Creer que la selección ganaría todos sus partidos caminando es ser iluso. Por más que estos jugadores sean los campeones de América, esa condición debe ratificarse desplegando un fútbol como tal, teniendo en cuenta lo difícil que son las eliminatorias en este lado del mundo. Chile perdió bien, no fue sólido en la ofensiva y cometió los errores que no se podían hacer presentes en el Centenario de Montevideo. El juego uruguayo era previsible, era muy probable su hincapié en el balón aéreo y los contragolpes con mucha velocidad.
En el ambiente se notaba la intención de sacar a los futbolistas chilenos del encuentro, los cuales tuvieron una concentración que duró 22 minutos. La infracción sobre Edinson Cavani cometida por Gonzalo Jara, quien a mi juicio tuvo un buen partido exceptuando algunos pases cortos muy peligrosos hacia Bravo, fue el principio del fin. Esa primera batahola entre los elencos derivó la desconcentración reinante en el gol de Godín. De ahí en más, con posesión y rotación del balón, los dirigidos de Sampaoli ni se acercaron a ser profundos en el arco rival.
La única receta para volver al partido en el segundo tiempo era no caer en el juego uruguayo, pero el correr de los minutos no permitió un posible “enchufe” de la selección. En el segundo gol de los charrúas, nuevamente la pelota por arriba terminó en una conquista a favor de los locales, donde el pivoteo de Cavani podría haberse incomodado más. Esa “pepa” sacó definitivamente a la escuadra nacional del cotejo, el desorden defensivo creció en los balones detenidos y el tercer tanto vino por decantación, en un córner bien aprovechado.
Tal como pasó en el duelo frente a Colombia, Chile no fue capaz de ejecutar un plan alternativo e intentó cambiar las cosas entre el segundo y tercer gol. Ya era demasiado tarde y el equipo estaba fuera de sí, manifestado en cuatro amarillas y una expulsión. Para la próxima fecha eliminatoria no podrán jugar Arturo Vidal ni Jorge Valdivia por suspensión, por lo cual es completamente necesario pensar en más variantes de juego. Poco a poco la selección se vuelve más predecible y tácticamente más fácil de vencer, Colombia y Uruguay lo han demostrado.
Ahora, perder de visita en Montevideo no es una tragedia. Era un partido tremendamente complicado, la polémica ocurrida en la Copa América dejó a los uruguayos con ánimos de revancha que se saciaron completamente. La “Roja” actual tiene más puntos que los últimos dos procesos clasificatorios, además no se está jugando de manera desastrosa, sí hay que retocar algunos aspectos del juego para no ser tan obvios a la hora de proponer, pero aún queda mucho. Esta tanda de partidos se parece mucho a la de septiembre en el 2009: empatamos 2-2 con Venezuela como local y caímos 4-2 ante Brasil, pero la fe seguía intacta, tal como hoy.
Martí Perarnau en su libro “Herr Pep” distingue tres claves para el éxito o fracaso de un entrenador: la idea, el idioma y la gente. La idea está (salir a ganar en cada cancha y atacando mucho), los jugadores creen en ella y la defienden hasta morir. El idioma (posesión de balón, presión ofensiva, despliegue por las bandas), juego a ras de piso) también esta aprendido, pero se deben mejorar elementos del método y estoy seguro que Sampaoli al menos piensa como hacerlo. La gente (los jugadores) también está convencida de cómo está jugando, sólo el día que sus ojos dejen de brillar de ilusión y su compromiso se vea en desgano, Sampaoli deberá irse. A pesar de los resultados de esta semana, las cosas se están haciendo bien, “Minimí” tiene que continuar su exitoso andar pase lo que pase con los dirigentes de la ANFP, a menos de que un “chanchullo” lo haga imposible, como pasó con Marcelo Bielsa. Tranquilidad, confianza, paso a paso con los pies en la tierra…
Por Vicente Vásquez Feres
Crónica Digital, 18 de Noviembre 2015