El cine tiene hoy un motivo menos para reírse con el adiós a Gene Wilder.
Rubio de ojos azules muy expresivos, voz rajada y dramática, alejado del jet-set pero con el sello inolvidable de sus comedias, murió a los 83 años en Connecticut por complicaciones de Alzheimer.
«Con indescriptible tristeza y dolor, pero con gratitud espiritual, nuestro esposo, padre y artista universal se ha marchado», dijeron familiares en un comunicado.
Aunque ya no lo veíamos en la pantalla y extrañábamos sus películas, bastaba con recordar algunos de sus trabajos más memorables para arrancar sonrisas. Un histrionismo vibrante, a veces escandaloso y, sin embargo, sobrio.
Mel Brooks lo adoraba, al punto que lo convirtió en su actor fetiche. En El joven Frankestein (1974), en el papel del doctor que crea al monstruo tiene un diálogo delirante con su asistente a quien le había encomendado robar un cerebro.
Al preguntarle que decía el frasco, el ayudante responde que AB Normal, ante lo cual Wilder (como el doctor Frederick Frankestein) le responde: ÂíAbnormal (Anormal) imbécil! Y estalla en cólera.
Antes, en 1971, encarnó al célebre Willy Wonka y la fábrica de Chocolates, la primera gran versión de la historia en la cual Wonka es el personaje principal. Luego derivó al capítulo moderno de Charlie con Johnny Deep.
Vendría El expreso de Chicago en 1976, de Arthur Hiller, con su primer encuentro en el celuloide con el comediante Richard Pryor, entre la acción y los gags para completar un delicioso largometraje.
Infaltable en su trayectoria, La mujer de rojo (1984), una comedia romántica que dirigió y se hizo célebre por la canción de Stevie Wonder, I just called to Say I Love You, ganadora de un Oscar y de un Globo de Oro.
Su cabello ensortijado y su mirada se hicieron aún más reconocibles en See no evil, Hear no evil (otra de Arthur Hiller), traducida como Ciegos, sordos y locos o No me mientas que no te veo.
Cinta de 1989, se inscribe como uno de los mejores dúos con Richard Pryor.
Los comienzos también creaban las bases hacia un futuro promisorio. De la mano de Mel Brooks derrochó virtudes
en Los Productores, de 1968, considerada una de las 10 mejores comedias estadounidenses de todos los tiempos.
Historia de dos productores teatrales listos para el fracaso, Wilder y Zero Mostel, con un humor irreverente e incisivo, que le valió un Oscar al Mejor Guión.
Hijo de inmigrantes judíos rusos, bautizado en su natal Milwaukee como Jerome Silberman, este Willy Wonka Frankestein se fue en silencio luego de varios años consagrados a escribir libros y a enfrentar batallas humanitarias contra el cáncer.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 30 de agosto 2016
Crònica Digital / PL