Un nuevo estudio sobre violencia femenina, realizado en 12 países de América Latina y el Caribe, muestra que entre 17 y 53 por ciento de las entrevistadas reportaron haber sufrido abuso físico o sexual por parte de sus parejas.
El informe publicado por la Organización Panamericana de la Salud/ Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), en colaboración con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), destaca además que en siete de esas naciones, la proporción es de más de una por cada cuatro.
Violencia contra la mujer en América Latina y el Caribe: Un análisis comparativo de datos poblacionales de 12 países, es el título del documento que refleja cómo el abuso incluye desde heridas físicas -cortes y moretones hasta huesos rotos-, pasando por abortos involuntarios y quemaduras.
Sin embargo, a pesar de ello, entre el 28 y 64 por ciento de las afectadas no buscó ayuda o habló con nadie acerca de esta experiencia.
La investigación recoge también que entre 10 y 27 por ciento de las mujeres en estos países declararon haber padecido violencia sexual en algún momento de sus vidas, cometida por su pareja u otra persona, pero generalmente por un hombre a quien ya conocían.
Además de ser una transgresión de los derechos humanos, la violencia contra las mujeres tiene graves consecuencias para la salud de ellas y la de sus hijos, y genera gran impacto en los trabajadores y sistemas sanitarios de la región, sostuvo la doctora Mirta Roses Periago, directora de OPS/OMS.
Por su parte, Alessandra Guedes, coautora del informe y asesora regional de la OPS/OMS en Violencia Intrafamiliar, señaló que este trabajo puede servir para motivar a tomadores de decisión a invertir más recursos en la implementación de estrategias basadas en la evidencia que prevengan la violencia femenina.
No obstante, el texto -que recoge datos obtenidos de entrevistas con más de 180 mil féminas en Bolivia, Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Paraguay y Perú-, es solo una pequeña parte de la realidad.
La violencia femenina es un problema que va más allá de las estadísticas, persiste en todos los países del mundo, un mal común, aceptado por muchos como algo «normal», y que solo puede eliminarse mediante la voluntad política y las actuaciones judiciales y civiles en todos los sectores de la sociedad.
Es un fenómeno que se presenta de diversas maneras: en el hogar, trata de mujeres y niñas, prostitución forzada, violencia en situaciones de conflicto armado, como los asesinatos.
Y también violaciones sistemáticas, esclavitud sexual y embarazo forzado, infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo del feto en favor de bebés masculinos, la mutilación genital y otras prácticas y tradiciones perjudiciales.
El carácter sexista de la sociedad y la inferiorización del mal llamado sexo débil, fomentada en todas las culturas, y muy difícil de desarraigar, se encuentra en la base de la explicación causal de este mal, aseguran expertos.
Los conceptos del patriarcado agrupan una totalidad de procesos donde entran cultura, jerarquía, estructuras y su solución pasa por esa comprensión de totalidad, señalan.
Aún cuando cada vez es mayor la participación de la mujer en responsabilidades de primer nivel de dirección, todavía existe una sobrecarga en los roles y aunque ellas han ganado terreno en la sociedad, en muchos casos permanece a la zaga de la familia, y está en una subordinación en el ámbito doméstico.
De ahí que resulten necesarias algunas intervenciones con resultados más prometedores, como fomentar el nivel educativo y las oportunidades de mujeres y niñas, la mejora de su autoestima y sus aptitudes de negociación, así como la reducción de las inequidades por razón de género en las comunidades.
La defensa de las víctimas, una mayor sensibilización sobre la violencia y sus consecuencias entre los trabajadores sanitarios, y un mayor conocimiento de los recursos disponibles para las féminas maltratadas (como asistencia jurídica, alojamiento y cuidado de los niños) pueden también mitigar las consecuencias del acto.
Por Vivian Collazo Montano Prensa Latina.
Santiago de Chile 27 de enero 2013
Crónica Digital