Cada cierto tiempo hay noticias que nos impactan, como la del estudiante Cristian de Peñalolén, que decidió quitarse la vida aparentemente por un caso de acoso escolar o bullying, y, de manera espontánea, comenzamos a buscar culpables en las escuelas, en las familias y en la sociedad.
Parece imprescindible que tomemos conciencia que No somos espectadores, sino integrantes activos de los espacios sociales en los que nos desenvolvemos y, desde esa lógica, nuestras conductas y actitudes contribuyen a las dinámicas que generan en nuestro espacio cotidiano, donde transitan muchos Cristian esperando ser percibidos, contactados, tomados en cuenta.
Desde esa perspectiva, la mirada hacia quienes conviven con nosotros resulta relevante, si lo que queremos es aportar a la generación de espacios más más amables, más pacíficos y más humanos.
Salir del individualismo, que caracteriza nuestros tiempos, y mirar al otro como parte de nuestro espacio y nuestro contexto de convivencia parece ser un llamado ineludible.
¿Qué pasó con Cristian? ¿Quién no lo vio? ¿Quién no percibió su angustia y malestar? ¿Quién o quiénes no le preguntaron cómo estaba? Parece ser que estamos tan pendientes de nosotros mismos, que no somos capaces de mirar a los ojos, de escuchar lo que dice el otro.
Estamos ciertos que los colegios, donde niños, niñas y jóvenes pasan gran parte de su tiempo tienen una gran responsabilidad. Esa responsabilidad que tiene que ver con observar, escuchar, conversar y, sobretodo convivir, no de cualquier forma, sino desde la consideración del otro, como dice Maturana, mirando al otro como un otro legítimo y ello implica instaurar formas de relacionarnos a partir del respeto y la valoración, deslegitimando, de una vez por todas, actitudes de agresión y violencia que hemos incorporado y reforzado.
Las situaciones de violencia y acoso no están solo entre las paredes de la escuela. Están en las calles, en los buses del transantiago, en la política, en nuestros barrios y muchas veces en nuestras casas.
Por ello, es importante que tanto los padres, los directores y profesores de los colegios, y cada uno de nosotros esté atento frente a situaciones como las que vivió Cristian, porque el dolor de la violencia tiene voz y tiene imagen, y muchas veces basta poner atención para percatarse de ello.
¿Qué podemos hacer frente a estas situaciones? Estar atentos y romper el silencio, lo que significa atender a las señales que pueden darnos quienes viven este tipo de situaciones.
Desde la comunidad educativa:
- Promover estilos de convivencia constructivos y colaborativos, instaurando mecanismos de resolución de conflictos abiertos, flexibles y respetuosos
- Estar atentos ante cambios en la conducta de niños y jóvenes, lo que significa observar dichas conductas tanto a nivel individual y grupal
- Si se sospecha de alguna situación de intimidación, maltrato o exclusión conversar con la posible víctima, sus profesores, sus padres.
- Dar legitimidad a quien puede estar sufriendo esta situación, y no minimizar sus sentimientos o emociones
- Todos los colegios, de acuerdo a su Manual de Convivencia, tienen protocolos de actuación , que parten por investigar la situación para posteriormente tomar las medidas disciplinarias y formativas a nivel individual y grupal
Desde los padres, madres y apoderados:
- Incentivar estilos de convivencia respetuosos , abiertos y colaborativos
- Conversar permanentemente con sus hijos, conociendo sus actividades, sus amistades y sobretodo cómo se siente en su colegio y en otros espacios en los que se desenvuelve,
- Mantener un nexo colaborativo y de permanente comunicación con el colegio
- No desestimar situaciones de agresión o violencia que pueda estar viviendo su hijo
Desde los niños, niñas y jóvenes
- Mantener una actitud de inclusión y respeto hacia sus compañeros y compañeras
- Evitar conductas de burla, exclusión o discriminación
- No apoyar conductas violentas o agresivas
Es así como todos tenemos la responsabilidad de fomentar una convivencia armónica, que no legitime la violencia como forma de resolver los conflictos.
Por último, en psicología hay un concepto que es muy relevante para los adultos, el aprendizaje vicario y se refiere al aprendizaje que se adquiere mediante la observación. Por ello, la conducta y las actitudes que demostremos los adultos, los padres y los profesores en la convivencia diaria, indudablemente es un modelo para los niños y jóvenes. Por eso, todos y cada uno de nosotros somos responsables.
Carolina Pezoa Carrillos
Psicóloga/ Docente Universidad Central de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Santiago de Chile, 10 de junio 2015
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