Por Miguel Alvarado Natali
Los poemas de “Una luz imprudente” (Buenos Aires Poetry) del escritor y actor Rodrigo Peralta (1973), nos sitúan en ese limbo entre la dictadura y la democracia. Dónde el tiempo pareciera detenerse en ese juego de miedos del cual se huía, pero a la vez costaba avanzar hacia la nueva década del arcoíris. Y al dar vuelta la esquina nos declara: “La otra cara de Santiago, el film del cotidiano íntimo, los Opalas, la micros antes de ser amarillas, la intercomunal, Cumming con Alameda, las lacrimógenas, los perdigones, las juventudes agitadas por la avenida. Una bomba en Villa Portales, Quinteros, camino al aeropuerto, Bulnes y el desquicio de los criminales en el poder. Corren los últimos días de la desesperación”.
Testigo directo del quehacer cultural y político de fines de los “80 y comienzo de los “90. Ha publicado los libros “Hacia la noche de afuera (2003) y “De-claro” (2011). Hoy nos presenta Una luz imprudente. Esa que va alumbrando el pasado oscuro y el presente intermitente, pero que sigue encendida en los adoquines del viejo barrio.
De pronto la poesía de Peralta está cruzada por nostalgias, por eventos cotidianos que nos hacen reflexionar de la vida en la ciudad. Más que una imprudencia poética sus relatos tienen un alcance social, que es poder visibilizar lo que muchos nunca quisieron ver. “Una postal del parque nos presenta a todo color a la pareja más atrevida de la década, ella de falda y ella también. Se besan y cantan y patean las hojas y se besan, van por la vida tarareando canciones…”, …”Prefiero hablar de putas y bandidos, entablar una charla con el verdulero y la dueña del almacén de mitad de cuadra”.
Los ochenta pegaron fuerte en todo sentido y este autor no está ajeno a ser otro hijo más de la dictadura, pero están los hijos del exilio y el retorno. En el poema El habitante, hay una historia que suele reiterarse en otros autores, pero siempre hay matices. Lo desgarrador que es irse, paradójicamente es también desgarrador volver, el volver como hijo legítimo de una generación impertinente. Encontrarse con la “Alegría” que había llegado y al mismo tiempo, toparse con el desconcertante asesinato del Senador Guzmán el primer día de Abril de 1991.
“El habitante sale a la ciudad con una libreta donde escribió algunas direcciones que recordaba. Es irreconocible el paisaje, el río sigue su curso, sus aguas son pesadas y oscuras. Hay memorias inexistentes en el mapa. No encontró a nadie, ni siquiera algún vestigio.
Se sienta frente al museo, esta algo agobiado, tiene sed y poco dinero. Toma agua de la que sería el último bebedero del parque. Al país donde regresó, todo se vende y se compra…”
Este poemario está atrapado en un destiempo, entre el bien y el mal. El autor desparrama sus heridas, sus angustias y hasta el recuerdo de su madre en versos que tienen imágenes y formas. En una ciudad de cornisas y edificios viejos, con hombres de ojos de vidrio, dientes amarillos y de mal aliento. Que recuerdan su paso por la hospedería de Esperanza con Portales en el Barrio Yungay.
“La ciudad era un caldero. Fue el año de las modificaciones, de los cambios radicales, del debilitamiento de las confianzas, de los asuntos pendientes, de los dolores de pecho, de la fatiga muscular, de un trágico urbano sin precedentes.
El aroma de la noche es inusual. Huele a caldo, infancia, pólvora, barricadas. Hay un cuervo posado en el marco de una ventana. Algo huele mal en Santiago”.
En “Una luz imprudente” Rodrigo Peralta escribe un poemario, que pese a ser construido con temas recurrentes, sobre todo este paso de los ochenta a los noventa, tiene esa virtud de no cansar, hay verdad en sus versos y la atmósfera barrial es bien lograda, llena de símbolos, ruidos y el tiempo agobiador de la ciudad, que en definitiva va a marcar su poesía.
Crónica Digital, 17 de Febrero 2022