Siempre fue su aspiración. Con la compulsión de todo ludópata, tenía que ser siempre el primero en todo. Por eso Sebastián Piñera Echeñique quiso ser Presidente de la República.
Con su presumible narcisismo maligno competitivo, no soportó que Michelle Bachelet fuera dos veces Primera Mandataria. Por eso quiso ser Presidente nuevamente.
Luego, no pudo soportar que Bachelet tuviera figuración internacional.
Entonces su diseño, fue ser el “líder” de la lucha contra el “comunismo” en toda la Región.
El hombre apropiado para la tarea era Roberto Ampuero, ex comunista y ex militante del MAPU Obrero y Campesino (MOC), cuando esa colectividad era marxista–leninista y pro–soviética, y ahora odiaba a la izquierda con pasión de converso.
Piñera lo colocó en Relaciones Exteriores encomendándole la tarea principal de coordinar los esfuerzos contra Bolivia, Nicaragua y especialmente Venezuela.
El “Grupo de Lima” era la plataforma desde donde iba a encabezar el proceso de golpe de Estado e intervención en la patria de Bolívar.
Chile ya no le interesaba, ese eslabón estaba superado en su primer período.
Que se incendie el país, que se incendie también el conflicto social, que desaparezcan los jubilados junto con el borde costero y desaparezca parte del Parque Nacional Patagonia.
Su ambición ahora es continental y está ansioso de materializarlo. A riesgo del ridículo universal y el rechazo ciudadano en Chile, lo de Cúcuta es el inicio de la consumación de su más preciada ambición.
El cielo no es su límite.
Por Raúl Encina.
Santiago, 20 de febrero 2019
Crónica Digital