es falsa la disyuntiva que El Mercurio, la derecha y el Gobierno del presidente Piñera, han pretendido instalar, entre el orden establecido -en realidad su orden oligárquico- y las legítimas demandas ciudadanas. La negación y falsificación de la realidad, lo que busca no solo es demonizar la expresión soberana de la ciudadanía, sino que eliminar el derecho a la protesta, y el ejercicio de la democracia, de los derechos humanos, sociales, económicos del pueblo. La realidad y constatación histórica es que la violencia, el terrorismo, el crimen, la delincuencia política, la corrupción, la represión el genocidio, han sido instalados en el escenario nacional por la Derecha, las oligarquías, los clanes, económicos, empresariales, militares, en alianza y subordinados a las transnacionales y poderes imperiales. Precisamente de eso se trata cuando la propaganda derechista abruma a través de editoriales, declaraciones, análisis de “expertos”, encuestas, con sus ataques a la Convención Constituyente, el órgano legislativo más democrático, representativo, que se ha dado la ciudadanía, el pueblo, en toda la historia del país. No se trata entones de lamentaciones sobre puntuales hechos de violencia, saqueos, incendios, cuya autoría e intenciones son claramente sospechosos, a los que la policía llega habitualmente tarde, y más bien parecen corresponder a un libreto diseñado previamente por los propios servicios de inteligencia policial y las academias políticas de la Derecha. Habría que hacerse entonces la clásica pregunta de “a quién sirven” estos hechos, cuales son sus objetivos políticos, quienes promueven y financian, manipulan, coordinan su accionar. El saqueo, el asalto a pequeños almacenes, el crimen alevoso nunca ha sido un método, un instrumento de las luchas populares y democráticas, pero si lo han sido de las bandas paramilitares ( tipo Patria y Libertad, los comandos Rolando Matus, las pandillas armadas y protegidas por la UDI, en el último tiempo, los grupos de autodefensa en Las Condes, Lo Barnechea, Vitacura, y otras comunas y en La Araucanía, […]