Eso permitió, y será así en el futuro cercano, continuar aplicando las reformas estructurales que el país necesita para desbrozar el camino hacia el ingreso a la Unión Europea (UE).
También contribuyó a confeccionar una propuesta presupuestaria para 2018 que contempla incrementos sensibles en las partidas para educación, salud, defensa y sector agropecuario, un peso pesado en la economía nacional por su incidencia en las exportaciones, sobre todo a Rusia y China, pero también a países del espacio comunitario.
El año se inició con aires electorales, caracterizados por la proliferación de candidatos (11) y la incógnita casi hasta la última fecha sobre sí la coalición gobernante encabezada por el Partido Progresista Serbio (SNS) apoyaría un segundo mandato de Tomislav Nikolic o al entonces jefe de gobierno, Aleksandar Vucic.
Finalmente, con un despliegue mediático de grandes proporciones, se anunció la candidatura de Vucic, quien en la votación el 2 de abril arrasó sobre sus contrincantes en la primera vuelta al obtener el 55,08 por ciento de los sufragios, mientras su más cercano rival, el independiente Sasa Jankovic, logró apenas el 16,36 por ciento.
El juramento sobre la Constitución ante la Asamblea Nacional (parlamento) se realizó el 31 de mayo, poco después recibió los atributos de jefe de estado en sencilla ceremonia y el 26 de junio, con la presencia de numerosos mandatarios y personalidades de la región y del mundo se realizó la toma de posición.
Vucic debió enfrentar de inmediato, una vez conocidos los resultados de las urnas, las denuncias de fraude, robo y compra de votos y otras por el estilo de prácticamente todos sus contrincantes, a la vez que un movimiento de alegada autoconvocatoria realizó grandes marchas denominadas ‘Contra la dictadura’.
Empero, la incapacidad de esas fuerzas políticas de aproximar posiciones para presentar un oponente fuerte y la indiferencia ciudadana ante las denuncias disiparon todas las animosidades.
En materia de conflictos, el no reconocimiento de Serbia de la independencia unilateral proclamada por Kosovo y la defensa de la soberanía e integridad constitucional del país, fue el tema más persistente en todo el 2017, al que se sumaron diferendos que alimentan las fricciones con Croacia y Bosnia y Herzegovina.
Las negociaciones Belgrado- Pristina en Bruselas mediadas por la UE para buscar un arreglo en el tema kosovar no salieron de su punto muerto en todo el año a pesar de las reuniones al más alto nivel, y los pocos asuntos concertados esperan por su implementación, como es el caso vital de la formación de la Asociación de Comunidades Serbias.
Un momento que colocó al país casi que en estado de emergencia fue la captura y procesamiento en Francia del ex comandante del llamado Ejército de Liberación de Kosovo, Ramush Haradinaj, reclamado por Belgrado por crímenes contra la población civil inocente en los años 1998-1999.
La guerra verbal alcanzó cotas inusitadas, exacerbadas cuando fue puesto en libertad, retornó a Pristina, se postuló en las elecciones parlamentarias adelantadas y resultó elegido primer ministro, en una campaña caracterizada por un discurso agresivo contra Serbia y otros estados vecinos y de exaltación de la llamada Gran Albania.
Casi a finales de año, un encontronazo con Macedonia, acusada de realizar labores de inteligencia sobre el personal de la Embajada de Serbia, subió de nuevo la temperatura, aunque las vías diplomáticas ejercieron nuevamente sus dotes conciliatorias y se produjo un desenlace feliz y cargado de esperanzas sobre cooperación futura.
En todas las reuniones de los líderes de la región, así como en foros científicos, de negocios y culturales, las declaraciones finales coinciden en constatar que la paz y la estabilidad en los Balcanes occidentales es condición sine qua non para la cooperación y los avances en el sendero hacia la integración de sus países en la UE.
Empero, se tiene la impresión de que después de apagadas las cámaras y micrófonos y de levantadas las sesiones, eso se convierte en letra muerta y aparecen nuevas causas o pretextos para continuar en la espiral de las tensiones.
En ello desempeña un rol fundamental lo que aquí se denomina confrontación entre las grandes potencias, manifestada en las pretensiones de Estados Unidos y sus aliados de alinear a todos estos estados en las filas de la OTAN y de la UE.
Esa política se lleva a cabo frenéticamente, en detrimento de la histórica relación de ellos con Rusia, que despliega aquí sus esfuerzos de cooperación, y de China, con presencia a pasos agigantados de su potencial económico-financiero y tecnológico.
Serbia, el único estado de la región que defiende una política de neutralidad militar y su decisión de desarrollar para el provecho nacional una asociación estratégica con Moscú y Beijing, experimentó los efectos de ello en 2017 y muy probablemente continúe así en el futuro cercano.
Por Roberto Molina Hernández* Corresponsal de Prensa Latina en Serbia.
Belgrado, 21 de diciembre 2017
Crónica Digital /PL