Crónica furiosa de pandemia: Los cuicos son flaites

Digamos por un segundo la verdad. Todo lo que nos han dicho sobre la élite chilena era mentira. Eso de que es el comportamiento ideal que debiera regir el resto de la población se cayó a pedazos con su comportamiento develado ante la opinión pública en los últimos meses agravado con la crisis social.

Me gusta la expresión tan chilena, “a la hora de los quihubos”. Indistinto de lo que piense un santiaguino con problemas de superioridad identitaria, en la ruralidad y vastos lugares de la patria algunos ocupan esos términos para referirse al fin de la estabilidad. La rebelión, en curso, ha vuelto a plantear la cuestión principal de nuestra vida en sociedad: ¿Cómo queremos vivir en lo que llamamos patria? Y el alarmante enemigo al acecho que es el Covid–19, ha arrojado bastantes evidencias sobre quién es quién en el juego de poder.

El dinero es poder y modela. De hecho, ha creado tipos de sociedad, como la mayoría de las americanas. En Europa, cuando se ha logrado privatizar el Estado, hablan de americanizar sus sociedades. Chile en su sociedad de consumo y policial ha parido dos tipos humanos: el cuico, peyorativa forma de llamar a un rico mal educado, y el flaite, peyorativo para referirse al sin educación o al ladrón y marginal.

Ambos grupos desarrollan hace décadas conductas que chocan bastante con el ideal de sociedad que se está pensando en el proceso de Nueva Constitución en estos momentos de crisis. Ambos, flaites y cuicos, no son tan distintos.

Los primeros de acabronan con cuadras de barrios obreros, con coca, pasta, pilas y crypi, eme o tussi. El narco que usa su cabrona plata en armas para matar es un bastardo. Tiene a adictos, menores o viejos lindos, adoctrinados para esconderle armas o si matan a un policía enviar al cabro chico para que se entregue mientras le pegan en la espalda y le vociferan tu familia quedará como reyes y a ti te protegemos con todo en la cana o el SENAME.

Ahora con el estallido han ayudado en la estrategia del gobierno para criminalizar el más digno movimiento social de nuestra historia moderna. Incluso han causado que alcaldes irresponsables digan que financian a la primera línea.

Esos flaites son tan cabrones porque tienen muchísima plata, están forrados gracias a sus consumidores. Entre ellos, los cuicos. Que se acabronan con el capital, la tierra, el agua, el alcohol gel, la silicona y el botox, los autos del año, y un largo etcétera.

Ahora hablemos entonces de los cuicos. Son flaites con mayor capital cultural. Y no porque crea que tener plata te da mayor educación, para nada. Es que representan algo que se llama oligarquía organizada en pro de sus intereses. Bueno, es la clase dominante y para estar ahí se necesita al menos verborrea coherente. Esta clase burguesa chilena es bien flaite, no paga lo que corresponde, no permite derechos sociales, odia hasta el punto de asesinar a sus hermanos, si el pueblo le pide parar la mano manda a lavar la democracia con fusiles y bombardeos al corazón de la República, con tortura y sabotaje económico. Flaites a lo maldito.

Instalaron un modelo económico muy poco intelectualizante. Desprecia la cultura crítica y los científicos. En el mercado hace trampas flaites, puesto que lo llenaron de monopolios, y compraron todo: el agua la salud, la educación, los sueños y el júbilo. Todo, porque se lo ordenaron los más cabrones y matones de todos que son los Estados Unidos.

En sus aficiones imperialistas, flaites y cuicos consumen en el mercado una ropa de primera. Crean modismos para sentirse dioses si la oralidad vulgar las utiliza. Recorren peluquerías para diseñar sus cabezas. Aceleran en las mismas carreteras urbanas bandidos que hicieron mejicanas y los que estudiaron en el extranjero, e igualmente llenan sus combustibles mientras aprecian el último modelo con el que hicieron una carrera y arriesgaron a los tres hijos de un humilde matrimonio que los vieron pasar y decir “cuicos culiados” o “flaites de mierda”. En esas cosas son la misma mierda egoísta.

Lo cabrón que fueron esos rotos con plata saqueando los supermercados con sus tarjetas de banco gringo. Lo violento que se pusieron con chalecos amarillos y gringos exportados para justificar que tienen zonas exclusivas libres de flaites. Pero los flaites son también ellos, que ponen en riesgo a los habitantes de la costa porque parece que no cupieran en sus pequeñas casas de Santiago Alto, alto en contagios. Después tratan de flaites a los valientes lugareños que por defender a sus familias cortan las carreteras y les gritan que se vayan a pasar la cuarentena en otro lado.

Son los que agotarán los pocos cupos que quedarán en sus pequeños centros de salud. Quienes con síntomas y siendo cargas en la Isapre de los papás, van a matrimonios o viajan en aviones porque no quieren perder la plata. Perdón, es que se lo toman así bien a la ligera porque creo que al final no les importan sus vidas, menos la de los demás. Como al flaite que mata o daña a diestra y siniestra. Que le vende pasta al hijo de la María diciéndole que es crypi para que pique y al mes muriera por haber quemado una pipa mal hecha.

En el distribuidor de los dones humanos, a quienes recibieron dinero por vía familiar muchas veces reciben un con alto capital cultural que también se hereda. Por ejemplo, saber que es de mal gusto difundir su fortuna a la opinión pública. Esa recomendación emanaba de la responsabilidad ética de quienes habían logrado bienes, también para protegerse de que muchos ojos se poseen sobre ti y llamar a los ladrones, y, por último, pero no menos importante, evitar una revolución social. Ufanarse ante el pueblo por el dominio del capital es como correr el tupido velo que legitima muchos contratos sociales en los países actuales. Eso hasta que aparecieron las redes sociales. Todos los códigos al carajo. Flaites y cuicos, en diferentes barrios, con diferentes acentos del español chileno, hacen algo similar: subir sus lujos junto a sus nombres y dejar ver su estilo de vida alejado del Transantiago.

Al comienzo de los problemas, cuando estas expresiones originarias suenan más fuertes en nuestras conciencias tildaremos a los traidores de una forma en especial. Algunos hablan de una peste cuica, pero siguen muriendo los pobres. Amarán más que nunca sus clínicas privadas, el modelo desigual y su gobierno que siguió llenando sus bolsillos con las riquezas que genera el pueblo, obligado a producir plusvalía hasta con pandemia.

Los flaites de los malos siguen haciendo “trabajar a sus menores”. Sigue siendo un traidor del pueblo. Un Yanacona.

Solo algo me consuela: la certeza que tengo de que quienes, sin ser perfectos, nos alejamos de lo miserable de ser cuico y ser flaite, somos más. Somos sociedad consciente y que nos hemos puesto en marcha. Ellos detestan nuestro ideal de futuro, porque manejan ahora el presente y harán lo posible por negarnos la vida. Sigamos juntos, seamos más cálidos, humanos con alma o corazón empático, y menos de esos que parecen material dinero en versión de carne y hueso.

Por Miguel Echeverría. El autor es Progresista y Cientista Político.

Santiago, 27 de marzo 2020.

Crónica Digital.

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