Hace algunos años en Bogotá, Colombia, acababa de tomarme una copa de vino cuando de pronto sentí un mareo tremendo que me hizo ver la lámpara y los cuadros de la sala del apartamento en volteretas.
La primera reacción fue culpar al delicioso tinto francés, hasta recibir una llamada telefónica.
Era Claudia, una entrañable amiga, que casi sin saludar me dijo: ¿sentiste el temblor? (…) muy fuerte pero corto (…). Fue mi primera experiencia con un sismo, de baja intensidad e impacto, 4,8 en la escala de Richter. Menos mal, porque entonces vivía en un piso 22.
Ahora se repitió la historia en Santiago de Chile, recién llegado para la toma de posesión en su segundo mandato de Michelle Bachelet. Para no variar, ni me enteré. El movimiento telúrico, de 5,4 en la escala de Richter, ocurrió al filo de las dos de la madrugada del 6 de marzo, de apenas minuto y medio.
El sueño pudo más que el sismo, sin consecuencias ni daños, por suerte. Sin embargo, este par de anécdotas relativamente chistosas, son sólo el umbral de una historia bastante más seria y que apunta a la seguidilla de temblores que ocurrieron en estos días en el norte del país sudamericano.
Una suerte de pesadilla sísmica tras el fuerte temblor del domingo con una incidencia de temblores cada cerca de 15 minutos. Más de un centenar, con alborotos bien fundados ante la eventualidad de un maremoto y tsunami catastróficos.
De tal modo, una cifra superior a las 100 mil personas se dieron a la estampida y el resto de la semana transcurrió en una especie de zozobra colectiva, pese a los llamados a la calma por parte de las autoridades.
El director de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), Ricardo Toro, admitió que el panorama no es nada agradable para la gente de las ciudades del norte.
Reconoció que como consecuencia del sismo y sus réplicas se produjeron derrumbes menores que provocaron algunos cortes en la carretera principal que une las urbes ciudades de la región norteña, sin lamentar víctimas.
Mejor no vivirlo
Paulina González, ingeniera experta en análisis sísmicos de la Universidad de Chile, dijo que la amenaza de tsunami es una realidad potencial. Sin embargo, subrayó, lo ocurrido no es necesariamente una señal.
El punto más neurálgico es la preparación ante estos fenómenos naturales. Se ha avanzado en conocimiento y las amargas experiencias del pasado obligaron a mejorar los dispositivos tecnológicos, comentó.
Hemos pasado la noche despiertos y la tensión sigue para toda la gente de aquí, indicó una pobladora de la ciudad de Iquique, mil 857 kilómetros al norte de Santiago de Chile, ante el temor de que la seguidilla de temblores termine con un gran terremoto.
Testigos en Iquique y Arica relataron que los movimientos telúricos que se han sentido arrancan de forma suave y luego arremeten con fuerza temeraria.
El domingo el temblor fue fijado en 6,7 en la escala de Richter con su epicentro a 75 kilómetros al suroeste de la localidad de Pisagua y a 20,6 kilómetros de profundidad.
Especialistas internacionales consideran a Chile como uno de los territorios del mundo con más actividad sísmica debido a su ubicación en el llamado Cinturón del Fuego del Pacífico, tanto en la zona continental como en la insular, sobre todo en la mítica Isla de ^Pascua (Rapa Nui) y la de Juan Fernández.
La historia señala al terremoto de Chillán, en 1939, como el más devastador con un balance de cinco mil 648 muertes. Sin embargo, los chilenos tiene recuerdos recientes también demoledores, como el sismo del 27 de febrero del 2010 de 8,8 grados, en la zona central y sur, que dejó un saldo de 526 muertos, 800 mil de damnificados y 30 millones de dólares en pérdidas.
El geógrafo físico Marcelo Lagos, de la Universidad Católica, se convirtió esta semana en uno de los expertos más consultados luego de su pronóstico de que las réplicas seguirían.
Lago incluso sentenció que el norte de Chile está abocado a un terremoto de fuerte intensidad al explicar que desde 1878 no ocurre un fenómeno así y el margen para una repetición oscila entre 70 y 100 años.
Por Fausto Triana. Corresponsal de Prensa Latina en Chile.
Santiago de Chile, 5 de abril 2014
Crónica Digital