La penosa ceremonia del adiós de un alcalde que se pensaba eterno

Fue una entrevista insólita. Para los demócratas progresistas, sobre todo irritante. No se me ocurren otros calificativos para transmitir una idea aproximada respecto del contenido de una entrevista otorgada por el actual alcalde de Pudahuel, Johnny Igradil Carrasco Cerda, al diario “La Tercera”.

Quizás habría que agregar otra palabra: es escandaloso que Carrasco, un emblemático edil del Partido Socialista (PS), proclame con desparpajo su desconocimiento del resultado de la primaria ciudadana de la que fue parte su colectividad, y en la cual el mismo respaldó un precandidato y se involucró directamente. No es una muestra de respeto a los compromisos y a los principios democráticos. Al contrario, es la patética despedida de un alcalde que este 2021 cumplirá nada menos que 29 años ininterrumpidos en el cargo y, que en caso de no aprobarse la ley que puso límite a la reelección, probablemente hubiera intentado, otra vez, perpetuarse en el poder municipal.

Pero conviene que avancemos por parte en el análisis.

Nací en Pudahuel, ha sido la comuna en la cual he vivido toda la vida, luché por la libertad y la democracia en dictadura, y en los últimos 30 años he aspirado a un cambio profundo en el país, comenzando por una transformación del destino colectivo de nuestra comuna.

En 1992 fue la primera elección municipal luego de la dictadura. En esa ocasión, los alcaldes no se elegían en forma directa: la ciudadanía definía los integrantes del Concejo Municipal y los concejales electos determinaban entre sus pares a la primera autoridad comunal. No voté en estos comicios por Carrasco. De hecho, en esa ocasión no fue el más votado: obtuvo 11,8% frente a José Ángel Ávila, que logró casi el doble: 22,2 por ciento. ¿Por qué Carrasco fue, entonces, electo alcalde? Porque un acuerdo nacional y entre cuatro paredes, tomado por las cupulas de los partidos de la entonces Concertación, determinó en un “protocolo” la forma en que se repartirían las alcaldías en que la alianza fuera mayoritaria y Pudahuel le correspondió al PS, en específico a su concejal más votado que resultó Carrasco.

Respecto de las cinco elecciones posteriores, entre 1996 y 2012, en las cuales los alcaldes y concejales ya se elegían en forma separada: en todas Carrasco fue el candidato único de la Concertación, sin primarias o mecanismo democrático alguno para definir el abanderado de la coalición mayoritaria en la comuna.

En los comicios de 2004 y 2008 opté por los candidatos a la Alcaldía que presentó el Juntos Podemos Más. El año 2012 no tuve opción, porque toda la izquierda no concertacionista se omitió. Y en la última elección que Carrasco fue electo, el 2016, tampoco tuve alternativa: Carrasco, una vez más, se encargó de ser entronizado como candidato único, sin primarias, ahora por la Nueva Mayoría, coalición de la que entonces era parte.

En este contexto, me pareció una buena noticia y un hecho de envergadura histórica que, en esta ocasión por ley se estableciera el imperativo de renovar las autoridades comunales, lo que considero indispensable para la democracia y fue una victoria de la ciudadanía en las calles, y que al mismo tiempo los demócratas progresistas resolvieran –por primera vez en la historia de los últimos 30 años– definir su candidatura a la Alcaldía a través de primarias ciudadanas.

En estas primarias de Pudahuel participaron las colectividades de Unidad Constituyente (es decir, los Partidos Socialista, Por la Democracia, Radical, Demócrata Cristiano, Ciudadanos y Progresista), y además Revolución Democrática, la principal fuerza del Frente Amplio. Por primera vez en nuestra historia comunal, una mujer resultó elegida por los demócratas progresistas para ser su representante en la elección de la Alcaldía: Mónica Sánchez, una dirigente social y vecinal de enorme trayectoria, y de comprobada capacidad técnica, y cuya precandidatura fue presentada por el Partido Progresista.

A esta candidatura se sumaron otras fuerzas, como el Movimiento por un Nuevo Trato, que integra a actores que fueron parte del Frente Amplio, como el Partido Liberal y el diputado Pablo Vidal. También la Federación Regionalista Verde Social y el Movimiento Somos, y una enorme cantidad de independientes, los que levantaron un comando propio. Todos ellos lo hicieron valorando las cualidades de liderazgo de Mónica y el nuevo tiempo democrático que se abre para Pudahuel a partir de la primaria ciudadana. De esa forma, se ha forjado la convergencia política, social y de independientes más amplia de la historia de Pudahuel.

Frente a ello, ¿qué dice en “La Tercera” Johnny Carrasco, militante del Partido Socialista de Chile y alcalde por casi treinta años, a merced de sucesivos acuerdos políticos tomados por arriba por las coaliciones en las que ha participado su colectividad? Dice que “no votaré por ella (por Mónica Sánchez), no por temas políticos, sino por un tema de dignidad (sic), porque ella cuando era concejala me hizo pebre”. Frente a una eventual victoria de la derecha, dice que “me daría mucha lata, pero estoy dispuesto a correr ese riesgo”. Y concluye: “No sé por quién votar: tengo dos opciones: Gonzalo Lizana del PC o Ítalo Bravo”.

Como decíamos al comienzo, es insólito e irritante.

En primer término, Johnny Igradil es militante del Partido Socialista, colectividad de la cual, además, ha sido dirigente nacional y en cuyo sitio web institucional aparece en la pestaña de “mandatarios” del PS. Los socialistas resolvieron participar en la primaria ciudadana de Pudahuel y se comprometieron, a nivel nacional y comunal, a respetar sus resultados. Sin embargo, el principal “mandatario” del Partido Socialista en Pudahuel se permite proclamar en forma pública que desconoce lo resuelto democráticamente en esa primaria.

En segundo lugar, Johnny Igradil participó en forma directa en la primaria, también de modo público, respaldando un precandidato, que había sido además su administrador municipal, y además interviniendo en el desarrollo mismo de la primaria, entre otras cosas con su voto. Con todo ello, dio legitimidad a este proceso además en términos también personales. Pero ahora, repetimos, se permite anunciar que desconoce el resultado de aquel proceso.

¿Dónde queda el sentido del cumplimiento de la palabra empeñada en un acuerdo formal, la seriedad para respetar los compromisos que definieron un camino, la ética democrática que impone el respeto a un proceso que fue transparente y participativo?

En tercer lugar, la razón que esgrime Johnny –que Mónica Sánchez “cuando era concejala me hizo pebre”–, es también insólita e irritante. Le está imputando haber cumplido con la función básica de las y los concejales, según la institucionalidad municipal: precisamente la fiscalización. ¿Qué clase de convicción democrática inspira a una autoridad que ocupa como argumento para descalificar a otra, que ésta cumplió el mandato que le otorga la legalidad y que, por lo demás, es esencial para el funcionamiento de la democracia?

¿Por qué ello pudiera significar, para alguien que cree en la organización democrática del Estado y la sociedad, un atentado a la dignidad? Lo que sería indigno es que las autoridades ejercieran sus cargos sin estar sometidos a fiscalización y contrapesos institucionales.

En cuarto lugar, un comentario sobre las opciones respecto de las que dice estar meditando. El concejal comunista Gonzalo Lizana fue impedido de participar en la primaria, contra su voluntad y la decisión de su partido, porque –según denunciaron públicamente– el mismo Carrasco y el PS impusieron un veto en su contra. ¿Y ahora dice que evalúa apoyarlo? Sobre el concejal del Partido Igualdad, Ítalo Bravo: éste ha fustigado –reiterada y abiertamente– la gestión de Johnny Igradil e incluso sus partidarios declaman en las redes sociales, como supuesta acusación y cuestionamiento, que Mónica Sánchez es la candidata de Carrasco (lo que, por cierto, ha quedado ahora de manifiesto que es una falsa aseveración). ¿Y señala Carrasco que podría respaldarlo?

Por cierto, no es precisamente una muestra de coherencia política e incluso intelectual.

En la entrevista sostiene: “Como saben que me voy, me andan pegando puñaladas”. ¿Quién pega puñaladas a la democracia? ¿Los socialistas que están honrando su compromiso de respaldar a la candidata ganadora de la primaria en la cual participaron, y sienten el deber ético y democrático de apoyar a Mónica, porque además es la candidata progresista que cuenta con el respaldo más amplio para derrotar a la derecha?

En quinto lugar, es simplemente repudiable que a una persona que dice ser de izquierda le resulte indiferente una eventual victoria de la derecha.

Es el mismo Carrasco que en la misma entrevista dice, casi como un insulto a la inteligencia, que ser de izquierda “es una práctica de vida, son tus actitudes diarias, no sólo las públicas, sino más bien las privadas y tus compromisos”.

Es inevitable preguntarse si estas aseveraciones de Johnny Carrasco no son, asimismo, una manifestación de machismo y misogenia. Recordemos que en algún momento fue apodado el alcalde de Sucupira, haciendo alusión y parangón a un edil de telenovela. Es lamentable que una persona que afirma aún ser de izquierda no asuma que terminaron los tiempos de la subordinación de la mujer. De la misma forma que se acabó la época de los acuerdos entre cuatro paredes y del apernamiento en los cargos de representación popular.

Otras aseveraciones que Johnny Igradil hace en la entrevista son también insólitas. Es el caso de su afición a la práctica del espiritismo. O cuando señala, respecto al narcotráfico y su influencia en organizaciones sociales, que “ahí no te puedes meter”. O su aseveración de que en su trabajo en la Iglesia Católica en los años 80 detectó “abusos sexuales”… ¿Y sólo hoy viene a señalarlo, sin haber hecho nunca antes denuncia alguna?

Me parece que esta entrevista representa algo más que su propio contenido… No hay duda: es una triste ceremonia del adiós y de la caída de un feudo.

Por Braulio Meza. El autor es dirigente progresista y ciudadano de Pudahuel.

Santiago, 5 de abril 2021.

Crónica Digital.

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