La mirada del lector está mediada por sus propias categorías estéticas, en ese sentido, espero no defraudar con este acercamiento al conjunto de poemas titulado: Anatomía de un insomnio.
Enfatizo el tema de la mirada, porque no puedo eludir en este comentario un antecedente previo: la discusión estética inaugurada en el Congreso de Literatura Femenina de 1987, donde la pregunta clave; era si el lenguaje literario podría ser asexuado -y por tanto, la evaluación de un texto podría evaluarse en sus capacidades literarias puras.
Julia Kristeva, una brillante búlgara afrancesada, plantea que más que referirnos a una literatura (femenina) en el sentido sexual del término, se está frente a un momento de transgresión de los elementos dominantes de la cultura masculina, por medio de la multiplicidad, heterogeneidad, cuerpo y libido. Se trata de un escenario distinto, un cruce entre flujo femenino y segmentación masculina como reflexionara Nelly Richards.
Hecha esta aclaración, en lo formal los poemas del texto son treinta y uno, escritos bajo la estructura del verso libre, la organización interna del texto son las horas; comienza a las nueve de la noche y termina a las seis de la madrugada. Prima el tono coloquial o conversacional, en un monólogo intenso, cuyas temáticas vinculadas al vacío existencial, el tiempo y la territorialidad del cuerpo femenino, son elementos a considerar. Sin afán estructuralista, el poemario contiene algunas palabras que conté por pura obsesión: cuerpo tiene 25 menciones, lluvia 17, tiempo 8, insomnio 7 y muerte 6.
El libro se inaugura con el poema Árboles bajo la lluvia. Aquí una primera clave, se recurre al fenómeno natural, en su fase simbólica de renovación y vida, por su fuerza vital
“mientras retiro
diciembre del calendario,
pienso que
nunca busqué árboles bajo la lluvia”
En el poema mensajero de lluvia, el concepto se vincula con el tiempo, la esperanza, mientras la vida pasa, la lluvia está presente, como una otra.
“Lloverá, pienso
y me enamoro de un hombre que pasa
y me sonríe en complicidad de lluvia”.
En el texto AUSENCIA MALDITA, el sentido simbólico de la palabra lluvia cobra una fuerza particular. Hago un paréntesis. Me detengo en este poema porque trae consigo todas las contradicciones de la escritura de género, porque no basta, con que escriba una mujer, para que por arte de magia, su potencialidad de transgresión fluya. La ausencia del otro, del amado, la propia soledad como sentencia o profecía auto-cumplida. El yo edificado desde el dolor, el infortunio, son parte del ejercicio poético de Silvia, generando evocaciones huidobrianas en su función, en su necesidad de pequeña diosa.
“Como si la vida fuera un continuo
jugar a las escondidas,
una hebra que une
los cuatro puntos cardinales de tu camisa,
como si el miedo se redujera a la oscuridad”
Esa fuerza creadora modifica el escenario, ya no es la naturaleza la que limpia con su ciclo de vida y muerte, es el yo, con su alteridad de género, lo que trastorna lo existente.
“Dirás que soy una cualquiera,
una evangelizadora de mundos perdidos,
quizás, una artesana tejedora de lluvias,
un trozo de carne, un trozo de mierda
lapidado de inviernos”.
En la poesía de Silvia, hay un componente simbólico religioso que está presente, con sus referencias al cirio, insignia de luz en tiempos de oscuridad, ocupado en la tradición católica, el recurso de dios (diosa) como explicación, queja o súplica.
“Cuando vislumbro mi cuerpo
contemplo inviernos caídos
tres profecías pendientes
y un apocalipsis
a punto de estallar”.
“Mi Diosa, de rodillas te ruego:
sostenme la vida en esta hora de insomnio,
que necesito detener tanto pensamiento”.
Otro elemento que puede ser visto con interés es el paralelo establecido, entre el olvido como rasgo masculino y la memoria escrita en el cuerpo, como gesto femenino.
“y estará bien que olvides muchacho de voz risueña
estará bien que olvides
ya eres un hombre”.
Silvia Rodríguez, ha tenido la tenacidad necesaria para ir descubriendo en el largo camino de aciertos y errores, una voz capaz de congelar sus propios fantasmas, acelerando el paso en la construcción de su mundo poético. Quienes cultivan la literatura como transgresión de lo patriarcal, tendrán que estar atentos a su desarrollo. Ya el premio Carmen Conde en España, es un indicio.
Omar Cid
Santiago 19 de enero 2017
Crónica Digital