El beneficio de la duda, la frase de moda en Chile ante la vuelta al poder del multimillonario conservador Sebastián Piñera, domina hoy el ambiente en el país austral en el primer día de trabajo del gobernante.
Para algunos no hay dudas de que Piñera, quien ya cumplió un período anterior en el Palacio de La Moneda (2010-2014), responderá a los intereses del mercado y en apego a dos partidos que apoyaron a la dictadura de Augusto Pinochet, UDI y RN.
Sin embargo, las propuestas del gobernante, su discurso conciliador, con acento en «el espíritu republicano» y «la unidad de los chilenos por un mejor país», dejaron abiertas las puertas a la espera de los famosos «100 días» de mandato.
De hecho, en su discurso desde un balcón de La Moneda y acompañado por su esposa, Cecilia Morel, el jefe de Estado, horas después de asumir su período, convocó a cinco acuerdos nacionales con el concurso de la ciudadanía y en especial de los parlamentarios.
Pidió con sentido de urgencia, acuerdos nacionales para la Infancia, Seguridad Ciudadana, Salud oportuna y de calidad para todos; paz en la Araucanía (la explosiva región de los mapuches); y para alcanzar el desarrollo y derrotar la pobreza.
Piñera se impuso con holgura en segunda vuelta de las elecciones en diciembre al senador independiente de centroizquierda Alejandro Guillier, aprovechando la falta de cohesión de sus adversarios políticos.
El acaudalado ingeniero comercial de 68 años reiteró su tono conciliador en busca de un consenso nacional, pero para algunas figuras de la izquierda es poco probable que su «luna de miel» y tono atemperado prevalezca en el tiempo.
Logró el retorno al máximo poder del país con el espaldarazo de la coalición Chile Vamos, integrada por la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI), la centroderechista Renovación Nacional (RN) y dos agrupaciones menores.
Pero igualmente necesito de los apoyos del ultraderechista candidato presidencial en primera ronda, José Antonio Kast, férreo detractor del aborto y en contra de la ley de identidad de género.
Las dudas precisamente están en si Piñera logra alinear al espectro variopinto de la derecha en el objetivo de una nación que logre fusionarse en la búsqueda del desarrollo acelerado, con oportunidades para todos.
Para ello, quizás la promesa más popular es retomar la dinámica del crecimiento económico, impulsar las inversiones, mejorar los empleos y la seguridad pública. De todas formas, deberá lidiar con un Congreso Nacional dividido.
Dos socialistas, Maya Fernández, nieta de Salvador Allende, y Carlos Montes, fueron investidos igualmente ayer como presidentes de la Cámara de Diputados y del Senador, respectivamente.
Piñera adelantó su decisión de emprender la transición hacia un Chile desarrollado, sin pobreza y con oportunidades para todos, con un gobierno que buscará siempre la unidad entre los chilenos y reemplazará la errónea lógica de la retroexcavadora y el enfrentamiento.
Asimismo, declaró una cruzada para hacer retroceder la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo, y avanzar en la seguridad de las familias, la integridad de los jóvenes y la paz en nuestras regiones.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 12 de marzo 2018
Crónica Digital /PL