Las elecciones de noviembre de 2017 vuelven a poner sobre la mesa la discusión sobre el “diagnostico” y el modelo de sociedad que deseamos para nuestro futuro. Ni siquiera los sesgos tecnocráticos de la prensa logran opacar el hecho indesmentible de que al menos 6 de los 8 candidatos convergen en cuestionar el paradigma “todo poderoso” del mercado, algunos acentúan su solución en más “Estado”, otros en más “Sociedad”. Matices más, matices menos, la apuesta posneoliberal en Chile tiene posibilidades de seguir siendo una realidad si la responsabilidad política cuaja en un gran acuerdo que inspire a la gente a sufragar.
Debemos recordar que en 2013 Michelle Bachelet, además de recibir un país en abierta conflictividad como legado del mal Gobierno de Sebastián Piñera, tuvo la valentía de entender que nuestra sociedad vivía un “punto de saturación histórica” (al decir de la historiadora María Angelica Illanes) un momento en que se manifiesta un fenómeno de progresiva y amenazante desarticulación social junto a una incapacidad y/o ineficacia real de las políticas sociales llevadas a cabo hasta ese momento en vista de un proyecto de desarrollo; lo anterior determina la necesidad de reformular el rol del Estado y el carácter y orientación de las propias políticas sociales. Sostener diferencias respecto al alcance de este esfuerzo es del todo valido, pero no reconocer que se tuvo la capacidad de poner en agenda temas vetados por las elites durante mucho tiempo sería faltar a la verdad. En rigor, gracias a los procesos empujados por la presidenta se recupero parte de la “paz social” que se debe seguir profundizando en nuestro país debilitando los pilares que activan/generan nuestro principal problema para lograr el desarrollo: la desigualdad.
Retroceder al inmovilismo, por acción u omisión, no sólo supone una derrota para el Gobierno y su posibilidad de continuidad (como las narrativas más “estrechas” se dan a entender), sino fundamentalmente para los imaginarios de las izquierdas y el centro. Guste o no, la actitud de los actores políticos que coinciden en seguir adelante con el proceso de reformas (entiéndase por esto disputar su celeridad, radicalidad, profundidad, sentido, etc.) debiera ser la buscar un gran acuerdo para seguir ahondando en la proyección reformista, de lo contrario volveríamos al punto muerto de nuestra sociedad que tuvo por años a los gobiernos discutiendo temas que nada tenían que ver con las necesidades más sentidas de nuestra gente.
Por otro lado tenemos una tremenda posibilidad: la de vencer al único líder que la derecha ha logrado levantar durante estos últimos años. No sólo es la derecha quien tiene la oportunidad de volver por largo tiempo al Gobierno, sino también nosotros -quienes nos comprometemos desde la izquierda con el proyecto presidencial de Alejandro Guillier- para, adversario alicaído, cambiar los ejes de la discusión pública.
El nivel de ataque a nuestra candidatura sólo se explica por la falta de seguridad de las élites en el Gobierno de la Gente. De fondo sabemos que asistimos a una crisis en el “bloque histórico” que cimento nuestro país después de los 90′, ese reparto “estable de papeles” que definía roles sociales conforme a la trayectoria de los agentes en el concurso de la historia se ha venido erosionando “a la chilena”, es decir, la estabilidad de las identidades tradicionales de nuestra política, y que son hace décadas el marco discursivo en la toma de posiciones aún no toca fondo, las lealtades de sus gentes (según los resultados electorales del año 2016) permiten ver que siguen concentrando una mayoría de voluntades siendo los signos mas claros en nuestra cartografía política nacional. Pero también sometidos a nuevos estándares de transparencia, probidad y participación, los viejos grupos de poder (transversales por lo demás) han perdido centralidad en las propias orgánicas. Lo que algunos ven como “desorden” más bien debería ser leído como la forma en que se estructurará buena parte del debate en las próximas décadas; de forma mas horizontal. Nuestro candidato a repetido hasta el cansancio conocer estos hechos y tomar medidas al respecto.
Las encuestadoras a fines a los conservadores nos atacan día a día debido a que comprenden que es posible lograr ganar las elecciones, la segunda vuelta es como se dice comúnmente “otra elección” y las mismas después del día 19 de noviembre tendrán que salir a dar explicaciones al país, resultados en vista, por el mal trabajo que hicieron y las intenciones oscuras que lo justifican. Perú y Francia, son dos de los múltiples escenarios no medidos por esas empresas productoras de opinión publica, Chile, estamos seguros correrá igual suerte.
Matías Valenzuela
@mnetcl
Cristobal Montero
@CmonteroPrieto
Equipo Ciudadanos por Guillier
Santiago de Chile, 8 de noviembre 2017
Crónica Digital