Memoria Histórica: A 50 años de la fundación de la Izquierda Cristiana de Chile en tiempos de cambio

Han transcurrido 50 años desde el día en el que ubicó su fundación el partido Izquierda Cristiana de Chile. Lo expresamos de este modo pues la propia colectividad determinó que esa fecha fue el domingo 24 de octubre de 1971, día en que concluyó su Asamblea Constituyente. Sin embargo, sus orígenes pueden remontarse a hechos previos, que se vinculan con la primera etapa de la Unidad Popular.

En las elecciones presidenciales de 1970, el sector de izquierda del Partido Demócrata Cristiano (PDC) conocido como “tercerismo” ejerció la hegemonía de la conducción de la candidatura de Radomiro Tomic, quien levantó las ideas–fuerzas de una “revolución democrática y popular” y la “unidad social y política del pueblo”. Implicaba una opción por la superación del capitalismo y su reemplazo por una sociedad comunitaria, y por una alianza con la izquierda, desestimando la vía del “camino propio”.

Al calor de la campaña de Tomic, las bases democristianas hicieron rayados murales con la frase: “Somos la Izquierda Cristiana”. Era expresión de un intento de afirmación intuitiva del contenido de la candidatura y su programa.

POLEMICA EN LA FALANGE

La iniciativa política de esta corriente fue clave para que, en noviembre, el Congreso Pleno ratificara la victoria en las urnas que Salvador Allende logró el 4 de septiembre, según los procedimientos constitucionales de entonces. Ello, pese a que desde Estados Unidos y la derecha chilena se intentó seducir a las tendencias más conservadoras (o moderadas) del PDC para que se decidieran a contribuir a impedir la consolidación del triunfo de la izquierda histórica.

Raúl Reyes Suzarte, uno de los fundadores de la Izquierda Cristiana y preso político en la dictadura cívico–militar, me contó que la misma noche del 4 de septiembre de 1970, cuando se conocía que los resultados eran favorables a la Unidad Popular, un grupo de jóvenes de la Democracia Cristiana salió a las calles en el centro de Santiago y saludó a la multitud con el grito: “¡Tomic presente, Allende Presidente!”.

En los meses posteriores, el progresismo del PDC mantuvo la esperanza. En el Consejo Plenario Nacional de la colectividad efectuado en Cartagena el 8 y 9 de mayo de 1971, reafirmó su carácter “revolucionario” y expresó que luchaba por la construcción de una sociedad socialista comunitaria. Un poco más de un mes antes, la Unidad Popular lograba ampliar en forma significativa su base de apoyo social en la elección municipal.

No obstante, la postura del PDC persistió por muy poco tiempo, ya que sufrió un viraje definitivo a converger con la derecha opositora tras el asesinato del ex Ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic, el 8 de junio de este año. La primera expresión visible de ello fue la elección complementaria de un diputado por Valparaíso, el 18 de julio, en la cual la derecha respaldó al candidato falangista, Oscar Marín, quien logró 141.450 votos (50,16%), contra 136.813 (48,5%) del socialista Hernán del Canto.

Poco después, el 24 de julio, se realizó una reunión ampliada del Consejo Nacional en Las Vertientes, con el propósito de examinar el período transcurrido entre el Plenario de Cartagena y las elecciones de Valparaíso. Bosco Parra Alderete, entonces director del Departamento Técnico, formuló el siguiente un voto político:

“La Democracia Cristiana, después de haber analizado la situación política actual, llega a la conclusión de que adquiere un nuevo y urgente vigor la tesis de la completa unidad social y política del pueblo. Para llevarla a cabo, el partido:

 

  1. Asegura el país que no tendrá más alianzas directas o indirectas, tácitas o explícitas, con el Partido Nacional y con las otras fuerzas de derecha.
  2. Prohíbe a sus militantes, a partir de ahora, tomar iniciativas que puedan dar origen a acciones comunes con la derecha.
  3. Tiene confianza en que las masas populares, frente a la claridad de nuestra decisión, condenarán cualquier actitud sectaria que haga difícil alcanzar los objetivos unitarios” (1).

No se tomó decisión alguna y el debate continuó en Santiago el día 27. La votación se produjo en torno a dos votos políticos: uno presentado por Renán Fuentealba, que ha fallecido recientemente, y el formulado por Bosco Parra.

El primero sostenía que se respetarían los acuerdos adoptados en Cartagena, pero al mismo tiempo fustigaba “el espíritu absorbente, totalitario y excluyente” de la Unidad Popular. Sostenía además, con ambigüedad, que las coincidencias “eventuales” con la derecha no tenían más proyección política que los hechos que las produjeran.

La opción de Fuentealba logró diez votos y Parra solo cuatro: Luis Maira Aguirre, Jorge Donoso Pacheco, Juan Enrique Miquel Muñoz y Santiago Pereira Becerra (2).

Es menester consignar que Fuentealba era un hombre de ideas más bien progresistas, pero habría planteado esa propuesta con el propósito (ilusorio) de impedir la fractura del PDC y quizás también influido por la idea del “alternativismo político” que existía entonces en el partido de la falange frente a la izquierda. Entre diciembre de 1971 y mayo de 1973, ejerció la presidencia del PDC, período en que terminó conformando una alianza con las fuerzas de la derecha denominada Confederación de la Democracia (CODE).

Sin embargo, el 13 de septiembre de 1973 suscribió junto a Bernardo Leighton y otras figuras de la Democracia Cristiana la llamada “Declaración del Grupo de los Trece”, que condenaba categóricamente el golpe de Estado. Fue expulsado del país en noviembre de 1974 y debió partir al exilio.

LA RUPTURA DEL PDC

Ya había pasado la medianoche del 27 de julio de 1971, hacía frío y caía una llovizna. Un grupo de unos 15 o 18 militantes del sector de izquierda del PDC aún esperaba el desenlace. Raúl Reyes recordó, más tarde, lo ocurrido en esa madrugada: “Algunos ya pensábamos en ir a paladear un reconfortante café, cuando vimos salir a Bosco y a un reducido grupo del edificio de la DC. Bosco venía con un gesto muy característico de él: dando pequeños pasos, pero muy rápido, mascullando algo entre dientes”.

“¿Cómo anduvo la cosa, Bosco?”, le preguntó Reyes. “Nos vamos, Vasco. Renuncié”, fue la reacción de Parra.

“No podemos negar que nos electrizó su respuesta. Sabíamos que tarde o temprano íbamos a tomar esa determinación y ya nos estábamos preparando (…) Dejaríamos atrás muchos buenos amigos y años de militancia en que tuvimos muchos momentos de alegría, pero también de gran pena y dolor, al darnos cuenta que día a día el partido se derechizaba (…) Apoyamos a Bosco, renunciando también”, consignó (3).

“He llegado al convencimiento que las posiciones cristianas de izquierda ya no tienen perspectivas reales dentro del partido. Los extensos debates que acabamos de hacer confirman esta convicción. Propusimos que se pusiera inmediato término a toda clase de contactos y de alianzas con la derecha (…) Queríamos de esta manera aclarar la posición de la DC frente a las masas populares que, con razón, dudan de la sinceridad de las afirmaciones socialistas o comunitarias, mientras se marcha con los enemigos de todo socialismo y cualquiera transformación (…) No fue aceptada nuestra proposición. Ello significa, para mí, que la Democracia Cristiana rehúsa enfrentar un proceso de derechización creciente de su base de apoyo”, afirmó Parra al comunicar su decisión de renunciar al PDC. Agregó que “es mi deber contribuir a crear una Organización de Izquierda Cristiana (…) que, desde el seno de las masas y sólo desde ahí, luche por afianzar los valores libertarios del socialismo” (4).

Le siguieron los diputados Fernando Buzeta González, Jaime Concha Barañao, Alberto Jaramillo Bórquez, Luis Maira, Pedro Urra Veloso, Pedro Videla Riquelme, Osvaldo Giannini Iñíguez y Pedro Felipe Ramírez Ceballos.

Se sumó el presidente de la JDC, Luis Badilla. Un total de cuatro ex presidentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) eran parte de la nueva colectividad: aparte de los citados Maira (1963) y Ramírez (1964), Juan Enrique Miquel (1965) y Antonio Cavalla Rojas (1966). Asimismo, se agregaba una nómina significativa de consejeros nacionales, jefes de departamentos de acción, presidentes provinciales, alcaldes y regidores.

Le consultaron en esos días a Parra por el papel que desempeñaría la IC: “retardar o moderar el proceso revolucionario” o “sumarse a los sectores de izquierda empeñados en profundizar y acelerar la construcción del socialismo”.

Respondió: “Los hechos dirán cuál fue nuestro papel. Por ahora sólo puedo describir nuestro ánimo, nuestra voluntad interior y recordar algunos antecedentes que abonen su sinceridad y coherencia”. Indicó: “Estamos, igual que todo el resto de la Izquierda, empeñados en profundizar y acelerar la construcción del socialismo. Creemos que este objetivo se logra dentro de los marcos del Programa de Gobierno que se impuso legítimamente el 4 de septiembre de 1970. Este programa coincide significativamente con el de Tomic (…) No estamos en consecuencia por retardarlo, sino por cumplirlo”.

Precisaba que, en la gestión de Eduardo Frei Montalva, “propusimos sistemáticamente convertir el reformismo en una etapa de verdad pre–revolucionaria. Luchamos por acentuar los rasgos antioligárquicos de la labor gubernativa, con el ánimo de hacer posible un reordenamiento de las fuerzas político–sociales, del cual habría podido derivarse la puesta en marcha de una política antiimperialista. Señalamos que de no procederse así la derecha terminaría prevaleciendo sobre la DC y advertimos que no permitiríamos una política de alianzas entre ambas”. Y concluyó: “Creemos que hemos sido consecuentes. Confiamos en que seguiremos siéndolo” (5).

UNIDAD EN LA DIVERSIDAD

El 6 de agosto se sumaron importantes cuadros históricos del MAPU, entre ellos sus tres únicos parlamentarios –los senadores Rafael Agustín Gumucio y Alberto Jerez y el diputado Julio Silva Solar– y el muy destacado cuadro Jacques Chonchol, uno de los promotores claves de la Reforma Agraria, además de precandidato presidencial de la Unidad Popular en 1969. La razón de su decisión era que el MAPU, bajo conducción de Rodrigo Ambrosio, su secretario general, se proclamó “vanguardia marxista–leninista” en su Primer Congreso en 1970.

En su carta de renuncia, explicaban que entendían el cristianismo “como una fuerza inspiradora. No le pedimos respuesta para los problemas técnicos ni buscamos en él un modelo de sociedad, de economía o de Estado. Sabemos que no puede dar nada de eso. Pero sí, es para nosotros, reiteramos, una fuerza inspiradora, una fuerza histórica y cultural de sentido liberador para el pueblo, en su expresión más profunda, y pese a las deformaciones de que ha sido objeto por las clases dominantes. Igual cosa decimos de los valores humanistas de muchos que no son cristianos. Por ello no creemos en la conveniencia de un partido formado exclusivamente por cristianos. Esta es una etapa sobrepasada para nosotros como para muchos cristianos en el mundo actual”.

A su juicio, anotaron, “a partir de la inspiración cristiana y humanista, utilizando todos los métodos de análisis de las ciencias sociales y políticas, es posible elaborar, como lo hemos hecho para el Programa de Gobierno de la Unidad Popular, las líneas de acción correspondientes a una situación determinada, en este caso la chilena. De acuerdo con ello pensamos que es positivo para unir a los trabajadores y fortalecer el proceso revolucionario chileno, contribuir a organizar a aquellos que, teniendo esta común inspiración, están dispuestos a participar en un movimiento amplio que luche junto con los demás partidos populares por la construcción del socialismo en Chile”.

“Pensamos que ésta es una urgente necesidad del pueblo y la revolución chilena. La Revolución Socialista chilena necesita de esta fuerza, unida, por cierto, al resto de las fuerzas populares, no como alternativa ni factor de división”, subrayaban.

En cambio, puntualizaban a Rodrigo Ambrosio, “usted y la mayoría de los dirigentes del MAPU tienen un concepto muy diferente”, pues “han adoptado como pensamiento fundamental las categorías marxista–leninistas, invocadas como método científico”. Y agregaban: “No creemos, francamente, que el pueblo y la revolución tengan necesidad de otro partido marxista, además de los ya existentes”, subrayaban (6).

Más tarde, Rafael Agustín Gumucio explicó: “Contrariamente a lo acordado por el MAPU al declararse partido marxista–leninista, la Izquierda Cristiana no pretendió ser el séptimo partido de esta ideología. La tarea que se impuso fue más realista: trabajar por superar el problema político que significaba la división del pueblo provocada por el sectarismo derivado de diferentes ideologías” (7).

El razonamiento era que la irrupción del socialcristianismo ya había representado un primer paso de ruptura con la noción conservadora de la “cristiandad” que, inspirada en la escolástica medieval, propugnaba una restauración contrarrevolucionaria frente al carácter laico de la revolución política democrática. Por lo tanto, el paso siguiente de los cristianos al campo de la revolución social no debía expresarse en una “cristiandad de izquierda”, sino en la convergencia con el conjunto de la izquierda, posibilitando su diversidad y, entonces, la ampliación de su base de apoyo y legitimidad.

Era una perspectiva que predominó en los primeros pasos del cristianismo de izquierda en Chile, como el Movimiento Camilo Torres y la Iglesia Joven. También era la mirada, más elaborada, que orientaba a los Cristianos por el Socialismo, que irrumpieron en abril de 1971 –antes de estos acontecimientos– con una jornada en la que participaron 80 religiosos, para unos meses después dotarse de una estructura de organización (8).

Ese mismo año, desde ese relevante espacio de cristianos socialistas se publicó el trabajo: “¿Por qué no una izquierda cristiana?”. Como cristianos de izquierda, cuestionaban el uso del término “cristiano” para denominar una fuerza de izquierda.

EL PUNTO DE PARTIDA

Los Cristianos por el Socialismo tenían una estrecha vinculación con procesos similares de reflexión y acción que se registraban en América Latina, una de cuyas principales fuentes de inspiración eran los trabajos del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, que también en 1971 publicó su libro “Teología de la Liberación. Perspectivas”.

Así, no puede resultar sorprende la reacción de una de las figuras más importantes del progresismo católico en el continente: el Obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo. De paso por Chile, se reunió con la emergente Izquierda Cristiana y declaró al periódico de la Central Única de Trabajadores (CUT): “Tengo de inmediato la preocupación de que al vincular la denominación ‘cristiana’ a una agrupación política, se deterioren los contenidos humanos y cristianos” (9).

Desde los comienzos, Bosco Parra se hizo cargo de estos cuestionamientos. Manifestó que “la perspectiva socialista no puede construirse sino con la completa unidad social y política del pueblo trabajador y de todas sus familias de pensamiento” (10). Más tarde, en los Fundamentos Ideológicos de la Izquierda Cristiana que fueron aprobados en su Asamblea Constituyente, se estableció en los puntos 4 y 5 que “nuestro Partido no es exclusivamente de cristianos” y que “no pretendemos deducir (…) una identificación del cristianismo con nuestra posición partidista. No monopolizamos a los cristianos en general y ni siquiera a los de izquierda”. Asimismo, enfatizó que “tampoco buscamos institucionalizar el cristianismo postulando una economía, una sociedad o un Estado ‘cristianos’, ni menos un socialismo ‘cristiano’ o un camino ‘cristiano’ al socialismo”.

El 4 de agosto de 1971 se fijó como sede provisoria de la naciente colectividad el local del Sindicato de la Tesorería General de la República, en calle Riquelme Nº 57. El día 14, en el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos, en la calle Corte Suprema Nº 181, se efectuó una Asamblea de Organización, en la que se nominó una dirección provisoria y se acordó organizar una Asamblea Constituyente. Luego, en un comunicado de prensa se precisó: “La naciente organización debía adquirir desde el primer momento y para siempre la suficiente amplitud para agrupar a todos los chilenos dispuestos a colaborar en la construcción del socialismo, mediante el aporte de valores y contingentes sociales inspirados en la cultura cristiana y en otros pensamientos humanistas”. En el editorial de su órgano oficial se afirmaba que “estamos definitiva y enteramente comprometidos con la lucha socialista, con la construcción de una sociedad que se erigirá sobre las ruinas del capitalismo antihumano y anticristiano” (11).

El jueves 21 de octubre de 1971, con un acto en el Cine Normandie en la Alameda, cerca de la actual Plaza de la Dignidad, se inauguró la Asamblea Constituyente de la Izquierda Cristiana. Al día siguiente, la reunión se desarrolló en las dependencias de la Universidad Técnica del Estado, hoy Universidad de Santiago, extendiéndose hasta el día 24. Bosco Parra fue elegido como nuevo secretario general de la “Organización de Izquierda Cristiana”, que fue el nombre oficial que se adoptó, en un debate no exento de controversia.

En su discurso de inauguración de la Asamblea Constituyente, Bosco Parra manifestó: “Estoy seguro que cada uno de nosotros, en algún instante, ha soñado con que esta ocasión resulte perdurable, que sea recordada por muchos, en lugares distintos, por largos años. ¡Creo que así será! Hay en esto que hacemos algo superior a nosotros mismos. Se trata de nuestras acciones, pero también del sentido mismo de la historia”.

“La historia nos da dimensión, contenido y futuro”, agregó. Enfatizó que “recogemos una noble tradición. No somos los primeros en buscar la unidad del proletariado y de todos los revolucionarios por encima de sus ideologías”. Y subrayó que “¡queremos una Patria para siempre! ¡Sólo el socialismo hará de Chile una patria para siempre! ¡Por el socialismo surge la Izquierda Cristiana!”…

NOTAS

  1. Luis Badilla: “La Via Cilena e i Cristiani Rivoluzionari”, Coines, Roma, 1974.
  2. Política y Espíritu” N° 323, julio de 1971; “Ercilla”, 4 de agosto de 1971.
  3. Liberación”, diciembre de 1988.
  4. Política y Espíritu” N° 323, julio de 1971.
  5. Punto Final”, 17 de agosto de 1971.
  6. Política y Espíritu” N° 324, agosto de 1971.
  7. Rafael Agustín Gumucio: “Apuntes de Medio Siglo”, Ediciones ChileAmérica–CESOC, Santiago, 1994.
  8. Pablo Richard: “Cristianos por el Socialismo. Historia y Documentación”, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1976.
  9. Central Única” N° 4, septiembre de 1971.
  10. Punto Final”, 17 de agosto de 1971.
  11. “Testimonio Hernán Mery”, agosto de 1971.

Por Víctor Osorio Reyes.

Santiago, 24 de octubre 2021.

Crónica Digital.

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Carola Naranjo propone proyecto de ley de reparación para las víctimas de delitos violentos

Lun Oct 25 , 2021
La antropóloga y candidata a diputada por el Distrito 12, Carola Naranjo propuso elaborar un proyecto de ley de reparación para víctimas de delitos violentos como una forma de apoyar a todas las familias que han perdido uno de sus miembros debido a los problemas de inseguridad que vive el país. Tras reunirse con la presidenta de la agrupación de delitos violetos de La Pintana, Nataly Castro, Naranjo sostuvo que “la indolencia con que el Gobierno ha enfrentado el tema de la violencia que a diario viven miles de familia es tremenda. Es deber del Estado y del nuevo Congreso enfrentar con fuerza este grave problema”. “Yasna murió a los 18 años producto de una bala loca en septiembre del 2020 y dejó a su pequeña hija de dos meses, la que ha recibido el amor de su abuela Nataly, pero eso no puede volver a pasar porque aquí asesinaron a una joven madre y de paso destruyeron una familia completa y no existe ningún organismo que los ayude a enfrentar esta dolorosa situación”, dijo. En este sentido hizo ver que “por ello resulta fundamental que el nuevo Congreso impulse una iniciativa legal de reparación para las familias. No basta con visibilizar este horror, sino que el Estado debe asumir su responsabilidad de haber fallado en su obligación de dar seguridad a las personas para vivir tranquilos”. “Pero la iniciativa debe ir más allá de las víctimas de las llamadas ‘balas locas’, también se tiene que incorporar a quienes han sido asesinados en un asalto en su propio hogar. El proyecto debe incluir una pensión de gracia para las familias, sean padres, hijos, esposos o convivientes”, precisó. Al respecto, indicó que “se necesita la ayuda del Estado porque en muchos casos las familias se han visto obligadas a dejar sus casas debido a que fueron blanco de balas locas”. Naranjo agregó que “la falta de seguridad, la delincuencia y narcotráfico se están tomando todos los barrios, especialmente en comunas como Puente Alto, La Pintana y La Florida. Hay que poner un alto a este verdadero descontrol”. “Hace pocas semanas mataron a un niño de solo 13 años en el centro de Puente Alto y asesinaron a un padre de familia en un asalto en La Florida. Eso no lo podemos normalizar, no es sano para nuestra sociedad”, subrayó. La antropóloga indicó que “hay un total abandono del Estado en los territorios, sobre todo los más vulnerables y será deber del nuevo Presidente o Presidenta, además del nuevo Congreso, impulsar medidas para poner alto a la violencia”. Santiago, 25 de octubre 2021. Crónica Digital.

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